La cita: un pastiche coherentemente engarzado

Víctor Banazco
20/2/2018

Una actriz sentada en medio del escenario a la espera de un suceso que le daría un vuelco a su carrera: un casting donde se disputa con otra joven el personaje de “la leona”. Sin embargo, ante la mirada inquisitiva de los espectadores es solo una “bisnera” —silente pero parsimoniosa— que trafica productos de aseo personal y otros. Así, da inicio la puesta en escena de La cita, bajo la dirección de Osvaldo Doimeadiós y las actuaciones de Venecia Feria y Andrea Doimeadiós.


Venecia Feria y Andrea Doimeadiós
 

Tras una fastuosa y espectacular temporada en el Centro Cultural Bertolt Brecht, y varias presentaciones en el mismo escenario durante el 17 Festival de Teatro de La Habana, regresa esta pieza a las tablas. La presentación del espectáculo en la sala Adolfo Llauradó de la Casona de Línea, cautivó al público asistente, que una vez más hizo agotar las entradas y colmó el pequeño espacio con estremecedoras ovaciones y descontrolado rictus.

El texto de la joven pero talentosa Andrea Doimeadiós constituye un pastiche engarzado con magistral coherencia y madurez profesional, que trasmuta en humor inteligente y lozano. Serían constantes durante toda la representación las alusiones a la literatura e historia nacional y universal; así como a la cinematografía y nuevas tecnologías de la información. La metamorfosis, de Kafka; Petrona y Rosalía, de Félix Tanco; Las brujas de Salem, de Arthur Miller; Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde; José Antonio, “el hombre del saco”, “el ajiaco” de Fernando Ortiz; la Revolución de las Trece Colonias; El cartero llama dos veces y Verde verde; Google, Facebook y Messenger… son solo algunos ejemplos de ello.

Estructurada a modo de cuadros o escenas independientes, la pieza transita por dos derroteros divergentes pero que aquí confluyen armónicamente: divertir al espectador e incitar una crítica social, que se distancie de la banalidad y la repetición, tan caras en nuestro contexto más inmediato. Resulta ingenioso el uso del camerino en medio del escenario, lo cual “obliga” a las actrices a desvestirse y arroparse ante la mirada acuciosa del público, con ayuda de su maquillista/vestuarista. El maquillaje, por su parte, es funcional y adecuado en la caracterización de cada personaje, muy a pesar del rápido montaje y los cambios en escena.

La escenografía es sutil, sin pretensiones de fastuosidad y movible: las actrices reacomodan algunos elementos tras el paso de una escena a otra, lo cual le otorga a la puesta cierta dosis de originalidad y maestría. Asimismo, el vestuario resulta sencillo pero coherente; prima la escasez de recursos, que no demerita la majestuosidad artística del espectáculo. La música, por su parte, es escasa durante la representación: una pieza con estas características no precisa de una banda sonora amplia para alcanzar su propósito. Sin embargo, despunta la siempre auténtica Omara Portuondo al interpretar “Siboney, yo te quiero/ yo me muero por tu amor…”.

Dos actrices se disputan un personaje protagónico a la entrada de un casting. Ambas quieren interpretar a “la leona”, no así a “la abejita”, pues consideran este último rol algo denigrante para sus carreras. Aducen en sus respectivas defensas aspectos técnicos de la actuación: carga dramática, puntos de giro, cadena de emociones, conflictos, cierre orgánico de frases, hilo de acción… Se produce entonces una crítica punzante y referencias directas al mundo del espectáculo. Aluden a una nominación que no fue para ninguna de las dos, pese a que ambas la merecían y deslizan la idea de obtener un personaje por herencia familiar.

Los monólogos de las actrices resultan trascendentales; evidencian el histrionismo y la comicidad de Venecia, así como la perfecta dicción de Andrea. Venecia cuenta su historia: la de una joven desprovista de belleza física, sus tropiezos e insatisfacción en el amor. Por su parte, Andrea interpreta a María, una predicadora de la palabra del Señor, que posee una doble vida y trasmuta en prostituta. La hilaridad de ambas historias y la amplia amalgama de matices las hacen merecedoras de continuas y acertadas ovaciones del público asistente.

El encuentro entre Marilyn Mongo (Monroe) y (Su)Frida Kahlo se torna risible e inquietante. Alude a los problemas existenciales y trastornos de la personalidad de aquella, su depresión constante y relaciones escandalosas con Cactus (Arthur) Miller y el presidente Kennedy. Asimismo, la supuesta inclinación lésbica de Frida y la relación de su esposo, Diogro (Diego) Rivera, el muralista mexicano, con la propia hermana de esta.

La parodia/simulación de una escena de Casablanca (1942), filme norteamericano de Michael Curtiz protagonizado por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, constituye otro guiño no solo fílmico sino también literario, pues la película está basada en la obra de teatro Todos vienen al café de Rick. La secuencia es parodiada a través de la exageración del gestus de las actrices y sus voces en off. Se alude en este cuadro a una de las obras magnas de la literatura universal (caprichosamente los niños de Vicky se llamarían Ana, Karen y Nina).

Casi al finalizar la puesta en escena, dos estudiantes de preuniversitario referirían en un matutino escolar algunas cuestiones de interés para su centro de estudios. En su discurso harían alusión a las nuevas tecnologías de la información, deconstruyendo a través de su uso diversas frases y consignas políticas, como “¡Abajo el imperio IMO!”; además de hacer referencia a otros términos de la informatización y el mundo del internet (etiquetar, WiFi, solicitud de amistad, Instagram, entre otros).

La cita es, sin lugar a dudas, uno de esos espectáculos que quedará esculpido en la memoria de todos los que tuvimos la oportunidad de presenciar —incluso en varias ocasiones— esta representación del buen humor en la Cuba de hoy. Humor inteligente que suprime la vulgaridad, las frases trilladas y el vacío en su haber. Así, mantiene al espectador “conectado” con cada uno de los personajes que estas jóvenes actrices interpretan con madurez profesional, respeto y comedimiento.

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