El salto: cuestionar nuestra mirada

Estrella Díaz
11/11/2019

Gabriel Cisneros, con su obra El salto, obtuvo el Segundo Premio de la recién concluida sexta edición del Concurso de Artes Visuales Post-it, certamen que convocado por el Fondo Cubano de Bienes Culturales tiene como objetivo promover e incentivar la creación entre las nuevas generaciones de creadores del patio.

Gabriel Cisneros. Fotos: Maité Fernández Barroso
 

Aunque es muy joven, Cisneros ha ido poco a poco abriéndose su propio espacio dentro del complejísimo movimiento escultórico en la Isla; baste señalar que en la pasada edición de la Bienal de La Habana su pieza Heraldo —que formó parte del proyecto Detrás del muro— fue celebrada y reconocida porque técnicamente estuvo muy bien concebida y resuelta, y porque conceptualmente abría un sinfín de cuestionamientos relacionados con las posibles utopías.

Instantes después de recibir el Premio, el joven creador conversó en exclusiva con La Jiribilla y, en primer lugar, quiso “agradecer al Fondo Cubano de Bienes Culturales la posibilidad que le da a los jóvenes artistas de mostrar las obras” y la oportunidad de, posteriormente, realizar una exposición personal.

El salto, todo un concepto detrás…

Mi propuesta gira en torno a la escultura y a las inquietudes que, en mi caso, despierta el objeto tridimensional. Desde hace algún tiempo vengo explorando el medio y creo que El salto concreta varias inquietudes que venía manejando en cuanto a la forma y la manera que tengo de colocar las obras, lo cual suscita, también, algunos significados.

Es una pieza en la que intento mostrar al objeto tal cual es. Normalmente apreciamos a las esculturas posando en una especie de grandilocuencia y El salto plantea todo lo contrario. Es una pieza que, formalmente, representa a un personaje, a un hombre, saltando de felicidad y en la puesta en escena privo a esa obra de esa alegría, de esa felicidad, de esa grandilocuencia que, por lo general, acompaña a la escultura, y la coloco en el piso: inerte.

Es decir, la puesta en escena la convierto en un objeto más decrépito de lo que normalmente espera el público de una escultura. Creo que detrás de esa posición emana una sensación que, inevitablemente, cuestiona los sentidos del espectador. Tenemos una manera muy premeditada de consumir arte —sobre todo en lo referente a la escultura—. Esta es una pieza que cuestiona un tanto la forma de ver las esculturas en las galerías.

El Salto (2019), obra exhibida en Galería Galiano en Post-it 6. 
 

Si bien no es nada nuevo el emplazar esculturas a ras del suelo, no es muy común en el contexto cubano contemporáneo tropezarse con esa manera de hacer. ¿Cómo fue el proceso de trabajo que hay detrás de El salto?

Desde hace un tiempo vengo explorando esa capacidad de la escultura de invadir el espacio real del espectador. En el propio arte cubano hay varias experiencias, una de ellas, por ejemplo, es la que desarrolla José Villa Soberón con los personajes que devuelve a la ciudad y que los coloca en un contexto más directo en relación con los transeúntes. Villa priva a esos personajes de un pedestal y eso los humaniza.

Con El salto mi intención va un poco más allá: quería que el espectador se volviera partícipe real de la obra; es una pieza que casi no se nota en la galería y con la que el espectador casi tropieza. Cuando eso sucede, es que uno se percata de la intención y del misterio que la rodea. Es cuestionar nuestra mirada.

Durante los días de la pasada Bienal de La Habana sorprendiste con Heraldo, escultura que asemejaba a un unicornio. Ahora propones El salto, ¿hay alguna conexión?

Me encanta la capacidad que puede llegar a tener un objeto de empatizar con el espectador. Normalmente la empatía es un sentimiento, una emoción, que uno desarrolla hacia otro ser humano o hacia determinados animales; pero que suceda con un objeto inanimado, que ocurra con un objeto sólido, me fascina. Es una posibilidad que, creo, es muy explotable y que carga a las obras de misterios. Es una vertiente que deseo explorar aún más. Ese rejuego me gusta mucho del arte en general y de la escultura en particular.

Tus últimas esculturas están concebidas a una escala humana…

Así es, y creo que es la consecuencia de mi marcado deseo de que la escultura se inserte en el espacio real. Si la creces mucho, se puede volver muy poderosa ante la mirada de la gente y por eso quiero igualar los niveles y que suceda el milagro de la comunicación. Hay una frase de Pablo Picasso que a mí me encanta —aunque no me queda claro si lo dijo con un halo despectivo hacia la escultura—. Él afirma que “la escultura es aquello con lo que tropiezas cuando vas a mirar a un cuadro”. Me encanta esa capacidad que tiene la escultura de hacerte tropezar, de que te la encuentres en el camino. Por eso me fascina usar la escultura para sorprender, para despertar en el espectador determinada emoción. Para mí es esencial que el público salga de la galería diferente a como entró.

Heraldo, El salto, ¿ambas realizadas en resina?

Sí, casi toda la obra la trabajo en resina poliéster y fibra de vidrio; es un material muy versátil y que te da infinidad de posibilidades y, la verdad, me ha cautivado muchísimo. Me he enamorado de esa manera de hacer.

En los días de la pasada XIII Bienal de La Habana me comentaste que llevar Heraldo a bronce era un sueño. ¿Se ha concretado?

Se manejaron algunas posibilidades que aún están ahí, pero todavía no se ha concretado. Solo espero que se dé: sería un sueño cumplido.

¿En qué otro proyecto estás trabajando ahora?

Sigo trabajando con Villa Soberón en su taller de La Habana Vieja, realizando esculturas para Cuba y otros lugares y, a la par, llevamos nuestras respectivas carreras personales. Para finales de este año estamos organizando una muestra bipersonal que será en NG Art Galery, una galería panameña, con sede en La Habana. En esa idea de mezclarnos y, a la vez, diferenciarnos, andamos ahora.

Habrá escultura tuya y de Villa Soberón, pero ¿será en diálogo?

Eso queremos y lo estamos intentando, pero el cómo resulte se lo dejamos al espectador. No obstante, estamos pensando en un fuerte diálogo entre la  abstracción y la figuración. Aún todo es un enigma. Y nos gusta que así sea.