…esos seres extraños

Maikel José Rodríguez Calviño
18/2/2020

Antonia Eiriz refulge en la Historia del arte cubano con el brillo de lo mitológico. Es, ya, una mujer legendaria, casi tanto como su obra, una de las más peculiares e insuperables de cuantas se hayan gestado en nuestro país. Roberto Fernández Retamar la definió como “la pintora de lo trágico”; la Doctora Adelaida de Juan acuñó el término “de lo grotesco-expresivo” para definir su poética; La Anunciación cuenta entre lo más significativo del arte insular de todos los tiempos.

La Anunciación, de Antonia Eiriz. Foto: Internet
 

Por estos días podemos encontrar en galería Galiano la muestra colectiva Felices los normales, gestada para rendir homenaje a la inefable Ñica. Con curaduría de Laura Martín y Sandra García Herrera, la exposición fue concebida a partir de una idea original de Laura Martín y Miriannys Montes de Oca, y reúne varias piezas realizadas por jóvenes artistas con poéticas muy cercanas a la desarrollada por la autora de El dueño de los caballitos, Ni muertos y El vendedor de periódicos. Asimismo, conmemora el treinta aniversario de Reencuentro, muestra retrospectiva que presupuso el regreso de Antonia, tras veintisiete años de silencio, al panorama visual cubano de su tiempo. Poco después, la creadora fallecería en Nueva York, mientras cursaba una beca ofrecida por la Fundación Guggenheim, en 1994. 

La exposición incluye un núcleo curatorial dedicado a la documentación que exhibe dos audiovisuales y varios fragmentos de textos rubricados por varios autores, críticos e investigadores que se han aproximado a la obra de la significativa pintora, entre ellos Rufo Caballero, María de los Ángeles Pereira y Adelaida de Juan (cuya primera publicación crítica fue, precisamente, una reseña de la genesíaca exposición que Eiriz celebrara en Galería Habana, en 1964).

Felices los normales no es una muestra pretenciosa ni definitiva. En ningún momento procuró trascender el sincero y emotivo homenaje que la define. La selección de piezas y de material documental fue, a grandes rasgos, cuidadosa; la museografía evidencia una intención latente en ambos núcleos curatoriales y nos conduce, suavemente, a dos tintas sobre cartulina, ejecutadas por Antonia, que actualmente forman parte de la colección del Museo Municipal de San Miguel del Padrón. Así, al final del tributo y de la opinión, de las citas y los documentales, ella y ese contundente statement creativo y vital que pronunció con motivo de Reencuentro.

Visual general de la exposición Felices los normales, en galería Galiano.
Foto: Maité Fernández
 

Entre las obras expuestas encontramos 1, 2, 3 probando… (2000), conocida instalación con micrófonos de hierro realizada por el colectivo D.U.P.P. Iconográficamente, esta pieza conecta con la polémica obra Una tribuna para la Paz Democrática, exhibida hoy de forma permanente en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes bajo un despliegue museográfico muy cercano al original.

A 1, 2, 3… se suman pinturas que entremezclan horror y belleza, neoexpresionismo y crítica social. En lo personal, atraen mi atención los trabajos de tres creadores. De un lado, Marco Arturo Herrera, quien combina una estética aparentemente pueril con programas iconográficos de origen clásico en los trabajos Están en las nubes y El último pa’ la Capitolina, de la serie Carnaval (2010). Del otro, Miroslav de la Torre, cuyas piezas Guiteras (2017) y El arte en platos (2019) entremezclan La Pietá, Cristo crucificado y pasajes de la historia cubana en inquietantes escenas surrealizantes. Recordemos aquí que la propia Antonia trabajó la temática religiosa en composiciones como La Anunciación, ya mencionada, y Cristo saliendo del Juanelo, ejecutadas en 1964 y 1966, respectivamente.

Al fondo de la primera sala encontramos Figs. 61, 62 y 63, gran lienzo de Jorge Luis Rodríguez que se mueve entre lo gráfico y lo grotesco. El resto de la nómina lo integran Mirianys Montes de Oca, Yohy Suárez, y René Francisco Rodríguez, quien propone una apropiación de La muerte en pelota, pintura realizada por Eiriz en 1966. Por último encontramos a Yoxi Velázquez, cuya instalación Alergia a los osos (2009) marca, en materia estética, punto y aparte con respecto al resto de las obras, aunque aporta una inquietante nota pueril con una alta dosis de sorpresa y agazapada expresividad.

Vintage (2018), óleo sobre lienzo de René Francisco. 
 

A veces ignorada, a ratos desconocida, Antonia permanece aquí, entre nosotros, arropada en el horror de su leyenda. Volver sobre ella, siempre. Desconocerla implica negar un período, un espíritu, un estilo único en la historia del arte cubano. Felices los normales constituye una excelente justificación para recordarla y aprehenderla, mientras esperamos por la muestra homenaje que el MNBA habrá de ofrecernos en fecha próxima. Reencontrémonos con ella en Galiano; vayamos especialmente aquellos que (parafraseando el conocido poema de Retamar cuyo título nombra la muestra) solo necesitamos un sitio en el Infierno.