“El Blado” Zamora: lo más bohemio que la trova ha inventado

Fidel Díaz Castro
13/5/2016
Fotos: Cortesía del autor
 

No he tenido aún distanciamiento, más bien ganas, de escribir sobre “el Blado”, quizá también haya faltado el tiempo entre tantos guitarrazos; todas las peñas y conciertos de trovadores en las últimas horas han estado dedicadas a él –ni muerto se pierde una. Por otra parte, me es imposible responder a tantos correos y mensajes al móvil que me siguen llegando desde la muerte apócrifa y aparentemente real. Desde Bayamo, me envió un mensaje de texto una de las más jóvenes y destacadas voces de la trova:

“Fide, estoy ahora en el entierro del Blado junto a una representación de la AHS. Le hicieron una bóveda al lado de Sindo. Luego subo fotos… Un abrazo, Annie Garcés. 6 de mayo 2016 04:24 p.m.”.


 

No existe otro rincón en el espacio y el tiempo más apropiado que ese para que repose “el Blado”; de haber sabido que iba a estar junto a Sindo, tendríamos que haberlo retenido desde hace mucho rato. Lamento no tener creencias que me conduzcan a pensar en otra manera de vida post morten, pero si por casualidad la hay… ¡tremenda peña que me estoy perdiendo!

El pasado miércoles 11 la peña Trovando de El Caimán Barbudo, fue una inacabable trovada por Bladimir. Esta peña la fundamos hace 7 años, y es la casa del Blado, porque es la de su revista (de la cual él es emblema) y porque ese espacio lo moldeó a su imagen y semejanza: no hay plan, no hay “figurones”, no hay maquillaje, solo trova auténtica (y allende sus mares poéticos). “Aquí lo que hay es que tomar ron y ser revolucionario”, instaló como lema en el (su) Caimán.


 

Escritores, poetas, trovadores, amigos de todos los rincones, acudieron a la peña del patio de la EGREM. Jorge Rodríguez le dedicó “Cuando un amigo se va”, de Alberto Cortez. Polito Ibáñez nos donó el momento del concierto que hizo hace unos días en las Romerías de Mayo en Holguín, donde había cantado un poema de Bladimir que incluye en su disco Ante tus ojos, sin pensar, claro está, que ese poeta partiría en unas horas. Al enterarse, me reenvió un mensaje que había pasado de inmediato a Omar (supongo que Mederos):

“Omar, murió nuestro Blado Zamora. Qué rara sensación experimenté cuando lo supe en pleno aeropuerto de Holguín, donde ya llevaba casi 48 horas de espera del vuelo de Cubana que me trasladaría a La Habana. Es que yo di un concierto con la Orquesta Sinfónica de Holguín, eso fue lo que fui a hacer a esa ciudad en la inauguración de Las Romerías, y del único poeta que hablé, como si estuviera hablando de él en sus últimas horas de vida, fue de Blado. Confusión, pena, dolor y asombro me acompañan hasta este momento en que te comparto esta tristeza. Te quiero, hermano, y a ti también, Fidelito. Ambos amaban al Blado Zamora, sé que esto es duro para ustedes dos. Abz………………, Polo”.


 

Frank Delgado se apareció en la peña con un puñado de fotos de los 80, cuando estuvo en Cauto del Paso —en la tierra natal, en su casa del monte— cantando con Alejandro Zayas Bazán, y guitarreó en una noche que terminó (si es que ha acabado) con los trovadores y trovadictos desperdigados en la madrugada por parques y el malecón, como expandiendo la canción poética que el Gordo defendió texto a texto, durante 50 años de un periodismo sabroso, natural, profundo, extrahumano. 

No podía faltar Ray Fernández, el compadre del Blado, y la tropa de trovadores del Caimán: Ihosvany Bernal, Diego Cano, Luis Barbería, Ivette Lestusé, Yunier Pérez, entre muchos otros. Quiero resaltar también a trovadores como Marta Campos y Alberto Tosca que dieron momentos muy especiales. 


 

Cuba ha estado en el centro de la obra del Blado, y la trova en un rinconcito privilegiado (aunque él abarcaba toda la música cubana en su enciclopedia del alma). Quizás me imponga escribir con calma para contar tantos momentos —o al menos los contables— de esos vividos al borde de lo irreal con un ser que existió místicamente. Por lo pronto —y por lo bajito— digamos que es el ser de carne y hueso más bohemio que he conocido; y miren a quién vino echarse de compañero de tumbas, nada menos que a Sindo, como quien dice, su padre espiritual. 


 

Aquí va uno de los textos del poemario Los olores del cuerpo de Bladimir Zamora, para darnos por él otro trago:

 

Poema de nosotros dos frente a la muerte

no acierto a tocarle y sé que es ella

ubre podrida o naranja escalera que no conduce

a mí

doy golpes construyo sobre la evaporación de las maderas

y es  por lo menos en el círculo de mi voz

muy mediodía

a ella le vamos a dejar viejita

barriendo sus monedas de cobre.

estamos a salvo no cambiamos perdices por campanas

ni creemos el más brillante comercial

sobre la eternidad.