El misterioso Enrique Bryon

Sigfredo Ariel
25/7/2017

El pianista, compositor, director de orquesta Enrique Bryon nació en La Habana en 1899. Su segundo apellido era Morejón. No realizó estudios musicales, aunque desde niño tocaba el piano de oído y a los 17 años compuso “Melodía Macabra”, pieza que lo dio a conocer. Por esa época, aunque parezca inconcebible, ya dirigía su propia orquesta, la primera que fundó.

En 1918 marchó a Nueva York y al parecer se vinculó con músicos latinos que vivían allí, en especial, de origen mexicano. En esa ciudad, a partir de 1923, comenzó a grabar danzones con una agrupación llamada, pomposamente, Orquesta Cubana Sinfónica de Enrique Bryon aunque en una entrevista, años después, decía que se trataba, simplemente, de “una orquestica de cubanos”. En dos años grabó una treintena de caras de discos acústicos.

foto del pianista cubano Enrique Bryon
Foto: Cortesía del autor

Algunas de las piezas impresas para la firma Okeh por esta flamante “Sinfónica Cubana” llevan la firma de autores mexicanos, como Everardo Concha y José A. Castillo. Se trata de danzones con una última parte cantada que anuncian productos yucatecos —como Jabón La Espuma, Sidra Pino y Chicle Maya—, lo cual hace comentar al musicógrafo Cristóbal Díaz Ayala que pueden ser consideradas estas grabaciones antecedentes de los jingles comerciales. Díaz Ayala, por cierto, ha sido quien más lejos ha llegado en las investigaciones sobre este músico cubano. 

Bryon también arregló para danzón algunas rumbas, guarachas y canciones cubanas, entre ellas “Llorando a Papá Montero”, “La resurrección de Papá Montero” y “La matancera”, esta última, suponemos, ha de ser la composición homónima de Manuel Corona que había sido grabada por varios intérpretes, entre ellos María Teresa Vera con Manuel Zequeira.

Alrededor de 1924 grabó con una agrupación que aparece consignada en tres etiquetas de disco como “Orquesta Francesa de Bryon”, aunque ese año aparecen otros fonogramas —el término es impropio al hablar de esa época—, de la Sinfónica Cubana. Es muy difícil hallar estas viejas grabaciones y, en caso de encontrarlas, resulta arduo conseguir escuchar lo que contienen sus estrías con un mínimo de eficiencia si no se poseen equipos profesionales dotados de agujas y brazos especiales. Pero algo siempre se aprovecha.

En la misma década de 1920 Enrique Bryon se traslada a México, donde llega a ser teniente coronel de la Policía, actuando como subdirector de la Banda de dicho cuerpo e interviniendo en teatro, cine, radio y grabaciones, según contaba. Pero en 1929 reaparece de nuevo en Nueva York, al frente de otra orquesta, compuesta por piano, trompeta, guitarra, maracas, percusión, tres y marímbula.

Llama la atención el repertorio que lleva al disco a partir de ese año. Entre otras selecciones graba: “Espabílate”, de Eliseo Grenet; “Ibana moró”, ritmo afro de Rosendo Ruíz; “La mulata sandunguera”, son de Alejandro Rodríguez; varios danzonetes y algunas congas de su autoría o de Grenet (“La comparsa de los congos lucumí”) y “El chancletero”, que no es sino “La chancletera” de la zarzuela María la O, con pequeños cambios en la letra. Sorprende que no consigne a Lecuona en la etiqueta de la placa: aparece como autor el propio Bryon, quien, además, lo canta. Su mayor éxito en esa etapa fue el pregón “El caramelero”, que comienza como tango congo y desemboca en son. Al escucharlo nos remite de inmediato al estilo de Antonio Machín. Enrique Bryon no era un cantante excepcional, para decirlo con consideración.

En 1933 graba con su orquesta unos 40 discos, con frecuentes modificaciones en el formato instrumental (la marímbula desaparece y aparece intermitentemente, a veces se sustituye la trompeta por dos saxofones, se agrega un bongó y en algunos registros fonográficos interviene un violín…). De ese año datan sus versiones de “Échale salsita”, de Piñeiro; “El frutero”, de Lecuona; “Las maracas de Cuba” y “Lágrimas negras”, de Matamoros; “Clara”, de Virgilio González y “Negro bembón”, de Eliseo Grenet con versos de Nicolás Guillén. En julio de ese año lleva al disco una composición suya titulada “El alma de la rumba” en voz de la poetisa y declamadora Mary Morandeyra: manjar para coleccionistas.

Hace pensar que sentía predilección por la obra de Rosendo Ruíz la cantidad de números que Bryon grabó de este compositor. Son estos algunos títulos: “Se acabó el platanal-Tormento” (guajira); “Cambio globos por botellas” (son pregón); “Su mercé” (afro); “Con tré yerbita” (son); “El vendedor de flores” (pregón). Con excepción de Eliseo Grenet y los números de su autoría (compusieron algunos en colaboración), Rosendo Ruíz —considerado con entera justicia como uno de los grandes de la trova cubana, aunque incursionó con fortuna en muchos otros géneros—, es el autor más frecuentado por Bryon en la serie de grabaciones que realizó en Nueva York por esos días.

En febrero de 1937 está en México, de nuevo. Su orquesta se concentrará por un par de años en la interpretación de danzones —en su mayor parte arreglos danzoneros de canciones populares—, y algún que otro bolero conocido en versión instrumental, como “Vereda tropical”, de Gonzalo Curiel. En esta época desiste de cantar, que sin lugar a duda, fue una decisión acertada.

En 1940, en La Habana, su orquesta acompaña a solistas, como Miguelito Valdés, quien graba ese año tres números con la firma de Bryon: “Mujer negra”, “El negro del solar”, e “Isabel pienso en ti”. Hace varias caras de disco con Maruja González, Manolita Arriola, Nenita Viera y un trío llamado Los Trovadores del Caney, de quienes sabemos nada. También lleva al disco varias congas instrumentales con su firma. Imaginamos que por esos días dirigía la formación musical de algún cabaret habanero.

Había regresado a Cuba para establecerse, dijo a la revista Carteles. Su nueva agrupación no parece haber alcanzado especial relieve, si es que logró estabilizarla en aquellos días de gran competencia entre la Havana Riverside, Hermanos Castro, Casino de la Playa, Palau entre otras jazz bands criollas que gozaban de popularidad a inicios de los 40.

Trabajó por algún tiempo como pianista de cantantes en la capital cubana. Su pista se pierde alrededor de ese año. Es posible que se haya trasladado nuevamente a México. La última grabación conocida de su orquesta data de 1944: es con el famoso Jorge Negrete, a quien respaldó en “Perjura”, una canción de Lerdo de Tejada. Se supone que se haya retirado de la música. Hay quien afirma que se dedicó a la representación de artistas. Ahora tendría 118 años.

 

Track 1 El caramelero. Enrique Bryon

Track 2 El frutero. Ernesto Lecuona

Track 3 Las maracas e Cuba.  Miguel Matamoros