Evtushenko

Pedro de la Hoz
5/4/2017

Cuando lo escuché por primera vez, ya entrado el siglo XXI durante las que comenzaban a ser frecuentes visitas a La Habana, no era precisamente una estampa glamorosa la del poeta. Vestía pantalones a cuadros y una camisa rayada. Estaba más cerca del clown que del arte lírico. Pero cuando entonó los versos, con una voz resuelta y rica en acentos, el gesto se transfiguraba y daba la impresión de que, sin el verbo, no importa el exacto sentido de las palabras, el mundo no existiría.

Esa es la imagen que guardo de Evgueni Evtushenko. Una de tantas que fue dejando a su paso por la vida siempre en proscenio desde que publicó su libro inicial, Estación de invierno, hasta que hizo mutis el primer día de abril.


Evgueni Evtushenko mientras leía sus poemas en la Casa del ALBA. Fotos: Internet

Poseía un sentido muy elevado de sí mismo. Incluso planeó su despedida. Si, como aconteció, fallecía en Estados Unidos, donde moraba por largos períodos al amparo de una cátedra en la Universidad de Tulsa, debían sepultarlo en tierra rusa bajo un túmulo diseñado por él mismo, a escasos metros de donde reposan los restos de Boris Pasternak, el Nobel autor de Doctor Zhivago. “Me siento moralmente obligado a llegar a mi centenario para terminar mis proyectos”, confesó hace pocos meses en Santiago de Chile. Un solo error de cálculo: pensó que su existencia se prolongaría hasta cumplir los 85 el próximo año para poder recibir los múltiples agasajos que esperaba.

A diferencia de otros colegas suyos, nunca renegó de haber sido un hombre soviético. Nacido en la estepa siberiana, asumía apasionadamente su identidad rusa, pero defendió en más de una ocasión el sistema soviético más como posibilidad que como realidad. “Pudimos y debimos ser mejores. Dimos un salto enorme hacia la luz. Ahora solo quieren verse las sombras y eso es mezquino y cobarde. ¿Quién no se equivoca? ¿Quién no sucumbe? Las hazañas de los hombres soviéticos son más grandes que las atrocidades de algunos de sus líderes", afirmó ante una tertulia de poetas y estudiantes en La Habana en 2016.

A la revista chilena Punto Final había declarado en 2009: “El Partido Comunista de la Unión Soviética fue revolucionario, pero evolucionó hacia adentro con Stalin. Hubo matanzas de quienes incluso hicieron la Revolución Bolchevique, pues eran idealistas, y los idealistas eran molestos para Stalin. También existió la colectivización forzada propuesta por el mismo Stalin, pero después la criticó y atacó a quienes la promovieron a instancias de él. Es decir, hubo un cinismo absoluto. Pasó algo parecido a la Revolución Francesa, donde la revolución asesinó a sus propios hijos. Por lo tanto, no se puede idealizar hoy la figura de Stalin como algunos pretenden. Tampoco idealizar la figura del Zar y su familia como intentan por otro lado. En su reinado hubo hambre y muerte, razones por las que era imposible evitar la revolución que se estaba gestando. Históricamente era imposible evitarla. (…) La verdad siempre se debe saber, de cualquier lado que sea, la historia debe ser contada con la toda la verdad. No debemos repetir los errores. Y en el caso del socialismo también los hubo. Y Marx y Engels no fueron los culpables de los errores del socialismo, debemos releerlos. Muchas de sus ideas siguen vigentes”.


Portada de Times en 1962.

A Evtushenko lo acusaron de ser el niño lindo de Nikita Jruschov, después del XX Congreso del PCUS que exorcizó los fantasmas del estalinismo. En todo caso lo fue de las multitudes que acudían a escuchar sus versos en plazas y estadios, y agotaban las tiradas de sus poemarios. Otros echaron a rodar la especie de que habían fabricado su imagen para consumo de Occidente, en un intento de contemporización con “los enemigos de clase”.

Siempre rechazó de plano tales consideraciones. Al principio de la perestroika, en ocasión de un viaje suyo a Madrid, cierta prensa española sugirió que había sido mimado por el poder soviético, Evtushenko respondió: “Es ofensivo ese. ¿Qué quiere decir que gozo de una buena posición? ¿Es que sólo pueden gustar los poetas que han estado en la cárcel o tienen libros que no les editan?”.

Una de sus estancias habaneras coincidió con el redescubrimiento de la película Soy Cuba, que rodó en la Isla durante 14 meses a principios de los años 60, el director soviético Mijail Kalatozov, el mismo de Cuando vuelan las cigüeñas. Para elaborar el guion contó con Evtushenkoy el cubano Enrique Pineda Barnet. Fue la oportunidad para que el poeta conociera de cerca la realidad cubana, convulsa entre la invasión mercenaria de Playa Girón y la Crisis de Octubre.

Soy Cuba se caracterizó por la desmesura poética, nada que ver con las normas de la doctrina del realismo socialista. En 2005 un joven cineasta brasileño Vicente Ferraz filmó un documental sobre aquella aventura que llamó El mamut siberiano. A raíz del estreno de este material, Evtushenko aclaró: “El mamut es un animal prehistórico, fósil, y lo que hicimos en La Habana pudo no funcionar, pero era una embestida a favor del arte. Yo no hablaría de un mamut, sino de un miura”.


Portada de su Autobiografía precoz.

Como se ha visto, el poeta gustaba explicar sus razones para crear y vivir. Por ello, en el primer capítulo de sus memorias, Autobiografía precoz, escribió:

“Ustedes dirán que me contradigo de una página a otra, que después de haber alabado el individualismo indivisible del poeta, me presento como un cantor de las ideas colectivas.Pero es una falsa contradicción. Creo que es necesario tener una personalidad muy propia, muy determinada, para poder expresar en su obra lo que es común a muchos hombres. Mi ambición de poeta no es más que esa. Quisiera poder, en el curso de mi vida, incorporar a mis poemas el aliento de los demás sin renunciar a mí”.