El caudal inefable de una Cultura

Luis Morlote Rivas
20/10/2017

Cubanas y cubanos:

Bayamo tiene el encanto de ser una ciudad fundacional. Una de esas urbes donde en cada espacio hay una historia. Aquí se han sucedido, por más de cinco centurias, acontecimientos únicos, que han perfilado el rostro de nuestra nación.

Fue Bayamo la primera capital de la República de Cuba en Armas, declarada el 20 de octubre de 1868, el mismo día en que se cantó por primera vez en público la marcha que devendría nuestro Himno Nacional. Es hermosa la imagen que celebramos hoy. Es una metáfora de nuestra cultura, cultura de resistencia: el poeta, el patriota insigne a caballo, poniéndole letra a una melodía, rodeado del pueblo en armas. Gran privilegio el de los hombres y mujeres de esta tierra: singularizados en el primer verso de ese poema, que es canción, de ese himno que los llamó a luchar por la independencia, a edificar una Patria.


“Gran privilegio el de los hombres y mujeres de esta tierra”.
Resistencia. De la serie: La mía. Sonia Almaguer

 

Cerca de aquí, en los años de la conquista, Hatuey se enfrentó a los españoles que masacraban a su pueblo. Pagó su osadía con la vida: murió en la hoguera.

El fuego ha sido, también, símbolo redentor de esta tierra. Apenas unos meses después del grito de independencia del 10 de octubre, este pueblo prefirió quemar su ciudad antes que entregarla al enemigo. No fue una decisión de bárbaros; fue un acto de sacrificio, nacido del fragor de la batalla, alentado por un profundo sentimiento de patriotismo y dignidad. Esos bayameses que marcharon al monte, dejando detrás las ruinas humeantes de sus casas, llevaban consigo el caudal inefable de una Cultura, que es el patrimonio mayor de un pueblo.

Y es que es imposible separar la cultura de nuestra gran gesta libertaria. La Revolución que comenzó en 1868 fue, esencialmente, una Revolución Cultural. Fue el resultado de la eclosión de lo cubano, la consolidación de una identidad.

El iniciador de nuestras luchas, el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, fue un hombre sensible y culto. Hombres de gran cultura eran también Francisco Vicente Aguilera y Perucho Figueredo, y muchos otros que encabezaron aquella rebelión. Estaban conscientes de la importancia de los símbolos que enarbolaban: una bandera, un himno, una lírica del combate, poesía de la acción.

El más preclaro de los políticos cubanos, el Apóstol de nuestra independencia, José Martí, honró años después, con hermosas palabras, esa epopeya y a sus protagonistas: “Aquella década magnífica, llena de épicos arranques y necesarios extravíos, renace con sus héroes, con sus hombres desnudos, con sus mujeres admirables, con sus astutos campesinos, con sus sendas secretas, con sus expedicionarios valerosos. Ya las armas están probadas, y lo inútil se desecha, y lo aprovechable se utiliza. Ya no se empleará el tiempo en ensayar: se empleará en vencer”

En Martí que honró a los héroes del 68, confluyen precisamente dos caminos que en realidad son uno solo: es el gran poeta y es el gran revolucionario. No se puede desligar una condición de la otra: la guerra que creyó necesaria, era para él un acto de creación. Él comprendió la continuidad de nuestras luchas. La Revolución de Céspedes fue su Revolución. Es la Revolución que ha llegado hasta estos días. Y en estas tierras tuvo sus primeras clarinadas. Bayamo es la cuna.

Este año en esta ciudad se recuerda de un modo muy especial, la figura y el legado de un abogado nacido aquí hace 220 años, el sociólogo, periodista e historiador José Antonio Saco. Y aun cuando no comprendió el 10 de octubre, su prédica y pensamiento contribuyeron, junto con la de su amigo José de la Luz y Caballero, a la formación de la vanguardia intelectual que levantó la bandera en esa gesta gloriosa. A Saco se le debe que por vez primera se adjudicara el calificativo de "cubana" a una institución en nuestro país, al proponer que se le diera el nombre de Sección de Literatura Cubana, al espacio que él fundara en la Sociedad Económica de Amigos del País.


Luis Morlote Rivas. Vicepresidente de la UNEAC y Director del Noticiero Cultural.
Foto: Fiesta de la Cubanía

 

Alumno ejemplar de Félix Varela, Saco fue abolicionista y un intransigente antianexionista. En el año 1848, dos décadas antes del grito de Independencia proclamado por Carlos Manuel de Céspedes, publicó su principal obra contra el anexionismo: “Ideas sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos”, donde expresaba: “…desearía que Cuba no solo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese también Cuba cubana y no anglosajona”.

Un siglo después la generación del centenario, liderada por el joven abogado Fidel Castro, se propondría romper las ataduras del régimen neocolonial proanexionista y luchar por esa Cuba cubana, que deseó José Antonio Saco. Y fue otra vez Bayamo escenario protagónico del reinicio de una nueva etapa por la independencia definitiva de nuestro país. Junto al Moncada en Santiago de Cuba, el Cuartel Carlos Manuel de Céspedes de esta ciudad rebelde recibió el ímpetu liberador de aquellos jóvenes que venían convencidos de que “Morir por la Patria es vivir”.

Conocedor de la tradición de lucha de este pueblo, Fidel comprendió el simbolismo de que desde la ciudad que tantas veces fue primera, también se lanzara el grito de “Ya estamos en combate”.

Por ello es justo que este 20 de octubre, en medio de esta Fiesta que rinde culto a lo mejor de nuestra tradición nacional, recordemos al intelectual revolucionario, al continuador de las ideas de Céspedes y Martí, al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien nos seguirá acompañando en cada batalla por la justicia, la cultura y la defensa de nuestra libertad.

Frente a los renovados intentos imperiales por recolonizarnos y aniquilarnos como nación, tendremos que volver una y otra vez a nuestra historia, y entonces inobjetablemente, tendremos que regresar a Bayamo, a la cuna de la nacionalidad, a la tierra que forjó el carácter y el espíritu libertario de todo un país, y ante cada nuevo desafío, como lo hicieron los padres fundadores un día como hoy, y luego tantas veces, repetir con convicción y orgullo “Al combate, corred, bayameses”, sabedores de que en ese grito de guerra estamos convocados los cubanos todos.