Festival de Cine Francés en Cuba: Gallo galo llega de gala

Joel del Río
31/5/2016

Del 29 de abril al 21 de mayo tiene lugar en La Habana, y en toda Cuba, el tradicional Festival de Cine Francés, junto con la primera jornada, más integral, de la cultura francesa en la Isla.

El mes de mayo significa la llegada del tradicional, y popularísimo, Festival de Cine Francés, este año con una visualidad que tiene en cuenta, a nivel del poster, el spot y otras promociones, el gallo como símbolo de Francia. El término en latín gallus servía para designar a los galos y a los gallos, de modo que en el Renacimiento se tomó el emblema del gallo simbolizando la Galia.

La singularidad de una jornada de carácter cultural, abarcadora de varias disciplinas como las artes visuales, la alta moda, la música de ópera y otras, contempla nuevamente el popular Festival de Cine Francés, que se divide en dos cuerpos: 19 filmes de estreno, producidos entre 2014 y 2016, y otro segmento integrado por nueve clásicos restaurados, títulos antológicos de la Cinemateca que serán proyectados en el cine La Rampa, cuyo equipamiento digital se instaló gracias a la colaboración de la embajada gala.

Los clásicos restaurados agrupan títulos tan conocidos y prestigiosos, producidos desde los años treinta hasta el presente, como Los paraguas de Cherburgo, Capitán Conan, La vida y nada más, Un día de fiesta, French Cancan y Pepe Le Moko, que bastan para explicarle a cualquier curioso la importancia de esta cinematografía en los últimos cincuenta o sesenta años de evolución del lenguaje audiovisual.

El Festival contempla dos estrenos mundiales de filmes inéditos, incluso en Francia. El espectador cubano podrá apreciar El Outsider, de Christophe Barratier, que inauguró el evento en el cine Chaplin con la presencia de su director, quien ha sido uno de los organizadores más fieles, dedicados y entusiastas de estos festivales. También en calidad de estreno absoluto se verá el documental Huracán, en el cual sus tres realizadores trabajaron de conjunto con la NASA para contar, y mostrar en detalle, el viaje de 15 mil kilómetros de un portentoso meteoro con enorme fuerza destructiva, a pesar de que su existencia resulte esencial para ciertos equilibrios de la vida en el planeta.

Además, llama la atención la presencia de títulos como el multipremiado filme histórico La diplomacia (Volker Schlondorff); el drama social La ley del mercado (Stephane Brizé); los filmes de autor El precio de la fama (Xavier Beauvois) y Joven y bella (Francois Ozon); la producción rodada en Cuba Fui banquero, con la presencia del mítico Pierre Richard; el thriller Conexión Marsella y la comedia musical La familia Belier, entre otros.

Foto: www.lahiguera.net

 

Varias de estas películas ya han sido vistas en Cuba gracias al bendito paquete semanal, que también favoreció la exhibición en televisión, y por ello podemos hablar de algunas de estas producciones con más detalle. Por ejemplo, La familia Belier es una suerte de comedia musical, realizada en 2014, que presenta de manera amable y simpática, al mismo tiempo que reflexiva y conmovedora, el tema dominante de la diferencia y la discapacidad, en tanto la muy joven protagonista es la única que puede hablar y escuchar en una familia de sordomudos. En paralelo, se habla también sobre la necesidad de los adolescentes de volar con sus propias alas, de encontrar las responsabilidades que implica la adultez y asumir riesgos y retos propios, lejos del amparo filial.

Para que el argumento resultara más atractivo, los guionistas le confieren a la adolescente protagonista de La familia Belier el don de la música y el canto, algo que, inevitablemente, le crea conflictos con una familia para la cual la idea de una carrera en la música significa algo totalmente ajeno y opuesto a esta suerte de felicidad bucólica y un poco rústica que, al parecer, le había bastado a la muchacha hasta el momento en que descubre su capacidad para cantar. Con el propósito de subrayar la validación de la diferencia, el filme insiste en las interminables reservas de afecto de esta familia inagotablemente activa, alegre y franca.

Así discurre esta comedia singular, que alcanzó considerable éxito de taquilla, fue nominada a seis premios César del cine francés y llegó a ganar el galardón en la categoría de Mejor actriz revelación para Louane Emera, la talentosa adolescente que protagoniza el filme. Además, La familia Belier presenta otra de las características fundamentales y generalizadas del cine francés: la defensa del patrimonio cultural nacional; en este caso, mediante la música del cantautor Michel Sardou, muy poco conocido fuera de las fronteras francesas y por ello, precisado tal vez de un rescate como el que verifica esta película a partir de versiones de hermosas canciones como Cantando y Yo te amaré, para reforzar los matices de comedia romántica en los que el filme también incursiona ocasionalmente.

En las antípodas estéticas de La familia Belier, se sitúa el drama realista La ley del mercado, conducido por la poderosa actuación del actor protagonista Vincent Lindon. La película supone cierto reto para los espectadores que gustan del cine espectacular, en tanto el argumento se concentra en las angustias de un hombre común, y renuncia a todo tipo de embellecimiento o adulteración de la realidad. Desde su primera escena, cuando el protagonista aparece desesperado debido a que se quedó súbitamente sin empleo, el guion del filme respeta la inteligencia del espectador al presentar la historia sin adornos, y emplea a fondo recursos como los movimientos de cámara que, en lugar de hacer visibles los gestos y reacciones de los actores, muchas veces los dejan fuera de campo, con tal de que el espectador vaya construyendo la historia junto con los realizadores.

El sonido muchas veces provee los elementos necesarios para que el público adivine lo que está pasando y dónde, de modo que pueda identificarse con estos personajes, al mismo tiempo comunes y complejos. A través del trabajo con la cámara y el sonido, el filme intenta que comprendamos a plenitud esta denuncia de las leyes del mercado, es decir, la tragedia y deshumanización que conllevan ciertas reglas de las sociedades más desarrolladas donde imperan la competencia, la deshumanización, las imágenes falsas y el consumismo.

Entre los elementos singulares de La ley del mercado figura ese modo de narrar en el que, aparentemente, no está pasando nada, mientras el personaje protagónico se está jugando su dignidad, los valores en los que ha creído su vida entera, solo para cumplir con ciertas transacciones, entrevistas con la seguridad social o la búsqueda acuciosa de un nuevo empleo. Además del ritmo pausado —tal vez demasiado lento para ciertos espectadores acostumbrados a la acción incesante y al montaje vertiginoso—, La ley del mercado presenta una historia sobre la espera, la frustración, el no-hacer-nada, y los personajes agobiados por la competitividad o las deshumanizadas exigencias del mercado laboral. Tales temas son tratados con la sobriedad estética, el ritmo pausado y la honestidad que requieren, en tanto se trata de una película que busca la trascendencia más en el poder humanista de su denuncia, que en tratar de repletar las salas de cine con millones de espectadores ávidos de entretenimiento y evasión. La ley del mercado procede a contrapelo de la tendencia dominante en el cine más popular, con la esperanza de poder encontrar también un espectador interesado en la reflexión y la crítica.

Vincent Lindon es dirigido por uno de sus cineastas favoritos, pues han trabajado juntos, siempre con éxito, en varias ocasiones. El director Stephane Brizé también coescribió La ley del mercado, y continúa su línea trazada en filmes anteriores sobre personajes en lucha cotidiana contra el hastío, tales como Unas pocas horas de la primavera o El azul de las ciudades. Además, conserva de sus películas anteriores el ritmo parsimonioso de la narración y el regusto por las situaciones y los personajes comunes, que en apariencia carecen no solo de cualidades extraordinarias, sino también de la posibilidad de tener éxito en su vida personal y profesional. Brizé hace un cine sobre los perdedores, los humillados y los fracasados, si bien les reserva momentos de liberación o revancha que no relatamos para no estropear la sorpresa de la narración.

Entre los invitados franceses que acompañan sus respectivas películas, además de Christophe Barratier, se encuentran el cineasta consagrado Jean Becker y la directora, guionista y actriz franco-turca Deniz Gamze Ergüven, entre otros. Proveniente de una dinastía de profesionales galos dedicados al cine, Becker fue muy conocido a través de filmes como A escape libre (1964); Verano asesino (1983), que fue candidata a la Palma de Oro y a los César, y Elisa (1995). En el Festival, se programa su comedia Unos días para recordar, con Gerard Lanvin. Gamze Ergüven se dio a conocer al público internacional gracias a su película Mustang, estrenada en 2015, que ganó los César (la más alta distinción cinematográfica francesa) de mejor ópera prima y guion original, y luego constituyó la propuesta francesa para la competencia por el Oscar.

El Festival de Cine Francés llegará a todas las provincias de Cuba, con excepción de Artemisa, la única que no dispone de un espacio consagrado a la programación de Cinemateca. Además de los principales cines capitalinos, se habilitan las subsedes de la Escuela Internacional de Cine y TV, de San Antonio de los Baños; la Casa Víctor Hugo; la Universidad de las Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona y el Centro Cultural Padre Félix Varela.