¿El hermano pequeño del cine?

Elisa Álvarez
14/4/2017

 

Sin mucha fortuna corrió el apartado de animación de la 16 Muestra Joven ICAIC. Parece inexistente aquí una auténtica vocación innovadora, si nos comparamos con un contexto mundial donde este género goza de una saludable brillantez discursiva y estética. A ello se suma toda una gama de factores de nuestro entorno cultural que sumergen y relegan a los materiales independientes como meros ejercicios sin interés para un público más amplio, cuando el apoyo institucional que debería ofrecerse es inversamente proporcional al entusiasmo de muchos jóvenes creadores. Téngase en cuenta que no existe una escuela de animación que se encargue de formar a las nuevas hornadas de cineastas —aunque el ISDi y el ISA contemplan en sus planes de estudio contenidos relacionados con la materia—. Y es que, además, la animación es muy cara. Tres minutos pueden equivaler a tres meses de trabajo —al menos en nuestras circunstancias—, son casi nulas las vías para recuperar la inversión económica y escasean las alternativas de reconocimiento cultural para obras y autores.

foto de Dany y el club de los berracos
Dany y el club de los berracos. Capítulo 6, Selección natural.

En esta edición de la Muestra solamente concursaron cinco materiales, cifra que resulta lamentable si la contrastamos con certámenes anteriores. Debemos acotar que cuatro de ellos han sido realizados por productoras independientes, mientras que solo uno proviene de manos de la institución. Este último es Dany y el club de los berracos. Capítulo 6, Selección natural, auspiciado por los Estudios de Animación del ICAIC. Se trata de la más reciente entrega de Víctor A. Cedeño, animador e historietista cienfueguero que se ha ganado un lugar meritorio dentro del panorama cubano, aun cuando la serie carece de la sistematicidad necesaria para conquistar a un sector de público mayoritario. En esta entrega de Dany…, fin de la primera temporada, asistiremos a un cambio radical del personaje que despertará las expectativas para la próxima, tras un final abierto y metafórico.

Si bien Víctor es ya un “veterano” en la Muestra, es reconfortante apreciar que se inician o siguen desarrollándose otros nombres y poéticas. Este es el caso de los duetos de creación formados por José A. Fumero y Josué García (.apk); y Camila Carvallo y Jesús D. Acosta (Sinergia). Lejos de las estructuras convencionales de narración, la operatoria discursiva latente en .apk, parece versar sobre la cuerda de una iconoclasia que por momentos se torna mordaz; pero no pierde la perspicacia reflexiva, acaso jocosa, de un trabajo que se vale de la experimentación narrativa. Sinergia, por otra parte, recurre a la técnica stop motion —una labor creativa que apela a los extraordinarios resultados ya alcanzados por nuestra cinematografía con 20 años (Bárbaro Joel Ortiz, 2009)— y que a pesar de su corta duración expone un extraordinario mensaje sobre el valor de la unidad.

Otra historia que recurre a lo mejor del ser humano es Acompaña mi soledad, de Iván Barbería Barrios. Su trama, de fuerte carga emotiva y visualidad 3D para nada desdeñable, logra captar la complicidad sentimental del espectador. Sin embargo, este pudiera ser uno de esos casos frecuentemente simplificados con el título de “muñequitos”, pues, aunque parece aspirar a un público más amplio, el didactismo y esquematismo de su relato limitan su alcance. Otra propuesta resuelta con ingenio y tintes de humor negro es Dulce hogar, de Yusniel Yanes Perón, que nos introduce en un universo doméstico postmortem sujeto a una lógica similar a la de este mundo visible. Su enfoque no alcanza la profundidad deseable en el abordaje de dicha idea, pero deja ver una mente pletórica de potencialidades.

La animación cubana, en sus más de 50 años de trayectoria, sigue siendo subvalorada, incluso a veces por los propios realizadores. Esta tendencia acaba enclaustrándola en los márgenes de un arte menor, como si fuese el hermano pequeño del cine de ficción: tierno, juguetón, pero sin la necesaria madurez para valerse por sí solo. Para salir de este abismo, debemos alcanzar entre todos una sumatoria de fuerzas: realizadores, críticos, decisores, pedagogos. Se trata de unir lo disperso y de dispersar lo unívoco, mientras se crean puentes entre generaciones diferentes para intentar, de todas las maneras posibles, no cortarle las alas a la creación.

 

Tomado del Bisiesto