Furia por la danza en el Gran Teatro

P. A. González
9/1/2017

Desde que en el pasado abril la compañía de Carlos Acosta hizo su debut en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, cada nueva aparición despierta la mayor seducción en el público habanero, tanto entre los que disfrutan el modo de hacer de Acosta Danza como en quienes no han podido, o no han sabido, degustar tan sugestivo modo de hacer la danza.

foto de Derrumbe, de Miguel Altunaga; interpretada por Leticia Silva y Carlos Luis
Derrumbe, de Miguel Altunaga; interpretada por Leticia Silva y Carlos Luis Blanco. Foto: Kike

En los días del 7 al 11 de diciembre, nuevamente en el Gran Teatro, Acosta Danza se presentó en su Temporada de otoño con la Suite de Tocororo como pieza fundamental y otras cuatro creaciones: Derrumbe, de Miguel Altunaga; Babbel 2.0, de María Rovira; Fauno, de Sidi Larbi Cherkaoui; y Hokiri, de Mickael Marso Riviere; que, de dos en dos, iban cubriendo las funciones de baile en ocasiones alternas.

Fauno

Como una espléndida entrega artística se nos mostró Fauno, la delicada coreografía de Sidi Larbi Cherkaoui. La obra está constituida por un formidable dúo que, en manos de los bailarines de Acosta, se deja saborear sobre el marco sonoro de la música impresionista del conocido preludio de Claude Debussy.

Si precisa y brillante es la labor de los bailarines, la escenografía y el vestuario, con el bosque al fondo, cuajados de tonos pasteles, recrea toda una atmósfera de sensaciones que se apropia de la sala y los espectadores.

Si sensación es placer y placer es libertad, los azules que manan de la escena lo liberan todo en medio de un mar de sutilezas.

La coreógrafa muestra un feliz dominio del espacio escénico, donde la expresión corpórea y los amenos ejercicios de piso nos conducen hacia una plenitud de la danza en conjunción con otras miradas artísticas.


Fauno, de Sidi Larbi Cherkaoui; interpretada por Julio León y Yanelis V. Godoy. Foto: Kike

De Mickael Marso

Hokiri, de Mickael Marso, es otra cosa. El coreógrafo nos muestra su maestría para desenvolverse con grandes grupos de bailarines en una provocación de pasos y gestos. Si alguna visión puede tornarse icónica en Hokiri es el polvo adherido a las cabelleras. Cubiertos por los paños de lo ignoto, el creador nos propone un acertijo digno de detenerse en el tiempo que nos deja, al final, en un estado de sobresalto.

Si algo mereciera una mirada es la buena administración del tiempo, una dimensión a tener en cuenta.

La suite

Tocororo Suite es el título con que se presenta una versión eficiente de Tocororo. Fábula cubana, ópera prima del coreógrafo Carlos Acosta presentada en el Gran Teatro en el año 2003.

Siguiendo la línea argumental de su precedente, Tocororo Suite recoge una selección de escenas y bailables de su obra base y los entrega, en visión mejorada, ante el auditorio.

Si en la primera visión, Tocororo. Fábula cubana, este cronista consideró que la obra transitaba por un camino adecuado y así lo expresó en su momento; ahora se encuentra con una pieza que, acopiando esfuerzos de texto y tiempo, se ha hecho más eficiente en su decir, sin deshacerse de la imagen esencial.

Es conocido entre los cubanos que Tocororo es una metáfora sobre la infancia, adolescencia y primera juventud de su creador.

No es difícil detectar que Carlos Acosta, ahora desde la posición de coreógrafo y liberado del trabajo de bailarín, ha podido pulir ciertos detalles, mejorar otros, sacar filo a ciertas aristas, para entregarnos una pieza de excelencia.

Carlos Acosta es un cubano, un habanero sazonado por las verdades de nuestras calles, y eso se deja ver en la creación que nos ofrece.

Luis Valle, un virtuoso procedente del clásico, pero que conoce muy bien la composición, tuvo a su cargo el personaje de Tocororo, el muchacho que llega a la ciudad para abrirse un camino. Desde la escena inicial de los grandes saltos virtuosos, Valle se hizo dueño de la escena, pero todos querían ver cómo se desenvolvería en los pasos populares cubanos, de donde salió airoso y dejó significativamente marcado cuál es su lugar.

Verónica Corveas, en la Clarita de la obra, la enamorada de Tocororo, estuvo en su más alta plenitud. Es una intérprete que ha hecho de ese personaje todo un oficio. Da gusto verla bailar: dulce, plena y amante.

Un momento de especial reflexión merece Alexander Varona, ese gran bailarín cubano, que tuvo a su cargo el personaje de El Moro. Virtuoso del guaguancó, Varona es también un tremendo actor, que encarna al negro “títere” del folclor urbano. Rey de las calles, solares y cuarterías; bebedor de trago largo, el rival de Tocororo es un delicioso antagonista, tal y como lo hace Varona.

Los músicos constituyen una maravilla del espectáculo y su labor sobre la escena, liderados por Hammadi Rencurrel, es toda una conquista de la entrega.

Ha sido exitosa esta nueva temporada de Acosta Danza, una agrupación que, rompiendo separaciones y secesiones, labora por unir la danza en una sola, algo que se ha dicho mucho desde la teoría; sin dejar de mostrar su excelencia sobre las tablas, en esa furia por bailar que muestran sus bailarines.