Doble premio a la danza cubana

Raquel Marrero Yanes
30/4/2018

Aquel niño inquieto e inconforme, aunque fue nadador y jugó fútbol, hizo realidad el sueño de ser bailarín. Recuerda sus primeros pasos en el ballet y el inicio en la danza, donde mostró las ganas de bailar. Pero nunca imaginó alcanzar un peculiar desarrollo artístico que lo hace merecedor del Premio Nacional de Danza 2018.

Miguel Iglesias Ferrer acaba de recibir de manos de María Elena Salgado, viceministra primera de Cultura, el reconocimiento por su labor al frente de Danza Contemporánea de Cuba (DCC), una compañía de vanguardia en esa manifestación a nivel mundial.

 Miguel Iglesias Ferrer. Foto: Internet.
 

A este hombre, que como él mismo dice ha “tratado de dejar lo mejor en cada época”, se le reconoce, además, su notable trabajo, inicialmente como primer bailarín en el Ballet de Camagüey, en el Ballet del ICRT y en Danza Nacional de Cuba, a la vez que desarrolló una carrera paralela como actor; así como los vínculos que ha tenido con el sistema de enseñanza artística del país.

Las palabras de elogio sirvieron para comprender cuánta grandeza encierra este hombre “incontenible, que nació artista y al que nada humano le es ajeno”, y elogiar su infinita entrega, su gestión constante y eficaz a favor de la danza cubana, que le ha hecho trazar una huella indeleble en este arte.

Iglesias, con la satisfacción de ser artista y el estar acompañado de sus dos hijos, Julio (carnal) y George (postizo), agradeció a todos los maestros que ha tenido en su vida. “El Premio no me va a hacer ni mejor ni peor. Voy a seguir siendo adicto al trabajo, adicto a la danza. Soy un hombre contaminado con el amor propio, que cada día cree que sabe menos de lo que sabe”, dijo.

Se sumaron al homenaje el Ballet Nacional de Cuba y el de Camagüey, la UNEAC, el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, el Sindicato Nacional de la Cultura, el Centro de Danza de La Habana y la Universidad de las Artes. Además, los Teatros Mella y Nacional de Cuba.

Durante la gala concebida para la ocasión en el Teatro Mella de esta capital, el público disfrutó de DCC, que interpretó El cristal, de Julio César Iglesias. Una obra caracterizada por la crítica como algo “frágil, hermoso y trasparente”, que muestra ironía, el carácter lúdico y las metáforas que conectan épocas.

Para el segundo momento se reservó Matria Etnocentra, una pieza llena de intenciones, sufrimientos, desesperaciones, fuerza, ímpetu y coraje, tal y como la concibió George Céspedes, quien logró concentrar la proyección directa de los bailarines en la intención de desafío de sus rostros y miradas con un fin bien logrado.

La entrega del Premio Nacional de Danza 2018 a Miguel Iglesias —que reconoce, además, el desarrollo y permanencia de Danza Contemporánea de Cuba, compañía que en el 2019 arribará a su aniversario 60—, se hace víspera al Día Internacional de la Danza, para cuya celebración La Habana ha sido elegida como sede en el contexto de los festejos por los 70 años del Instituto Internacional del Teatro (ITI).

Se hace víspera al Día Internacional de la Danza. Foto: Internet
 

Sin dudas, fue otro premio para la danza cubana, que a pedido de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), ocurrió en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Un gran espectáculo danzario en el que confluyeron cinco relevantes agrupaciones cubanas y se escucharon las sabias palabras de personalidades del mundo de la danza, en representación de las regiones de la UNESCO, quienes remarcaron en sus mensajes el aspecto intercultural e internacional de la danza.

En las palabras de bienvenida de este 29 de abril, Tobías Biancone, director general del ITI, llamó a “hacer de este planeta un mundo mejor” y remarcó la necesidad de construir un puente entre artistas y personas de todo el mundo, utilizando como palabras clave el entendimiento mutuo y la paz.

Por su parte, el mensaje de Alicia Alonso, como Embajadora Mundial de la Danza y de Buena Voluntad de la UNESCO, destacó que “la danza ha sido, es y será para el pueblo cubano una expresión natural y espontánea que brota desde lo más profundo de su espíritu y de su realidad corporal”.

Entre bailes y aplausos se escuchó la voz de la bailarina y coreógrafa Georgette Gebara, del Líbano, en representación de los Países Bajos, quien aseguró que “nuestro lenguaje nos une, porque el baile no es solo una expresión de sentimientos, la danza es una declaración”.

En representación de África habló el coreógrafo Salia Sanou, de Burkina Faso. “Nos guste o no, lo reconozcamos o no, todos compartimos, cualquiera que sea el color de nuestra piel, cualesquiera que sean nuestros orígenes, donde sea que vivamos, una base común: la humanidad”, apuntó.

“La danza se convierte en el combustible, formas y contenidos. Sin embargo, siempre debemos recordar de dónde venimos”, dijo en nombre del continente europeo, Ohad Naharin (Israel), coreógrafo y director artístico del Batsheva Dance Company.

Desde China, en el Asia Pacífico, llegó Willy Tsao, coreógrafo, director y pionero de la Danza Contemporánea en China, con la intención de convencer al público de que la danza, especialmente la danza contemporánea, es importante para el desarrollo de un país, porque su esencia sirve como pilar del sistema de valores sobre el cual se crece.

Finalmente, Marianela Boán, una de las más importantes artistas de la danza cubana y latinoamericana, habló en nombre de Las Américas y coincidió con muchos otros en la reiterada idea de que “danzar es un gran antídoto para la locura de la humanidad”.

Ideas muy bien logradas en la concepción de la gala, que abrió con la presentación de Don Quijote por el Ballet Nacional de Cuba (BNC), obra homónima de Miguel de Cervantes Saavedra que, como en cada presentación, entusiasmó a todo el público.

Un amasijo de sentimientos, emociones y de gritar que no hay tiempo que perder, porque siempre es el momento justo y preciso para seguir adelante, nos regaló la compañía Lizt Alfonso Dance Cuba, con la presentación de Ella y él… siempre.

Twelve, de Acosta Danza, como siempre puso a prueba la resistencia física y mental de 12 bailarines que hacen lo imposible para lograr lo posible en una combinación de lógica, estética y emoción, una conjugación del éxito y el fracaso.

El escenario vistió las mejores galas con la presentación de Coil, de DCC, una búsqueda incesante de la vida, de la construcción social del ser humano, del significado profundo de la espiritualidad. Asimismo, el Folklórico Nacional de Cuba deleitó con sus cantos, toques y danzas de procedencia dahomeyana, que expresan el tránsito a la pubertad evocando antiguos ritos de fertilidad.

Como una gran familia, los autores de los mensajes, bailarines, músicos y reconocidas personalidades se unieron en el escenario para disfrutar de ese lenguaje común que es la danza.

Esta es la primera vez que la Unesco otorga a Cuba la sede de las celebraciones del Día Internacional de la Danza, que se conmemora en todo el mundo cada 29 de abril, instituido por la Unesco en 1982 para ponderar el natalicio del maestro y creador del ballet moderno Jean-Georges Noverre (1727-1810).