Historia a partir de una imagen

Leonardo Depestre Catony
16/3/2016
Foto: Cortesía del autor
 

Una fotografía publicada por la revista Carteles a inicios del año 1941 nos descubre a una María Zambrano en el ejercicio de la palabra. La “ilustre escritora” —como tal se la califica— ronda los 37 años, ha estado con anterioridad en La Habana, y en el momento de la instantánea imparte un curso sobre historia de la filosofía griega en la Institución Hispano Cubana de Cultura que preside Fernando Ortiz. 


María Zambrano 1941
 

En 1936 había estado ya en Cuba y de aquella estancia data su primer encuentro con José Lezama Lima. Ella tiene 32 años y el habanero Lezama 26, pero existe concordancia de apetencias literarias y surge una amistad duradera, sustentada en recíproca admiración. María aprovecha para dictar una conferencia sobre la filosofía y personalidad de Ortega y Gasset, y poco después prosigue viaje hacia Panamá, camino de Chile.

Por la fecha, España se desangra en guerra civil. María milita con los republicanos y afronta los peligros que ello implica. Ella, que andaba por América, regresa a España en 1937, para apoyar en las guarderías infantiles e impartir clases. Vislumbrando el final de la república, toma camino nuevamente hacia América.

En ruta hacia Nueva York se detiene en La Habana. Es el año de 1939 y se reencuentra con Lezama, da conferencias en el Lyceum Club del Vedado, desarrolla una actividad intelectual intensa entre amigos que se disputan su presencia y le brindan solidaridad.

En 1940 imparte en la Escuela Libre de La Habana un curso de conferencias sobre ética griega, tema sobre el que vuelve en ocasión de la foto que ilustra esta historia. Es más o menos la época en que publica en la revista Espuela de Plata, que antecede a Orígenes, en la que también está presente, porque a Lezama la une la condición de “almas gemelas”.

Participó también en la Conferencia sobre Cooperación Intelectual que tuvo por

sede a La Habana y viajó a Puerto Rico, pero regresó a la capital cubana, donde supo de la muerte de la madre, un hecho que la llevó a atravesar el Atlántico rumbo a su patria.

Cuando volvió al continente americano pasó una larga temporada en Cuba, donde vivió, salvo contadas interrupciones, entre 1949 y 1953. Que sepamos, su última estancia cubana fue breve, en 1954, acompañada por su hermana Araceli.

El caso de la malagueña María Zambrano, nacida en 1904, es el de una mujer cuyo talento y disciplina de estudios la llevaron a superar las barreras impuestas por su época. A esto contribuyó el hecho de ser hija de pedagogos y que su padre fuera hombre de ideas progresistas y estrechos nexos con la intelectualidad española. A la edad de cuatro años fue llevada a Madrid, y luego a Segovia.

Cuando en 1926 vuelve la familia completa a la capital, María entra en la Universidad Central de Madrid y hace sentir su aguzada inteligencia para los temas filosóficos. Estudia, imparte clases, se destaca como estudiante. Una personalidad como José Ortega y Gasset le toma afecto, maravillado de encontrar en ella, ¡una mujer!, las dotes de un filósofo.

Por esta época María Zambrano es amiga ya del poeta Miguel Hernández, del narrador Camilo José Cela y de otros intelectuales, pues Antonio Machado es compañero de su padre.

Las huellas cubanas de María Zambrano pueden rastrearse en la revista Orígenes, que publicó sus trabajos, y en la imprenta habanera La Verónica, donde se editaron algunos textos suyos.

El poeta cubano Eliseo Diego la recordaba así: “Cruzadas las piernas, blanca la falda, negro el elegante chalequito escogido para hoy, en la mano su larga boquilla. Aguarda a que Lezama termine una vasta disertación para refutarlo con tanta lucidez como cariño”.

Murió en 1991, pero antes alcanzó el Premio Príncipe de Asturias en 1981 y el Premio Miguel de Cervantes en 1988, lo cual da una idea de su contribución a las letras españolas.

Por supuesto, mucho más puede decirse, escribirse y averiguarse acerca de las estancias cubanas de María Zambrano, que tan enriquecedoras fueron para ella y para cuantos la conocieron.

Esta foto casi desconocida no ha sido más que un pretexto para recordarla y una incitación para quienes deseen ahondar en su obra.