Devociones utópicas

Emanuel Gil Milian
31/10/2017

Dos sucesos culturales de importancia nacional han ocurrido en Pinar del Río: la apertura de una sala de teatro con el nombre de Virgilio Piñera y el estreno mundial de un texto inédito de este dramaturgo.

Según las notas al programa, la pieza piñeriana que originalmente carecía de título y que ahora Teatro de la Utopía identifica como Con Devoción, data de 1938. Está dedicada a la gestora cultural y declamadora Natalia Arótegui y como todo lo escrito para el mundo, en la década del 90 llegó a las manos del investigador Roberto Pérez. Se la cedió un amigo cercano de Piñera, el escritor cubano residente en Argentina, Humberto Rodríguez Tomeo.


Se estrena Con Devoción un texto inédito de Virgilio Piñera. Foto: isa.cult.cu

 

Una actriz que vive obsesionada con la figura de un hombre que la abandonó por otra mujer, es el motivo sobre el cual se edifica Con Devoción. Sin embargo, este soliloquio en pocos minutos se agota, gira sobre sí mismo, en vista de que se sitúa sobre un tema común —para nosotros gastado en telenovelas y series baladíes— escasamente desarrollado, al que no se le suman otros tópicos que refuercen el conflicto de la protagonista.

Por lo cual la palabra, de una membruda carga retórica, no avanza, no genera acción o posibles lecturas como sucede en posteriores creaciones teatrales de Virgilio. En consecuencia, el espectador se siente abrumado, cansado de los recurrentes lamentos de la actriz.

Con Devoción, para subir a escena reclamaba un serio proceso de versión que explorara temas, trocara lo retórico y redundante en acción y significación. Mas eso no sucedió. A las estructuras escénicas edificadas por Reinaldo León, faltan las necesarias referencias culturales (teatrales, vigiladas) y sobre todo, el riesgo de una lectura social que nos devuelva cercano el temprano monólogo del poeta dramático Piñera.

Pero cuidado; cuando nos centramos únicamente en la construcción formal del argumento piñeriano y no en su puesta en escena, podemos encontrar que este aun con opacidades, posee virtudes. En la sencilla y paradójica propuesta textual del autor de Aire Frío, se delinean —aunque sin perfilar—obsesiones recurrentes como la presencia del miedo, la desesperación y el no; y aspectos formales como la falta de lógica, la fragmentación, la redundancia y el absurdo argumental; recursos que definen y hacen brillar la posterior dramaturgia piñeriana más acabada y mejor conceptualizada como Electra Garrigó (1941), Farsa Alarma (1948), El flaco y el gordo (1959), El filántropo (1960), Dos viejos pánicos (1968), entre otras.

Por tanto, desde su lugar en el tiempo, Con devoción, un ejercicio de escritura de tiempos mozos, una obra absurda y melodramática, es imprescindible y valiosa a la hora de explicarnos la evolución del genio creativo de un autor que ha crecido a la estatura de un maestro de las tablas cubanas. Sospecho que el monólogo del 38´, aunque no ha sido lo suficientemente aplaudido entre nosotros, seguramente cuando sea publicado revelará otras virtudes facturales.

La puesta en escena de Con devoción, bajo la mira de Reinaldo León, digamos que no ha sido la más complaciente. Aunque el director defiende, en cierta forma, universos como la inclinación por lo ritual, subjetivo, místico, recóndito en el ser humano, elementos que distinguen su poética. Esas búsquedas o maneras de enrumbar la práctica teatral, no contribuyen a mostrarnos a Con Devoción, en su estreno, como una fábula interesante y cercana. La representación de la obra piñeriana se percibe necesitada de maduración, conjunción y coherencia en sus partes. La dirección no supo definir qué podía ser lo fundamental y qué lo superfluo para la puesta en escena de la obra, por ello, la escasa funcionabilidad, relación y significación de algunos componentes del espectáculo.

En tres momentos de la representación aparecen tres brigadistas que ni enuncian bocadillo, realizan acción fundamental alguna, ni su presencia guarda relación con circunstancia que vive la protagonista. Son figuras, alegorías que remiten a un tiempo vivido por Piñera y la sociedad cubana al Triunfo de la Revolución, mas no se integran a la acción escénica. Por tanto, son totalmente prescindibles.

Coloca Reinaldo León, no sé por qué, una plataforma pequeña tapizada en rojo sobre el escenario de escasos metros de la sala Virgilio Piñera. Sobre estos, una barra con un farol y un lienzo en el que aparecen el nombre la obra e imágenes que aluden a la Revolución. Estos elementos del decorado, en su conjunción, no establecen tampoco relación, ni producen significados que refuercen el discurso o las acciones de la Actriz, quien realmente se encuentra en una circunstancia personal totalmente alejada a lo que remite el dispositivo escénico. Así es que se produce un divorcio entre la situación de enunciación de la Actriz y los elementos escénicos que le rodean, lo cuales cumplen una mera función decorativa.

Con Devoción, parece que se gestó centrándose en el trabajo de interpretación actoral y no pensando en la ineludible relación que guarda este con su entorno escénico. No obstante, el desempeño del actor, —actriz en este caso—tampoco es lo más destacable en el montaje de Teatro de la Utopía. Yuliet Montes, una de las actrices más talentosas de Vueltabajo, enfrenta dificultades para lidiar con el texto, con la masa de palabras que giran y amenazan con ahogarla. Algo curioso sucede en la relación actriz- texto-movimiento-espacio. Yuliet busca activar resortes emocionales que la conecten y ayuden a defender el mar discursivo, el texto al que se enfrenta, pero su interpretación en más de una ocasión fluctúa, puesto que se ve carga con la preocupación de enunciar y exponer estados emocionales, reacciones al arribar a ciertas partes del escenario. Y lo cuestionable en ello —pues se sabe que en el teatro todo debe estar perfectamente medido—es que tanto los trastornos como los comportamientos tienen una lógica y un desarrollo, no aparecen y desaparecen sin más porque un actor cambie de lugar en escena. Las reacciones y las emociones humanas conllevan un fluido de una a otra, no se producen abruptamente sin una razón poderosa.

Si bien los cambios de tono de voz, los gestos bruscos y momentos de furia le ayudan a crear el ser desequilibrado que representa, aún a Yuliet Montes falta cuidado en las transiciones entre la cordura y la neurosis. Creo que en este sentido, director y actriz, reconocidos investigadores de lo metafísico y los procesos de la mente humana, todavía deben ahondar más en el entramado de significados y emociones que puedan transmitirse desde la escena con el cuerpo.

Ha sido un gran paso el que Teatro de la Utopía haya ganado una sede con el nombre de nuestro más ilustre dramaturgo, Virgilio Piñera y a la vez, que haya estrenado un texto del mismo. No obstante, la polémica que intenta despertar con su más reciente presentación, centrada en la condición o la repercusión que tiene en un ser humano ciertos pasajes o personas, no se patentiza con el mayor acierto. Todavía Con Devoción, reclama algunos giros en las manecillas del reloj para su maduración. Pese a que no es una de las obras más prominentes de Virgilio, destellan en ella méritos como lo absurdo, neurótico, que pueden ser fronteras interesantes para meditar sobre la existencia diaria. A Reinaldo León y Teatro de la Utopía un regreso sobre su estreno, más que significar un revés, sería la posibilidad de descubrir nuevas resonancias que con devoción, afirmen la raigambre y teatralidad de sus producciones.