La AHS en la agenda de la investigación social en Cuba
2/11/2016
Ya se sabe que los premios no reflejan el mapa completo de la creación artística y literaria; posiblemente, ofrecen una muestra menor y selectiva de la misma. Sin embargo, lo que sí hacen es mostrar tendencias desde diferentes puntos de vista: ¿cuáles son los temas recurrentes?, ¿por dónde se mueven los registros de legitimidad y calidad que consideran los jurados?; y además, contribuyen a la construcción de jerarquías. Si hablamos de premios entregados por la organización que agrupa a jóvenes de hasta 35 años, cumplen también —en muchos casos— la función de visibilizar autores y formas de hacer.
Foto: Coretesía del Autor
Desde 1995 la Asociación Hermanos Saíz presenta sus convocatorias a becas y premios, con el objetivo de acompañar, estimular y promover la obra de los noveles escritores y artistas del país.
Desde 1995 la Asociación Hermanos Saíz presenta sus convocatorias a becas y premios, con el objetivo de acompañar, estimular y promover la obra de los noveles escritores y artistas del país [1]. En la actualidad, dentro de este sistema, la sección de Crítica e Investigación auspicia la entrega del Premio Memoria Nuestra, en coordinación con el Comité Organizador de las Romerías de Mayo en Holguín; la Beca de Pensamiento Ernesto Guevara y el Premio Calendario de ensayo.
En general, la actividad creativa de los jóvenes y en particular, la promovida por la AHS, han ganado espacio en el panorama nacional. Sin embargo, es precisamente el terreno de las Ciencias Sociales uno de los más conflictivos y ásperos para la publicación de los jóvenes investigadores. Esto tiene que ver, entre otras razones, con la permanencia de algunos elementos del subdesarrollo inducido que sufrieron el pensamiento y las ciencias sociales cubanas a inicios de los años 60 [2], y que asume hoy nuevas expresiones. Lo que prevalece, más que el subdesarrollo, son los esfuerzos —conscientes o no— de inducirlo.
Hay en Cuba una gran cantidad de investigadores, profesores universitarios, organizaciones, asociaciones e instituciones científicas, que proponen interesantes miradas a los fenómenos de la sociedad desde diversas disciplinas, en ocasiones, con una mirada bastante integral y compleja. Las limitaciones están en la desconexión de esos resultados con la práctica política y los organismos decisores. Afortunadamente, en los últimos tiempos se ha incrementado el diálogo a partir de la necesidad que ha impuesto el proceso de transformaciones económicas iniciado en 2010 [3]. Pero este proceso, como es de suponer, ha establecido el intercambio con una pequeña parte de la academia y con una participación ínfima de los jóvenes.
Foto: Coretesía del Autor
Razones como esta dan mucho valor a la actividad desplegada por la Asociación Hermanos Saíz. A manera de ejemplo, utilizaremos las becas y premios auspiciados por la sección de Crítica e Investigación, identificando algunos de los temas que han sido beneficiados desde 2010 hasta la actualidad. Con las limitaciones que tiene tomar como referencia los premios, ello podría ilustrar cuánto (o no) puede aportar la investigación social hecha por jóvenes en la hora actual de Cuba.
Los premios Calendario de las últimas seis ediciones cuestionan esa insistencia de rescatar la memoria histórica que, en realidad, lo que afirma es la debilidad existente. Lo que pasa es que ofrecen al escenario de la investigación historiográfica nuevas problemáticas: la necesidad de liberarse de los esquemas positivistas, la urgencia de articular diferentes disciplinas y enfoques metodológicos y, lo más importante, llenar los vacíos históricos en diálogo con la contemporaneidad cubana.
No es casual entonces que en 2011 se premiara el libro Viviendo después de la guerrita del doce. En busca de las secuelas de una masacre, de Alejandro Leonardo Fernández, que abordó un tema hasta entonces ausente de la enseñanza institucional de la Historia de Cuba y llegó a las consecuencias que tuvo este hecho sobre los imaginarios de la población. A todas luces, el problema racial constituye una de las principales preocupaciones de los jóvenes investigadores, no solo desde sus referencias al pasado, sino en el escenario contemporáneo y en diálogo con otras formas de exclusión. Siguiendo esta línea, la Asociación Hermanos Saíz galardonó en 2014 y 2015 ¿Es fácil ser hombre y difícil ser negro? Masculinidad y estereotipos raciales en Cuba (1898-1912), de Maikel Colón Pichardo, y ¿La nación secuestrada? Machismo y racismo en la política inmigratoria cubana (1902-1933), de Dayron Oliva, respectivamente.
Foto: Cortesía AHS
Mención aparte merecen las convocatorias de 2012 y 2016. En la primera, la periodista Meysis Carmenati se “fajó” con las referencias teóricas de Habermas y Gramsci, en lo que pudiera haberse convertido en un texto facilitador para buena parte de las polémicas que se producen actualmente en la Isla sobre espacio público y opinión. Por su parte, Rehabilitación de la memoria histórica: Lunes de Revolución en el campo cultural cubano (1959-1961), de Grethel Domenech Hernández, vuelve sobre un asunto de la Cuba posterior al triunfo revolucionario del 1ro. de enero. La investigación viene a confirmar que la mirada de muchos jóvenes se centra en los espacios de silencio que han perdurado. Si bien las cuestiones relativas a Lunes… se han visibilizado algo más en el espacio académico, no por gusto la autora identifica entre sus referentes a jóvenes como Leandro Estupiñán, Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco.
La investigación viene a confirmar que la mirada de muchos jóvenes se centra en los espacios de silencio que han perdurado.
En el caso de la Beca de Creación Che Guevara, se ha distinguido por la diversidad temática. Desde el lenguaje, pasando por la narrativa femenina contemporánea en Cuba y el papel de los sindicatos ante la denominada actualización del modelo económico, hasta el tratamiento en los medios al envejecimiento poblacional, parece apuntar a un amplio espectro de preocupaciones. La propia heterogeneidad es un elemento a favor, pero al mismo tiempo —por esa idea de que los premios lo que hacen es visibilizar— atenta contra la necesaria irrupción de una plataforma común en el escenario de la investigación social en el país.
Foto: Cortesía AHS
Estas son solo algunas pinceladas de un panorama rico, amplio y diverso. Muchos de los trabajos no premiados tocan aspectos espacialmente sensibles y contradictorios. Pudieran mencionarse, además, dentro de este mapa, el espacio Memoria Nuestra de las Romerías de mayo en Holguín, las jornadas Pensamos Cuba, el espacio de discusión Dialogar, dialogar y, especialmente, la actividad de los investigadores jóvenes (asociados o no) de instituciones como el Instituto de Filosofía, el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, el Instituto Juan Marinello, el Centro de Estudios de la Economía Cubana, entre otros.
A estas alturas, quizá lo más importante sea dedicar un tiempo a preguntarnos: ¿existe investigación social joven en Cuba hoy?, ¿está suficientemente promovida y visibilizada?, ¿se acompaña de un diálogo con los decisores de políticas? Yo adelantaría la tríada: SÍ, NO y MUY POCO E INSUFICIENTE. En este tema, considero que no debemos limitarnos a alabar las iniciativas de la AHS, sino remarcar las posibilidades que continúan desaprovechando muchas instituciones de oxigenar sus prácticas políticas.