Dos semanarios humorísticos: Crítica y Kayuco

Cira Romero
9/6/2016

La llegada al poder de Gerardo Machado en 1925 marcó el inicio de la presencia en Cuba, más que nunca hasta entonces, de las fuerzas  reaccionarias. Fue sobre todo a partir de 1927 que se inició la batalla general contra su régimen de terror y de hambre, con la mirada siempre complaciente del gobierno norteamericano. La agitación pública se pronunció contra sus desafueros y crecía exponencialmente la repulsa contra la Enmienda Platt, no abolida, como se sabe, hasta 1934.  Los opositores a la dictadura—estudiantes, obreros, campesinos, intelectuales progresistas—  sufrieron la más cruda represión, mientras que el asesinato de Julio Antonio Mella en México, ocurrido en 1929, fue uno de los crímenes más horrendos cometidos durante el régimen machadista, derrocado en agosto de 1933.

En estos años tan convulsos, incluso en momentos posteriores a la caída del tirano, surgieron semanarios humorísticos que se pronunciaron abiertamente contra la situación política en la Isla y constituyen muestras de cómo la intelectualidad cubana se nucleaba  para llevar adelante su propia batalla. 

Dos semanarios se destacan en tal sentido, Crítica y Kayuco. Un lema presidió a  Crítica, cuyos propósitos se definieron en el subtítulo: “Política, humorismo y variedades”,  aunque tuvo más de los dos primeros ingredientes que del tercero. Bajo el lema “La verdad, toda la verdad, solamente la verdad”,  comenzó a ver la luz el 15 de diciembre de 1929 bajo la dirección de Aldo Baroni, periodista italiano que vivió en Cuba durante gran parte de la dictadura de Gerardo Machado y posteriormente publicó un libro todavía recordado: Cuba: país de poca memoria (México, 1944). Como jefe de redacción fungió Jesús J. López (1889-1948), periodista en varios diarios habaneros y director de noticieros radiales, algunos clausurados por parte de los gobiernos de Gerardo Machado y de Fulgencio Batista, en su primer mandato. Publicó también varias obras teatrales e hizo libretos para  obras musicales, entre ellas, la zarzuela La dulce caña (1920), con partitura de Eduardo Sánchez de Fuentes. Entre sus novelas figura ¡Soy americano! (I’m american) (1940), traducida al inglés.

Una amplia relación de redactores se hizo constar en el número del 5 de enero de 1930, entre ellos, Nicolás Guillén, José Luciano Franco, Emilio Roig de Leuchsenring, Gustavo Robreño y Mario Kuchilán, opuestos todos al régimen de Machado. Los cuatro primeros son figuras conocidas, pero el quehacer del periodista Kuchilán (1910- 1983) es casi desconocido por las más jóvenes generaciones, por lo que resulta un acto de justicia evocar su limpia trayectoria.

“El chino Kuchilán”, como también era conocido, dio sus primeros pasos en esta manifestación con algunas colaboraciones que vieron la luz en La Semana, en 1926, y después en Crítica (1930). Alrededor de este último año, siendo estudiante universitario, se desempeñó como director artístico de Alma Mater, órgano oficial de los estudiantes cubanos, y se vinculó al Directorio Estudiantil Universitario (DEU), que combatía la dictadura imperante. Poco después pasó a trabajar en los talleres de impresión de El Mundo y, algo más tarde, de El País, donde realizó las funciones de dibujante, letrista, caricaturista, retocador de fotos y redactor de pies de grabado. En 1940 se incorporó al Frente Nacional Antifascista y al año siguiente ingresó como redactor y comentarista político en el diario Prensa Libre, donde creó la famosa sección “Babel”, que se caracterizó por sus agudas críticas al gobierno. En la revista Bohemia se hizo cargo, por esa  época, de una sección que tituló “Babelgrama”.

Vinculado a los gobiernos auténticos se opuso resueltamente al golpe de estado que encabezó Batista en marzo de 1952. Debido a sus constantes acusaciones al nuevo régimen a través de artículos periodísticos,  fue sacado de su casa y golpeado brutalmente por agentes del cuerpo policiaco vestidos de civil, hecho que conmovió a la opinión pública nacional. Poco después marchó al exilio y se estableció en Miami. Al promulgarse la Ley de Amnistía, a mediados de 1955, regresó a Cuba, continuó sus labores periodísticas, en las que mantuvo actitud oposicionista, y se vinculó al Movimiento 26 de Julio. Por tal motivo fue detenido e interrogado en varias ocasiones. En 1958 apareció en la cadena televisiva del Canal 2 como comentarista político. Durante este período colaboró, además, en El Mundo, Labor, El País, Karikato y Zig-Zag.

Después del triunfo revolucionario Kuchilán creó en Bohemia la sección “En Zafarrancho”, que escribió durante muchos años. También dio vida en el periódico Juventud Rebelde a la sección “Fabulario”, con el objetivo de mostrar la corrupción imperante durante la seudorrepública. En cumplimiento de misiones periodísticas recorrió diversos países. En 1974 ingresó en el PCC. Entre otros reconocimientos, recibió la Distinción por la Cultura Nacional, la Orden Félix Elmuza, la Medalla Raúl Gómez García, la Medalla Conmemorativa XX Aniversario del Moncada y la Orden Alfredo López por mantenerse más de 25 años en la labor periodística.  Dos libros publicó nacidos de su extensa trayectoria como periodista: Fabulario; retrato de una época (1970) y En zafarrancho (1981).

La situación política imperante en Cuba en el año 1930 impidió que Crítica continuara publicándose, pero se reinició en abril de 1934, pocos meses después de derrocada la dictadura machadista, también bajo la dirección del italiano Baroni. Su antiguo lema “La verdad, toda la verdad, solamente la verdad” fue sustituido por “Dice todo los que los demás callan”. Generalmente los trabajos no aparecían firmados por sus autores, a excepción de los debidos a Guillén, Lino Dou y Fernando Ortiz, y las constantes colaboraciones de Emilio Roig de Leuchsenring, sin dudas quien más aportó en el orden cuantitativo a esta publicación.

Crítica fue una publicación eminentemente política y se destacó por la reconocida calidad de sus redactores y colaboradores. Al parecer desaparecida en junio de 1934, puso a prueba la honestidad de un grupo de intelectuales  decididos a oponerse públicamente al régimen del tirano Machado. 

El otro semanario fue Kayuco, aparecido en febrero de 1934 bajo la dirección de Rafael García Bárcena (1907-1961), quien formó parte del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) y en 1930 había dirigido Mundo Social. En años posteriores (1935) obtuvo el Premio Nacional de Poesía por su libro Sed y antes había publicado, prologado por Agustín Acosta, el poemario Proa (1927). Fue profesor de la Escuela Superior de Guerra del Ejército, cargo al que renunció al producirse el golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952. Fundó el Movimiento Nacional Revolucionario y en 1953 sufrió prisión en Isla de Pinos. Al triunfo de la Revolución fue designado embajador de Cuba en Brasil. También ensayó en  temas filosóficos con aportes como Estampa espiritual de Federico Nietzsche. 1844- 1944 (Exégesis del centenario) (1944).  

Kayuco presentó una relación de redactores donde figuraban Pablo de la Torriente Brau, caído en Majadahonda, España, en 1936, en defensa de la República Española, y Eduardo (Eddy Chibás), que se destacaría posteriormente como líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Tres dibujantes de reconocidos méritos artísticos contribuyeron al mejor lucimiento de sus páginas: García Cabrera, Hurtado de Mendoza y Hernández Cárdenas (HerCar). 

Al revisar el número correspondiente al 4 de junio de 1934 aparece un artículo en el que aclaran que “Kayuco es un semanario independiente, no pertenece a ningún sector político, tanto le son los auténticos, como los agrarios, como los nacionalistas, como los abecedistas, como los marianistas, como cualquiera”.

Y añaden que “Es periodista [sic], no político. Y no defiende otra bandera más que la del Periódico, que es independiente». Era dirigido en este momento por Edgardo Buttari.

Kayuco estuvo integrada por diversas secciones, entre las que se destaca la  de carácter editorial con el nombre de “Kayucazos”. Al igual que Crítica, su perfil satírico se desplegó contra los problemas de la época y como la mayoría de los trabajos de la que la precedió en el tiempo, los  de Kayuco aparecían sin firmas.

Crítica y Kayuco son, en conjunto, expresiones de un momento de la historia de Cuba particularmente convulso. Sus respectivos fundadores las dieron a la luz desde la perspectiva de emplear el humor político agresivo y contestatario para enfrentar la situación cubana.