La Cruz de la Parra y otras joyas patrimoniales en La Habana

Elaine Caballero Sabugueiro
29/11/2019

El antiguo Liceo Artístico y Literario de La Habana, conocido como el Palacio del Marqués de Arcos, aumenta su patrimonio por estos días. Como regalo a la capital en sus 500 años, las ciudades patrimoniales de Cuba trajeron obras de gran valor histórico, para exhibirlas hasta el próximo 14 de diciembre en una de las salas de esta institución, adscrita a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH).

La Cruz de la Parra, la única que se conserva de las 29 que plantó Cristóbal Colón en América. Fotos de la autora
 

De la primada a la real maravillosa es el título de la muestra que pretende atraer las miradas hacia reliquias patrimoniales poco conocidas por habaneros y cubanos en general. Desde Baracoa, la primera villa fundada en 1511, llega la Cruz de la Parra, la única que se conserva de las 29 plantadas por Cristóbal Colón en América. La pieza, de 80 centímetros de alto, 42 de ancho y 10, 8 de grosor, aún mantiene ese aire celestial un tanto místico, ya que recuerda al mismísimo descubridor del Nuevo Mundo. Otra de las joyas museables de esa ciudad es el escudo, también parte de la exposición.

Matanzas trajo el libro capitular alegórico a su fundación, así como la tribuna desde donde José Martí se dirigió a los emigrados cubanos reunidos en el club San Carlos, en Cayo Hueso, conservada originalmente en el Museo Oscar María de Rojas, de Cárdenas. Del más universal de los cubanos se encuentra además uno de sus chalecos, perteneciente al Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau, de Santiago de Cuba.

Desde esta tribuna, el Apóstol de la independencia de Cuba pronunció discursos para crear una república “Con todos y para el bien de todos”.
 

Aparece también una pintura alegórica a la creación de la antigua colonia de Fernandina de Jagua, hoy Cienfuegos, junto a las obras Estudio de mestiza y Ensueño, ambas del artista José Joaquín Tejada Revilla, otras de las piezas del Museo Emilio Bacardí.

Con la intención de honrar su primer nombre, la otrora Villa de la Santísima Trinidad pone a disposición del espectador la obra en óleo sobre madera de igual nombre, propiedad del museo municipal de esa ciudad. A su vez, Sancti Spíritus muestra otra de las joyas más impresionantes que conforman la exposición, la llamada El Espíritu Santo, con un trabajo admirable en plata y madera del año 1765.

Santísima Trinidad, obra en óleo sobre madera del siglo XVIII.
 

Por su parte, la ciudad cuna de Ignacio Agramonte, Camagüey, está representada con un revólver de este prócer independista, junto a una manta y una pluma de marfil de Gertrudis Gómez de Avellaneda, además de varios objetos de Gaspar Cisneros Betancourt (El Lugareño), empleados para dejar testimonio de las costumbres de la época mediante la palabra escrita.

Revólver de Ignacio Agramonte.
 

El teléfono utilizado por el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, para dar las órdenes en Playa Girón, la mochila que el Comandante Juan Almeida llevó durante la lucha en la Sierra Maestra, así como la pluma de oro de la Asamblea Constituyente de 1901 y la copa fundacional de la farmacia Triolet, en Matanzas, son otras de las obras que hacen de la exhibición una de las mejores realizadas en La Habana con carácter patrimonial, por incluir piezas emblemáticas de varias provincias del país.

En porcelana, copa fundacional de la farmacia Triolet, en Matanzas.
 

La oportunidad de emprender un viaje por la historia, de ver con los propios ojos la tribuna desde donde el Apóstol pronunció discursos, o la Cruz de la Parra, tiene un valor incalculable para quienes disfrutan de esa misteriosa conexión entre el sujeto y el patrimonio, vínculo que siempre conduce a un nivel superior de conocimiento.

Escribanía de El Lugareño junto a la pluma de oro de la Asamblea Constituyente de 1901.
 
 
Espíritu Santo, una de las piezas de la exposición que más impresiona al público.