“La colaboración es el destino de la música en Cuba”

Miriela Fernández
11/1/2018

La estética de la música contemporánea es el collage, la hibridación, la diversidad, en la que, sin embargo, las coordenadas territoriales también pueden encontrarse. Cuando Joaquín Betancourt, una voz determinante en el pensamiento musical de nuestro país, afirma que “el jazz coincide con la música cubana hace mucho tiempo. No se sabe, desde el principio del siglo pasado, dónde termina la música cubana y dónde empieza el jazz”, está aludiendo a ese fenómeno de apropiación y mezclas de estilos que ha venido profundizándose en las últimas décadas.

La noción de que una sonoridad nace a partir de la introspección en las atmósferas sociales y en los movimientos musicales antiguos y nuevos de un contexto y más allá de este, permite comprender al director de la Joven Jazz Band cuando refiere la existencia de un “jazz cubano”. Entrevistado días antes del Festival Jazz Plaza —donde su ensamble se presentará junto a Joe Lovano en el Teatro Nacional, el día 19, a las 8:30 pm—, hablamos sobre la escena cubana, el formato orquestal que ha elegido como músico y su trayectoria en los campos de la composición y los arreglos.

¿Cómo entender la definición del jazz cubano yendo desde la escena actual hasta sus antecedentes?

Simpatizo con esta expresión de jazz cubano, que es algo que defiendo, aunque muchas veces se dilata un poco y se le dice Latin jazz o jazz latino. Pero el jazz que se hace en Cuba es jazz cubano, no de ahora, desde hace mucho. A mí me gusta poner ejemplos como la música que hacía Frank Emilio, que no tiene nada que ver con Latin jazz, y era jazz; la música que hacía Chucho Valdés con su Combo en los años 60 es jazz cubano; la música de Irakere era jazz cubano con elementos de música cubana, del son, de la rumba, de la música afrocubana. Eso sigue presente.

Auditivamente existe en la música que hacía Arsenio, Chapotín, Benny Moré, Pérez Prado. En todos hay una influencia tremenda del jazz, por lo que el género aquí no es algo raro, más bien siempre ha estado. Incluiría también en el jazz cubano a aquellos que están fuera de Cuba y que están bebiendo en las raíces de nuestra música.

De los jóvenes, Alejandro Falcón, por ejemplo, ha hecho de los danzones maravilla, y eso no lo puedes enmarcar en el Latin jazz; lo podría decir de Pachequito, el pianista. Para mí el Latin jazz es más bien una defensa de la identidad latina frente a un mercado en Estados Unidos.

Aunque siempre hay que ir a beber a nuestros orígenes —se hace en todos los órdenes—, no solo estoy hablando de música afrocubana, sino de la música campesina, la trova y demás. Pero, incluso, beber dentro de la música latinoamericana. En lo cubano también hay que diversificar desde lo universal. Creo que es beneficioso beber de grandes compositores como Bach, Mozart, Beethoven, Stravinsky, Tchaivosky, Shostakovich, en fin, son infinitos, y lo ofrecido por músicos latinoamericanos como Villa-Lobos, Revuelta hasta llegar al propio Leo Brouwer”.

Joaquín Betancourt
 Joaquín Betancourt. Fotos: Roberto Bello 
 

Los discos de la Jazz Band han sido al mismo tiempo una presentación orquestal y de estudio de esa diversidad del jazz cubano…

La realización de Sueños del pequeño Quin me sorprende porque no pensaba que en tan poco tiempo de la Jazz Band estuviéramos en condiciones de hacer un disco, pero cuando se hizo Mambazo la orquesta iba con mayor experiencia como unidad artística. Aun cuando el otro fue premiado en el Cubadisco, este último es superior.

 A veces uno tiene expectativas con los discos y cuando van a concursar o a un evento, se quedan por debajo. Pero no tengo miedo al decir que es superior. Además, tenía que ser así porque uno busca que sea mejor, a pesar de que hay logros importantes en el anterior como “Penny Lane”; el solo de Yasek Manzano en “Te quedarás”, que es fenomenal y podía haber estado presente también en Mambazo. Esta producción representa también eso que estamos hablando del jazz cubano, donde músicos que fueron solistas en aquel disco, vuelven ahora con una posición más madura.

Todas estas formas de lo cubano también van acompañándonos en la música, incluso sin habérnoslo propuesto. Nosotros pertenecemos a una etapa de Cuba muy dinámica, a veces un poco violenta, pero es nuestra realidad, y abordamos la música con esa violencia; es por eso que existe la timba, el rock fuerte, el jazz de una manera también agresiva. Algunos músicos, como yo digo, han pasado por aguas, y ya son más pensadores, más filosóficos a la hora de abordar la música, pero nosotros representamos lo que somos hoy en día, nuestra propia identidad. El cubano es un gran complejo cultural y no solo por la música, sino por su manera de abordar la vida, por su filosofía de vida, que es un hecho artístico sin habérselo propuesto.

¿Cuánto ha influido el hecho de que no existan en Cuba estudios académicos dedicados al jazz para que la Jazz Band se convierta, precisamente, en un espacio para ello?

Sin yo proponérmelo es una academia. Tocar en este tipo de formato, ya sea jazz band, una orquesta, quizá, como la del ICRT, la sinfónica, cantar en un coro, representa la enseñanza de cantar o tocar en colectivo. Involucrar a la gente joven, que también es más sensible a la cosa fácil, comercial, por llamarlo de algún modo, y captar su atención, pero incluso, aunque estén haciendo otro tipo de música, que se mantengan en un formato como este, es un gran triunfo. Para mí constituye un valor de gran trascendencia. Los músicos reconocen que hacen otras cosas por determinadas razones, por necesidades económicas, pero saben perfectamente distinguir qué les brinda la posibilidad de un desarrollo mayor como músico.

Soy uno de los más combativos para que se abra seriamente una cátedra de música popular, donde estén profesores que hayan tenido experiencia dentro de la música popular. En las grandes instituciones mundiales de la música, ya sea el Conservatorio de París, el Tshaikovsky en Rusia y otras, los profesores que imparten clases son artistas de mérito, reconocidos. No quiere decir que un profesor dedicado a la enseñanza no sea respetable por su pedagogía, pero el músico que se forma necesita tener la experiencia directa de alguien que se sube al escenario. Hay situaciones que se presentan y la academia fríamente no puede brindarte la experiencia de un músico.

¿Por eso usted eligió como instrumento la orquesta, como dijo Leonardo Acosta?

La jazz band es un poco mi mundo… Mi inquietud alrededor de la orquesta la llevo dentro aun sin haber empezado a estudiar música. En esto de imaginar desde niño la gran orquesta influyó que mi familia, a pesar de ser muy humilde, fue practicante de la música. Mi papá fue músico hasta los 90. Era trompetista de la Orquesta Sinfónica de Camagüey. Mis tíos igualmente habían estudiado música y a mi mamá también le gustaba. Además, mi abuelo era el principal promotor de esa idea de inclinarse por la música.

Yo estudié violín, pero quise hacerlo a través de orquestas porque tuve posibilidad de estar en un concierto y me llamó tremendamente la atención.

En mi trayectoria, el instrumento ha sido el transporte pero realmente el objetivo ha sido la orquesta, por eso Leonardo Acosta fue muy exacto al captar la idea de mi personalidad. A lo largo de todos estos años no ha sido solo la jazz band, sino orquestas más grandes, orquestas de cuerdas, la orquesta sinfónica, las que me han seguido llamando la atención.

Hoy se presenta con la Jazz Band, pero en su trayectoria no podría dejarse de mencionar Opus 13…

Opus 13 es un recuerdo muy grande de mi formación y la de muchos otros músicos que me acompañaron en aquel entonces en la vida profesional. Salimos egresados de la Escuela Nacional de Música con las pretensiones de hacer grandes cosas. No eran estos tiempos. Hoy se goza de mayor comprensión, a pesar de que no estamos satisfechos, de la diversidad musical, de las fusiones, de los códigos, y en aquel tiempo eso era bastante difícil.

Creo que haber logrado muchas cosas con la Jazz Band complementa parte de mis ideas, de mis propósitos y sueños que no pude lograr con Opus 13. La Jazz Band representa un complemento de lo que no pude hacer con Opus 13. Navegó en etapas donde la discografía no tenía tampoco esa importancia y, por supuesto, los soportes para desarrollar la música tampoco habían llegado a como son hoy en día. Nosotros teníamos que coger un disco de vinilo como si fuéramos un dj y darle vueltas para poder escuchar una frase, un fragmento que nos interesaba, y esto ahora es mucho más fácil.

Fue como el inicio y se hizo con mucho corazón. Tuvimos varios momentos clímax con nuestras presentaciones en el Jazz Plaza; en el Teatro Nacional; en el Festival North Sea en Holanda, donde Opus 13 fue muy bien recibida; al entregársele la condecoración Sebastian Bach en Alemania, y tantos otros.


Junto a músicos con los que ha trabajado. Foto: Roberto Bello

 

Hay roles dentro de la música que alcanzan un nivel de visibilidad mayor. Alguien como usted, que ha contribuido como compositor, músico y maestro a la escena cubana, ¿por qué también ha dedicado tiempo al arreglo musical?

El papel del arreglista siempre está en un segundo plano y esto es un fenómeno internacional. El otro día yo decía: esto suena bien porque está bien escrito y pueden cambiar los músicos, pero va a seguir sonando bien.

Una música bien arreglada, orquestada y facturada suena bien aunque no haya músicos de máxima categoría. El arreglista es muy importante, pues termina muchas veces la idea que el compositor no pudo concluir; logra entrar en una sintonía total con el mundo interior del compositor hasta lograr que la obra que este pensó para una longitud de dos metros, se extienda hasta diez. Una canción, una obra determinada, si no tiene un buen arreglista, no funciona igual.

¿Cómo valora este movimiento de la escena del jazz cubano? ¿Cuánta influencia tiene la inserción en disqueras del circuito internacional del género?

Me siento muy feliz de que el jazz tenga esta fuerza, que en realidad ha tenido desde hace rato, pero no había encontrado el vehículo para ser reconocido. Felizmente hay artistas que han logrado encauzar su trabajo a nivel internacional. Podemos alegrarnos de que existan sellos que se interesen por nuestros artistas. Y sí, también esto se corresponde con las fuerzas de estas productoras.

En estos momentos, que son muy sensibles para Cuba en materia económica, no creo que haya posibilidad de que una disquera cubana pueda llevar al circuito internacional a algún artista porque existen situaciones que no dependen ni siquiera de la voluntad de las entidades nacionales, sino tiene que ver con dinámicas internacionales. Pero en la medida en que podamos salvar esa diferencia, iremos logrando algo.

Por otro lado, existe un medio que nos ayuda, que es Internet, que es colocar nuestra música allí, aunque hay generaciones dentro del jazz cubano que se perdieron —las del 70, el 80 y parte de los 90—; se perdió la posibilidad de que se conociera internacionalmente todo lo bueno que se hizo en esa época, a diferencia, por ejemplo, de Buena Vista Social Club.

También en ese desarrollo está influyendo la colaboración entre músicos del patio y figuras internacionales.

No solamente la colaboración con músicos a nivel internacional. La nueva generación de músicos en Cuba está dando una lección tremenda de madurez; lo puedo decir con toda valentía: ha dado una lección de romper con esa barrera de la individualidad. Hoy un músico está trabajando en la mañana con la Jazz Band y en la tarde con otro formato. Que se integren a diferentes formatos da una idea de libertad de creación, de un deseo de confraternizar con otras músicas y de interrelación. Las generaciones anteriores fueron un poco más cerradas en ese sentido. Creo que la colaboración es el destino de la música en Cuba.

A su modo de ver, ¿cuál es el horizonte del jazz cubano?

El horizonte de un músico de jazz hoy es mucho más feliz que antes, mucho más promisorio. Tienen muchas posibilidades de llegar al circuito. Claro, hay que contar con que también en el mundo hay muy buenos músicos; en Venezuela, Colombia, México, hay músicos con tremendo talento y es difícil sobresalir, pero su música puede ser escuchada y valorada. Además, hay muchas formas de estar allí, participando en un festival determinado, por ejemplo.

Siento que el jazz también se está apreciando más aquí. ¿Qué cree usted?

Increíblemente, hoy la gente respeta mucho más el jazz. Hay personas que no lo logran entender porque quizás no lo han escuchado todo lo posible, no se han metido de lleno en este mundo, pero le sienten respeto. Puede que digan: “no lo entiendo mucho, pero están haciendo una cosa buena”.