Su acercamiento al cine histórico quizás proviene de su formación en esa especialidad. Lo cierto es que el cine de Luis Alberto Lamata (Caracas, 1959) ha sido útil en la construcción del relato de una nación y en la recolección de esas historias que definen a un país.

Luis Alberto Lamata realizador, guionista y productor venezolano. Foto: Tomada del sitio web del artista
 

La presente edición de la Semana de Cine de Venezuela en Cuba se le ha dedicado a este director, productor y guionista. El homenaje a su carrera incluye la proyección de cinco filmes realizados por él, que van desde Jericó (1990), hasta Bolívar, el hombre de las dificultades (2013).

Antes de la inauguración de esta semana, sostuvimos este diálogo que sondea sus motivaciones por el cine histórico y las características de la cinematografía venezolana en la actualidad.

¿Cómo llega a la construcción del relato sobre la vida de Bolívar desde un aspecto más humano, alejado del mito como héroe?

En el caso de Bolívar en particular, a mí me interesa el cine histórico, no solo porque me interesa la Historia en general —de hecho, fue lo que estudié— en la universidad. De alguna manera hay un interés permanente por todo lo que es el proceso que nos llevó a donde estamos en América Latina.

De Bolívar me interesa ese hombre menudo, ese hombre que no es perfecto, que comete errores, que corrige y que, sin embargo, a fuerza de voluntad, a fuerza de valor y de principios, fue capaz de darle la vuelta a la Historia. Nosotros en esta película escogimos una época de Bolívar, que es la época del exilio en Jamaica y de su exilio en Haití.

El Bolívar que comienza la película es un hombre quebrado, él, que ha sido uno de los hombres más ricos de América Latina, y, se puede decir, del imperio español, era una fortuna incalculable. Él se la jugó completa por la independencia. Y ese Bolívar que está en Jamaica, viviendo en una pensión de mala muerte y que una vez escribe en una carta: “Ya no tengo un duro, no tengo un centavo”, y es tanta la vergüenza que le da el que casi para comer tiene que pedir dinero a alguien, que está a punto de pegarse un tiro. Eso pocas veces se ha dicho y a veces se esconde un poquito, como si el héroe es menos héroe porque tiene esos momentos terribles. Y yo lo veo al revés, de ahí su grandeza.

Eso es lo que lo hace grande para mí, entonces nos interesó mucho ese Bolívar de Jamaica. Ese hombre que está lleno de defectos, es un hombre mujeriego, está comprobado que lo era. Pero también es cierto que aquellas mujeres no eran unas mujeres vacías, eran unas mujeres con pensamiento, con ideas, con compromiso… Hay una de ellas que participó activamente en la guerra.

En la película hay escenas que muchas veces la gente que la ve piensa que son ficción, que es alguna licencia que nos estamos dando, por ejemplo, cuando vemos a esta novia de Bolívar que en ese momento pelea a espada en un abordaje a un barco. Eso es histórico, eso no es ficción.

¿Puntos en común con Miranda regresa?

Aunque son muy distintas desde el punto de vista cinematográfico.

¿Cuáles son los temas que le apasionan en esa indagación histórica al pasado?

Si nosotros no nos contamos, nadie nos cuenta. Es asunto nuestro contarnos, o nos cuentan mal. O nos cuentan con interés. O somos una cosa simpática y folclórica. Pero, ¿contarnos de verdad? en nuestros procesos políticos, éticos, morales, sociales…, eso tenemos que hacerlo nosotros.

Eso a mí me interesa, sin embargo, mi cinematografía, a pesar de que tiene una gran cantidad de películas históricas —algunas de ellas están aquí en este ciclo— también tiene otro tipo de películas. Yo he hecho no solamente drama urbano contemporáneo, sino que he hecho también comedia musical. Porque me gusta el cine, como espectador me gusta todo el cine. Pero te confieso que cuando hay un tema histórico, y siempre que sea posible, me encanta desarrollarlo.

Foto: Internet
 

Como realizador, ¿cuáles han sido los principales retos que ha tenido que sortear?

Mira, hacer cine siempre es difícil, y desde Latinoamérica es mucho más complejo, y cuando tú te planteas realizar una película histórica, es el triple. ¿Por qué? Bueno, pues porque hay que reconstruir el vestuario, la utilería… También, ¿qué ha ocurrido a veces en el camino? En el caso de Bolívar…, hay un apoyo de la Villa del Cine que fue muy importante, porque entró en coproducción con el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), con Wanda, con Televisión Española…, es decir, ahí hay un esfuerzo por levantar ese presupuesto y resultó.

Yo hice cine incluso antes de la Revolución, mi interés por el cine histórico es anterior a la Revolución Bolivariana, pero sí tengo que reconocer, y lo tiene que reconocer cualquier cineasta, que desde la Revolución hubo un proceso de apoyo al cine como nunca antes. De hecho, numéricamente, se han hecho más películas en estos veinte años que todas las que se hicieron en la etapa anterior.

Ya eso te habla de un esfuerzo, que se aprobó la Ley de Cine, que se crearon instituciones o se mejoraron otras, en el caso del CNAC (Centro Nacional Autónomo de Cinematografía), el CNAC existía, pero realmente quien lo dotó de una ley que lo apoyara fue el Estado. Eso ha facilitado algunas de mis películas. Otras no, yo también he hecho producción independiente, creo además en la importancia de la producción independiente y creo además que no entra en contradicción con que el Estado tenga sus instituciones, sus fondos. Entre más puertas tenga el cineasta para tocar y levantar su presupuesto, mejor.

Ventajas…

Encontrarme con un país con un marco legal que protege el cine, encontrarme con un Estado dispuesto a hacer cine, incluso te hablo desde un momento difícil. Venezuela ahora mismo está viviendo un proceso complejo, estamos viviendo un proceso de sanciones que ya Cuba ha vivido durante muchísimos años y que para Venezuela es algo realmente insólito y de mayor ferocidad. Eso lógicamente afecta todo, entre ellos, al cine.

¿Actualmente cuáles son las particularidades del cine que se realiza en Venezuela?

Afortunadamente, y eso me alegra mucho, el cine que se hace es un cine muy variado. Variado en cuanto a temáticas, en cuanto a miradas, muy variado en cuanto a lenguajes cinematográficos, y yo creo que eso es sano. Aquí en este ciclo hay un par de películas contemporáneas, cuando digo contemporáneas me refiero a que tratan la realidad actual de Venezuela que es muy interesante ver. Está Azul y no tan rosa de Miguel Ferrari, que es una película que vale la pena ver, está Dicaprio de Corozopando y son dos miradas muy distintas, vale la pena acercarse a ellas.

Este ciclo ha hecho énfasis en ese cine histórico que a mí me importa y que siento que es fundamental que se siga haciendo, que no se deje de hacer, pero como espectador también quiero ver comedias, quiero ver dramas, quiero ver zombis, quiero ver vampiros, quiero ver cualquier otra cosa que me propongan los realizadores.

La importancia de esta muestra.

Es acercar aún más a dos países que comparten mucho, que comparten historia, comparten presente y vale la pena que nos veamos constantemente. Yo siento que el cine latinoamericano se consolida en la medida en que nosotros mismos nos vemos. El cine latinoamericano no va a crecer porque tenga éxito solamente en Europa o en Estados Unidos, el cine latinoamericano es importante que lo veamos nosotros, y que, en Lima, en Bogotá, en Buenos Aires y en Caracas, y en La Habana, veamos nuestro cine. Acercar el cine venezolano a La Habana es volver a traer filmes que dejaron una huella en esta ciudad.