El hombre detrás del presidente

Laura L. Blanco Betancourt
20/4/2018

No es ahora que los ojos del mundo están puestos en Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Desde que Raúl Castro informara en 2015 que se retiraría del cargo en las elecciones de este año, muchos barajaron el nombre del villaclareño como posible candidato a presidente e, incluso, lo dieron por asegurado en el puesto.

Por una cuestión de renuevo generacional, se imponía la sucesión política de quienes hicieron historia desde las entrañas de la Sierra Maestra. Y Díaz-Canel, con un recorrido político activo desde la década de los 80 del pasado siglo, y una inteligencia y estilo de trabajo de probada efectividad en los espacios profesionales en que se desempeñó, se presentaba entre las opciones concretas para sustituir en el cargo al presidente saliente.

 Miguel Díaz-Canel con estudiantes del Yabú en el año 1998. El líder estudió también en
el Instituto Preuniversitario en el Campo (IPUEC) Jesús Menéndez, de Santa Clara. Fotos: Vanguardia

 

Pero quien fuera hasta hace poco el primer vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros genera empatías más allá de su ascendente carrera política.

Puntos a su favor resultan su calidad moral, vocación de servicio, y talento para convocar y aglutinar a quienes lo rodean. Así lo corroboran personas que lo conocieron mucho antes de convertirse en la prominente figura política de la actualidad.

Cuando Díaz-Canel era apenas “Migue”

Visto en retrospectiva, Francisco López Cala (Paquitín) y Juan Bautista de León Benítez (Juanba) jamás habrían imaginado a Díaz-Canel como presidente de Cuba.  

Inteligencia le sobraba, según reconocen ambos. “En los grupos o en las escuelas siempre hay uno que es el más destacado en deportes, o el más sobresaliente en el estudio, o el más bullero…. Migue —que así le decíamos en ese entonces— no”, asegura Paquitín, quien estudió en un año inferior a Díaz-Canel en el Instituto Preuniversitario en el Campo (IPUEC) Jesús Menéndez, de Santa Clara —conocido popularmente como Yabú 4—, fue compañero suyo de prácticas deportivas y compartió aula con la primera esposa de Díaz-Canel.

“Él podía ser el más destacado en casi todo; sin embargo, no se hacía notar mucho, creo que era demasiado modesto como para eso. De cualquier modo llamaba la atención porque era muy inteligente, muy maduro para su edad, siempre con tremenda disposición a ayudar a los otros. Cuando Iliana, su novia, le pedía que nos aclarara alguna duda, él venía y explicaba las cosas como si fuera un profesor, porque sabía mucho, mucho”.

“Sí fue siempre un ejemplo para nosotros por su tremenda calidad como ser humano”, afirma Juan Bautista. “Era ejemplo hasta por la forma en que llevaba la relación con su novia. Todo el mundo lo respetaba, y no era un respeto ganado ‘a la cañona’, sino por su inteligencia, su humildad… por ese ejemplo”, argumenta el profesor universitario, compañero de aula de Díaz-Canel en los años de estudio en Yabú 4 y la primera etapa de la carrera universitaria.  

“Yo matriculé Ingeniería Química, y él, Eléctrica, pero los dos primeros años de las carreras eran curriculares, y por eso coincidimos también en la universidad.

“En esa época, varios compañeros de clases nos reuníamos en mi casa para estudiar. Realmente, a él no le hacía falta, pero creo que venía por pena con nosotros o porque no quería sobresalir.

“Esa modestia le sacó los colores más de una vez —recuerda Juanba—. Cuando nos tocó hacer el primer examen final de Física en la carrera —el cual se decidió fuera de forma oral ese año—, llegamos tempranito al aula. El profesor lo vio y le preguntó: ‘¿Usted a qué viene?’; él le respondió que a examinarse, y el profesor le dijo ‘No, váyase, que usted tiene 10, casi puede examinarme a mí’. ¡Las orejas se le pusieron rooooojas de la pena!”, ríe Juan Bautista al rememorar aquella reacción.

Un tipo de 5 en to’

No se trata de describir a Díaz-Canel como un héroe inalcanzable, de los que pudieran conservarse en vitrina, coinciden Paquitín y Juanba. No escapó de las bromas propias de la edad, aunque no puede decirse que participó de las más atrevidas.

Su propio carácter de chico sosegado y juicioso lo limitó en las jugarretas de corretear los caballos de los guajiros que vivían cerca de la escuela, regar pica-pica en los colchones de los albergues o romancear con varias muchachas. Pero, como muchos jóvenes se dejó llevar por la moda de los “melenudos” o se deleitó en secreto con la música de The Beatles, sintonizada por la antena improvisada de un radio Philips, en alguna emisora “prohibida” de la época. Fuera de estos “pecados generacionales”, el Díaz-Canel muchacho es recordado casi por la misma imagen que muestra en la actualidad: sereno para hablar, reflexivo, de intervenciones escasas, concisas y efectivas. Quizá la única “excentricidad” que se permitió —y que recuerden sus compañeros— fue la de usar el reloj en la mano derecha, como las personas zurdas, siendo él diestro.

“No sabía que iba a llegar tan lejos”, repite Juan Bautista. “Pero el orgullo que siento por él es tremendo, porque lo conozco como amigo de los amigos, modesto, inteligente, y aun cuando ha escalado mucho, nuuuunnnnca se le ha subido el cargo pa’ la cabeza. Él es, como se dice en buen cubano, un tipo de 5 en to”.

El líder: “la Revolución es más que nosotros”

Junto a Fidel Castro, en la Plaza de la Revolución Ernesto Guevara, el 30 de septiembre de 1996
 

No pocos aseguran que una de las razones por las que Díaz-Canel ganó la confianza de Fidel y la cercanía a la máxima dirección del país fue aquella movilización popular que logró de un día para otro —ya como primer secretario del Partido Comunista en Villa Clara— en septiembre de 1996, para que el Comandante en Jefe les hablara a los santaclareños desde la Plaza de la Revolución de la capital provincial.

“Esa virtud de comprometer a la gente le ha permitido triunfar en el trabajo; incluso sabe convocar e involucrar a aquellos que otros desestiman por no considerarlos suficientemente capaces para determinadas tareas”, explica Fermín Valdés Montesino, quien compartió experiencias con el actual presidente cubano en el Comité Provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas de Villa Clara, a finales de los años 80 del pasado siglo.

“Además, Díaz-Canel tiene una cultura profesional enorme. Recuerdo que le gustaba colegiar mucho las ideas y preguntar bastante, porque es inteligente, pero no se lo ha creído nunca”, asegura el jefe de despacho del actual primer secretario del PCC en Villa Clara.

“En esos años (1988-1990) había una efervescencia tremenda en la Juventud, que hizo que nos involucráramos en muchas tareas de choque, como el pedraplén al Cayo Santa María o los contingentes agrícolas.

“Recuerdo que la dirección del PCC en la provincia nos dio la tarea de atender de forma permanente un contingente llamado El Destino, ubicado en Corralillo, para apoyar la producción de alimentos en el período especial. Teníamos que permanecer allí 15 días como mínimo, cada grupo, y el primero que se fue al Contingente fue él.

“En esa época, la relación de la UJC con el PCC era dura, sin paternalismos. Nos llamaban al Partido para darnos responsabilidades, reclamarnos, analizar problemas; pocas veces lo hicieron para reconocernos. Y eso nos curtió, nos educó en la disciplina, en la rigurosidad, en la cultura del detalle y la exigencia”.

Otro de los compañeros de Díaz-Canel en sus años como dirigente en la Juventud Comunista de la provincia, Jesús Boffill Soa, agrega: “Sabía exactamente lo que debía decir para que asumieras determinada responsabilidad. A mí llegó a vincularme a tareas relacionadas con la agricultura, de las que yo conocía muy poco. Pero decía ‘hay que hacerlo porque el país lo necesita’, ‘tenemos que estar donde podamos ayudar mejor’, ‘la Revolución es más que nosotros’… y nos convencía, además, porque daba el ejemplo”.

 

Tomado de: Vanguardia