Esta es la nueva casa… la nueva escuela… (I)

Emir García Meralla
5/1/2017

Son los hijos de la liberación sexual cubana. Sus padres comenzaron a amarse bajo el embrujo de los boleros de Pacho Alonso que había escrito Enrique Bonne. Ellos, sus padres, se habían dado la mano y caminaron hacia ese lugar donde se encuentra la felicidad mientras soñaban un nuevo mundo.

La virginidad, y todos los dogmas a ella asociados, pasaron a ser parte del pasado. Se amaron en las trincheras, en las movilizaciones a la agricultura; subiendo los cinco picos o simplemente a la salida de la escuela. No por gusto una parte de la sociedad se escandalizó cuando la saya superó el límite permitido y la voluptuosidad se convirtió en pan nuestro de cada día; o el pelo largo en los hombres dio una nueva dimensión a la masculinidad.

cartel del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC
 

Los patrones cubanos de independencia —emancipación, le llamarán en otras latitudes geográficas— estaban ajustados a la usanza de estos tiempos. Hubo quienes pusieron el grito en el cielo ante la aparición de las primeras madres solteras en una familia de fuerte arraigo tradicionalista; y es que los cambios sociales profundos por la igualdad de la mujer —hoy es asunto de género— y su emancipación doméstica aún no habían logrado calar en una parte importante del tejido social. Ahora ella era sujeto activo dentro de la sociedad, y por lo tal, correspondía una dinámica musical ajustada a esos presupuestos.

Estos cambios sociales, de profunda trascendencia, tuvieron su máxima expresión cuando se estableció el sistema de becas para hacer realidad aquella definición que invitaba a combinar el estudio con el trabajo; así aparecen las primeras escuelas en el campo. Como era un acontecimiento de alta trascendencia social, la música del momento lo reflejó y correspondió al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GES) asumir su crónica prístina.

El GES había sido fundado a fines de la década precedente, aunque operativamente se materializó en los comienzos de los años 70, con el fin de aportar nuevos elementos musicales al cine cubano, que desde las vanguardias sonoras dieran una identidad alejada del edulcoramiento de las décadas precedentes. Pero muy en el fondo, fue el refugio de muchos de aquellos jóvenes incomprendidos que fundarán lo que será conocido como la Nueva Trova. Eduardo Ramos, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola y Sara González como compositores, y un ecuménico grupo de músicos tales como Leonardo Acosta, Sergio Vitier, Leovigildo Pimentel, Emiliano Salvador, Pablo Menéndez, entre otros, estarán bajo la batuta y formación de Leo Brower en el laboratorio creativo más importante y trascendental de la música cubana en toda su historia.


 

El  GES comenzó a escribir canciones, a interpretar poéticamente los sueños de la nación, y desde esa perspectiva se insertó en el gusto masivo y fue tejiendo su leyenda, una leyenda alimentada con canciones que han resistido el paso del tiempo.

Esta es la nueva casa/la nueva escuela. Así se definía musicalmente la Revolución cubana en los años 70; se definía a los hombres y mujeres que serían el futuro inmediato de una nación que no lo pensaba dos veces antes de lanzarse a cualquier aventura social y humana que reivindicara y reinventara su futuro.

Casa y escuela nueva/como cuna de nueva raza. La del hombre que no temía romper montes y ciudades, que estaba dispuesto a enfrentar la naturaleza, y para el que no había tiempo que perder cuando de encauzar sueños se trataba. Un hombre que no había roto con su historia, pero que estaba listo para modificar la que estaba viviendo.

La historia también se escribe con música y la guitarra se reinsertaba en el gusto cotidiano, lo mismo que la necesidad de superarse culturalmente. Atrás había quedado la campaña por alfabetizar; la luz de la verdad había llegado a todos los rincones de la nación y, junto a ella, el cine y el resto de las artes. Era tiempo de que se creciera culturalmente y en ese camino estaba también el trazado de la música; a la vanguardia de esa idea marchaba el GES, no importa que algunos de sus temas apelaran a la rumba o al son para darnos motivos, a fin de cuentas, esas también eran músicas cubanas; ellas habían alimentado los sueños de padres y abuelos.

No se tenía derecho a esperar; el socialismo estaba a la vuelta de la esquina y no se le podía perder el paso.