El eterno conductor de pueblos

Alfredo Vera Arrata
20/11/2017

La vida, que suele dar compensaciones, me otorgó la oportunidad de conocer personalmente al Comandante Fidel, departir en varias oportunidades con él y sacar el provecho que los buenos maestros legan a los aprendices.

Mi conocimiento de su figura se remonta a las noticias internacionales de su asalto al Cuartel Moncada. Más tarde, la gesta heroica del desembarco del Granma y muchos de los episodios de la Sierra Maestra, todo esto suministrado por las revistas Bohemia y Carteles, que devorábamos con un grupo de congéneres que compartíamos sus hazañas con avidez.

Conocí a la distancia su figura y locuacidad, cuando, de paso por Guayaquil, compartió un almuerzo con unas 150 personas en el Aeropuerto, donde hizo una escala técnica y fue invitado por el Presidente Velasco Ibarra. Después fuimos recibidos en La Habana un grupo de dirigentes del Movimiento URJE (Unión Revolucionaria de Juventudes Ecuatorianas). Luego tuve varios contactos cuando visitó Quito, por las transmisiones de mando de los Presidentes Rodrigo Borja y Lucio Gutiérrez. Y, con mayor profundidad, con motivo de los sucesivos encuentros con Oswaldo Guayasamín (mi padre político) y, finalmente, en la inauguración de La Capilla del Hombre, en Quito, único viaje privado al exterior que hiciera en su fecunda vida.

Suelo decir que me gradué de hombre de izquierda revolucionaria, por todos esos contactos, con la lectura de sus libros y por escuchar en Radio Habana Cuba sus pedagógicos discursos.

Comparto el criterio de muchos, de que es el ser humano más completo que haya parido la tierra: por su entrega a la lucha por la justicia social, su capacidad de sacrificar todo por libertar a los pueblos, por mantener una incorruptible honestidad en la conducción de un régimen y compartir sin condiciones lo que le hace falta a otros y no lo que les sobra a ellos, por arriesgar hasta la temeridad su propia vida para ayudar a los demás, por penetrar en la esencia de los problemas humanos para desentrañar su naturaleza y tratar de encontrarles soluciones.

La persona más sencilla, noble y completa de la que tenga conocimiento.