Horizontes de teatro en La Habana

Maité Hernández–Lorenzo
15/1/2016

Como va siendo costumbre, cada año hacemos un balance del Festival de Teatro de Camagüey o del Festival de La Habana (FTH). Apenas unos días después de finalizada su edición 16, ya estamos hablando de lo que dejó en la capital cubana el FTH.

Desde el 22 de octubre hasta el 1 de noviembre, los principales circuitos habaneros y también subsedes en ciudades cercanas, acogieron un panorama diverso. Dedicado a la dirección escécnica, a los 90 años de Peter Brook y a los 30 de Teatro Buendía, el Festival fue también el resultado de un intento por articular la pluralidad de la escena a partir de los diferentes lenguajes de la dirección teatral. Por esa razón, el segmento teórico puso el acento, a través del apartado “Topografías escénicas”, en las estrategias, discursos, poéticas de grupos y montajes invitados a la muestra.

Destacó, en esa misma línea, un teatro político, de denuncia, exposición y compromiso social cuya efectividad primero se evidencia en la construcción política de sus propios lenguajes, no en la tematización ni en términos formales, sino en la concepción del lenguaje escénico, de esa topografia que cala hacia lo profundo y no se queda en la superficie. 

Sobre ese eje fueron evidentes las diferencias, no en términos de calidad, a mi juicio menos visibles este año, sino en conceptos como espectacularidad, puesta en escena, montaje, dispositivos, etc.; justamente maneras de cimentar ese paisaje, ese relieve escénico. Destacó, en esa misma línea, un teatro político, de denuncia, exposición y compromiso social cuya efectividad primero se evidencia en la construcción política de sus propios lenguajes, no en la tematización ni en términos formales, sino en la concepción del lenguaje escénico, de esa topografia que cala hacia lo profundo y no se queda en la superficie. Sobrados ejemplos en la cartelera ilustran este rasgo del presente Festival. De la escena internacional un botón de muestra entre muchos: Glory Box. La revolución (Finucane & Smith, Australia), Villa (Teatro Playa, Chile), El diario de Jean Genet (Atelier Voador Companhia de Teatro, Brasil), Liquidación por cierre (Teatro Che y Moche, España), La consagración de la primavera (She She Pop y sus madres, Alemania). Del teatro cubano, algunos disparos: Cuban Coffee by Portazo’s Cooperative (El Portazo), Harry Potter: se acabó la magia (academia documental), (Teatro El Público), Triunfadela (El Ciervo Encatando), Mecánica (Argos Teatro), Yiliam de Bala coming soon (Colectivo Persona), El irrepresentable paseo de Buster Keaton (Teatro de las Estaciones).

Paralelo al FTH y fuera de su calendario, estuvo desarrollándose Residencias Ibsen, una zona de gestión y producción teatrales del Laboratorio Ibsen que pone en evidencia nuevas estructuras y formas de organización en las artes escénicas cubanas, lo que viene a reconfigurar, a la vez, nuevas maneras de hacer/construir/diseñar/ejecutar políticas culturales desde otra arquitectura institucional. De ahí que también dialogue, por la manera que han sido concebidas y por las dinámicas de su funcionamiento, hacia el interior de un perfil de ese teatro político que crea disensos y rupturas con zonas de confort estancas e inmóviles.

El Festival, en su evolución natural, también se ha permeado de nuevas franjas de intercambio entre artistas y con el público. En esa vitrina de espectáculos, organizados en un escalonado y efectivo horario, han logrado penetrar nuevas estructuras y zonas de interacción que en ediciones anteriores no se producían de manera sistemática. 

El Festival, en su evolución natural, también se ha permeado de nuevas franjas de intercambio entre artistas y con el público. En esa vitrina de espectáculos, organizados en un escalonado y efectivo horario, han logrado penetrar nuevas estructuras y zonas de interacción que en ediciones anteriores no se producían de manera sistemática. Las experiencias de las ex-puestas, práctica en uso por la Casa Editorial Tablas-Alarcos y el Complejo Cultural Raquel Revuelta; el pitching de proyectos escénicos cubanos, un espacio como el panel de programadores internacionales con la convocatoria de la plataforma Difusión Internacional de la Escena Cubana, o el Foro UNIMA, que va siendo habitual en estos ámbitos, presentaciones de libros, publicaciones; son terrenos conquistados que deben permanecer en la cartelera del Festival.

El evento teórico fue este año uno de los más concurridos y modélicos en su concepción y dramaturgia,  y abarcó ángulos de la creación que pocas veces se colocan sobre la mesa, desde una pluralidad y apertura en sus discusiones. Faltó, sin embargo, el debate articulado desde la crítica, aunque el toma y daca de las ex-puestas podían suplantar un poco esta intención. No obstante, ese diálogo con y desde la crítica ha sido un espacio ganado en otras ediciones tanto en La Habana como en Camagüey, y debería instalarse como una práctica tan necesaria y legítima como las demás. Habría que repensar las modalidades y variables que podrían aplicarse en aras de buscar un trueque más productivo y menos impositivo desde la autoridad de la voz del crítico.

Fueron realmente conmovedores, en el apartado teórico, los paneles dedicados a los 30 años de Teatro Buendía y a los 50 del Odin Teatret. En el primero, se reunieron en la sala Rubén Martínez Villena, de la UNEAC, fundadores, acompañantes, testigos, actores, colaboradores, seguidores, admiradores que durante estas tres décadas han establecido un profundo nexo afectivo, profesional, emocional con el núcleo de Buendía y con su directora y mater, Flora Lauten. Y en el destinado al homenaje al Odin fue ejemplar la conversación, preguntas y respuestas, comentarios y notas al pie, entre el crítico y profesor Omar Valiño (Director de la Casa Editorial Tablas-Alarcos) y el maestro Eugenio Barba. Un hermoso e intenso diálogo que dejó entrever el alcance del pensamiento y la acción teatrales de uno de los más agudos renovadores, disidentes y rebeldes del teatro contemporáneo.

En medio de ese horizonte, está el público. Y no me refiero al espectador cuyo rostro ya conocemos de las funciones habituales. Hablo de aquel que fue saltando de un teatro a otro, buscando una historia, completando, comparando, ocupando una butaca en cada uno de los teatros, en diferentes horarios, buscándose una forma de llegar de una función a otra, en un extremo de la ciudad. Hablo del caminante que entraba y salía y volvía a entrar y volvía a salir buscando más, o del paseante que se detuvo ante el teatro callejero y de plaza que llegó desde Matanzas (El Mirón Cubano), Bayamo (Teatro Andante) y de Ciego de Ávila (D’Morón Teatro). Hablo del espectador que fue metiendo las narices en las exposiciones que se inauguraron por estos días donde dejaron su huella los lentes de Xavier Carvajal, Ernest Rudin, Sonia Teresa Almaguer o Julio César García. O de aquel que pudo disfrutar del ciclo de cine de Peter Brook cuyo punto de partida, Dime mentiras, filme realizado por el director inglés en 1967, dejó un excelente sabor y una proyección para los días futuros del Festival y que se conectó, de manera invisible e inesperada, con mi curaduría personal de la cartelera.

Los teatros estaban llenos todo el tiempo porque se logró una combinación que pocas veces funciona en el diseño de un evento: propuesta artística, programación y promoción.

La promoción ganó mucho terreno esta vez, multiplicando y resonando tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales, en los soportes impresos y en los digitales. Los teatros estaban llenos todo el tiempo porque se logró una combinación que pocas veces funciona en el diseño de un evento: propuesta artística, programación y promoción. Junto con el espectador asombrado, también llegaron de otras latitudes, críticos, pensadores, narradores, dramaturgos, cineastas que también contribuyeron a dibujar ese perfil multiforme del público del Festival.  Entre esos rostros, el del cubano Eduardo Manet quien ha vuelto al teatro nacional con una obra para Teatro Buendía inspirada en las cartas de Teresa de Ávila y cuyo estreno se espera próximamente.

Y aún con el calor del ambiente festivalero, apenas 48 horas después de la fiesta final en la carpa Trompoloco, se inauguró la cuarta edición de Espacios Ibsen. Una peculiar experiencia de trabajo que pone en primer plano las nuevas formas de gestión y de producción cultural en Cuba. Gracias a la colaboración activa de la Embajada de Noruega, en diálogo con el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, el Laboratorio Ibsen, junto a otras alianzas de cooperación, hace llegar al circuito principal de la ciudad estrenos, reposiciones y una muestra de la más reciente experiencia abierta del Laboratorio, resultado de las Residencias Ibsen.

En yuxtaposición, dos prácticas que exponen diferentes formas de relación del/con/desde el teatro. Dos espacios legítimos que conviven en un mismo contexto de distribución y exposición escénicas. Un punto que podría ser de interés en venideros espacios de discusión: ¿deberían ser los mismos? ¿Podrían construirse espacios paralelos de representación, circuitos de acción alternativos en condiciones de equidad? ¿Conquistar otros públicos desde ellos?

Un punto y aparte: toca, entonces, el año que viene hablar aquí de Camaguey 2016.