El alma de Cuba

Ricardo Riverón Rojas
16/5/2019

En su tratado Acerca del alma Aristóteles proponía debatir qué tipo de realidad es el alma. Con el escalofrío de los milenios gravitando sobre una humanidad en peligro, cualquiera de los condecorados hoy podría responderle que el alma cubana —su alma— son muchas realidades condensadas con sueño, tesón y lucha.

 

Entrega de la Distinción por la Cultura Nacional. Foto: Cortesía del autor
 

¿Existe, entonces, un alma cubana? Pues claro, es la que nos ha guiado hacia la luz a través de los más oscuros pasadizos y trampas tendidos por la historia desde los primeros balbuceos de la modernidad. Es, también, la que se corporiza en una gestualidad, unos modos de decir, ver, escuchar, danzar gracias a los cuales marcamos, con finas pinceladas, esta identidad que nos distingue.

Los tres intelectuales y amigos que hoy reciben la Distinción por la Cultura Nacional son personas que, además, saben, que el alma cubana constituye un conglomerado de sensibilidades. Ahí están sus respectivas obras para demostrar que sus prioridades se definen en la búsqueda de un lenguaje en sintonía con las realizaciones que les antecedieron.

Alberto Anido Pacheco, a quien algunos llaman “el hombre orquesta”, es mucho más que eso: Anido es una atmósfera, un tumulto de observaciones iluminadas desde todos los ángulos. La plástica, la música, la literatura, el teatro, la radio han sido sus espacios. Su impronta de hombre humilde y modesto ha sabido comulgar, de un modo muy cubano, con la siguiente máxima confuciana: “Desde el hombre más noble al más humilde, todos tienen el deber de mejorar y corregir su propio ser”. En sus silencios fecundos y sus ensimismamientos, a lo largo de más de seis décadas, Anido ha sabido construir un mundo fabuloso lleno de signos y complicidades. Gracias a ello su ser no solo ha crecido, sino que también ha hecho crecer el nuestro.

Aunque su Cuba, en los últimos tiempos, sea solo Santa Clara, y en los más recientes, solo unas cuadras alrededor del parque Vidal, su poder de síntesis ha hecho posible que todo el país se exprese en ese mínimo escenario engrandecido que es su amado entorno. Bienvenido entonces el agasajo, tío Alberto.

A Yamil Díaz lo venimos viendo, desde sus 14 años, en cualquier rincón donde se debaten los destinos de la poesía cubana y de la serie nacional de pelota. En los primeros gana, en los segundos son más las veces que pierde. Muchos de los más diversos, polémicos, lúcidos y a la larga trascendentes criterios sobre la poesía y la vida literaria los hemos escuchado (o leído) en su voz. A partir de su Premio de la Ciudad de Santa Clara en 1992 no ha parado de publicar libros que hoy son patrimonio y orgullo de nuestra nación.

Pero no solo la poesía ha sido el alimento de esta alma bendecida por la inteligencia. Ahí están esos aportes a la cultura sobre un Martí que él mismo ha contribuido a demostrar que es inagotable; sus testimonios, sus muchas crónicas; sus aportes a la cultura popular. Yamil, el delfín de Capiro en los 90, terminó siendo el maestro de todos los editores de esta provincia. Capiro: una editorial de calidades consolidadas; Sed de Belleza, de virtudes crecientes y consistentes, son proyectos tocados por su gracia.

Este hombre tiene vocación de camino, de sol para que todos transitemos, con la cabeza en alto, hacia la ética. Se merece sobradamente la distinción que recibe.

Si Alberto Anido supo traer a Cuba hasta su barrio, Luis Manuel Pérez Boitel  ha sabido expandir a Remedios hacia el mundo. La universalidad de su poesía no hace otra cosa que recordarnos que Cuba tiene un alfabeto lírico particular para hablarle a todos los seres humanos. Trayectoria ascendente la suya, que va desde el Premio de la Ciudad en 1997 hasta el Casa de las Américas en 2002, complementados posteriormente por otros de las más diversas latitudes. Su entrega ejemplar al oficio de construir un discurso poético depurado y comprometido le aporta al alma insular una mirada de profundos buceos en nuestras esencias más recónditas. Pero los suyos son procedimientos de vanguardia. Sus valores estilísticos, hondura metafórica, fuerza comunicativa y, sobre todo, transmisión de valores, marcan una ruta de seguros trazos.

Fiel a su gente, puntilloso en su sinceridad, este poeta tiene mucho de nube a punto de derramarse: siempre esperamos de él una nueva catarsis torrencial para identificar la luz cubana. Boitel es el temblor, la sensorialidad sacudida por la fuerza de las palabras. Su obra nos ayuda a comprender que es la poesía quien le da sentido a todos los grandes y pequeños sucesos que configuran nuestro espíritu nacional.

Qué bien que la cultura de nuestro país pueda mostrar, en su inabarcable concierto, una obra de la madurez del remediano. Muy merecida su distinción, que en buena medida borra los kilómetros de desventaja entre el municipio y la eternidad.

Cada uno de ustedes, compañeros, nos representa a todos. Cada uno de nosotros asimila su magnitud. El alma de esta Isla son muchas realidades condensadas con sueño, tesón y lucha. Gracias por recibirla, merecerla, compartirla y enarbolarla. Reciban con ella toda la grandeza de Cuba.

Y parafraseando finalmente a Martí: después de evocar el amadísimo nombre de Cuba, derramemos la ternura sobre estas manos generosas que ¡no a deshora, por cierto! acuden a darnos fuerzas para la agonía de la edificación.

Palabras de homenaje a los galardonados con la distinción por la Cultura Nacional. Villa Clara, 15 de mayo de 2019.