Del verso a la animación: la impronta del Maestro

Greta Romero López
14/2/2018

En agosto del año 1889, el número 2 de la revista La Edad de Oro publicaba entre sus páginas “Los dos príncipes”, poema que escribiera José Martí, inspirado en una idea de la poetisa norteamericana Helen Hunt Jackson. En sus estrofas se halla la reafirmación del carácter universal y humano del pensamiento martiano, cualidades que lo sitúan en el actual siglo XXI con una vigencia estremecedora. Precisamente, su contemporánea valía y la necesidad de mantener vivo el ideario del Maestro, condujeron a una reinterpretación del poema a partir de nuevos códigos, una iniciativa protagonizada por los Estudios de Animación del ICAIC.

Desde hace algunos años, el legado martiano ha sido fuente de inspiración de proyectos acometidos por la mencionada productora audiovisual, bastaría citar la serie televisiva “Recordando a Martí”, el video clip “Mi caballero” y la primera película cubana realizada en animación 3D, “Meñique”. Desde el punto de vista estético y conceptual, el cortometraje de animación “Los dos príncipes”, viene a enriquecer este compendio, en el oportuno contexto del aniversario 165 del natalicio de nuestro Héroe Nacional.

Hace aproximadamente dos años Yemelí Cruz y Adanoe Lima —directores del corto— encabezaron un equipo con predominio de juventud, sabiamente combinado con la asesoría de consagrados realizadores como Fernando Pérez. Más allá de una técnica expresiva empleada como pretexto para volver sobre los versos martianos, la animación en stop motion —técnica mayormente aplicada en el filme— devino en lenguaje capaz de traslucir el desgarrador mensaje del poema.

Por supuesto, el hecho de que sus directores poseyeran una formación dentro del ámbito de las artes plásticas permitió explotar las bondades sensoriales de una técnica de animación que demanda altas dosis de manualidad. De esta forma, el expresionismo hace acto de presencia en figuras que dejan al descubierto las imperfecciones del material con que fueron confeccionadas, así como sus mecanismos de animación y remiendos, una sinceridad exterior que devela el sufrimiento interno de los protagonistas de la historia.

Meritoria es la caracterización autónoma de ambas parejas, a pesar de haber sido construidas sobre comunes armazones y de concentrar —en los dos casos— la mayor carga emotiva en ojos y cejas. La indumentaria monárquica, su tonalidad negra en alusión al luto y la demacración facial trabajada a partir de la palidez, identifican a la realeza; mientras que la vestimenta raída y las ojeras remarcadas en claroscuros, singularizan a la pareja de pastores. Cada figura tributa, pues, a un sentimiento común, pero desde la especificidad de su estatus.

Esta individualización de los personajes es respaldada, en gran medida, por el ambiente recreado a su alrededor, locuaz en lo que a la jerarquía social del personaje que alberga se refiere. Sobre espacios amplios y con predominio de vacíos que acentúan la soledad de los reyes ante la pérdida del ser amado, fue concebido el palacio; al tiempo que el interior del hogar pastoril se nos muestra reducido, asfixiante.
 

 Cada personaje se construye física y sicológicamente atendiendo a su estatus y función narrativa
 

La sensibilidad del tema expuesto en Los dos príncipes es reforzada, sin dudas, por la oscuridad que predomina en el corto, contrastada con determinadas zonas de luz y color. Este último enfatiza aquellos objetos pertenecientes o relacionados directamente con los fallecidos, llamando la atención sobre la ausencia física de los infantes y su presencia en el recuerdo de los familiares.

Prescindir de la palabra a lo largo del animado, silenciar sus versos de forma explícita y sugerírnoslos a través de imágenes y sonidos, representó un reto que rehuyó la obviedad e impuso una extrema autonomía narrativa. Esta versión libre del poema homónimo del Maestro, dirigida por Yemelí y Adanoe, más allá de reproducir mecánicamente las situaciones planteadas en el texto, las recrea, enriquece y, en varias ocasiones, las sugiere mediante metáforas. Es, en definitiva, el resultado de un mensaje aprehendido por sus realizadores y, luego, readaptado al lenguaje del medio audiovisual, lo que demandó aportes y omisiones, todos en función de transmitir la esencia intrínseca del poema.
 

cortometraje Los dos príncipes
 El expresionismo hace acto de presencia en figuras que dejan al descubierto las imperfecciones del material
con que fueron confeccionadas

 

La mencionada ausencia de palabras fue compensada por la expresividad de la música original compuesta a piano por Ariadna Amador. El mayor acierto de su creación pudiera afirmarse que no es el de mero acompañamiento y apoyo, sino el de convertirse por sí sola — y, como es lógico, en fraternidad con las imágenes—, en un componente emotivo y en extremo dramático.

Agasajado con el Premio Especial del Jurado, en la categoría de Animación, en la edición 39 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, el cortometraje “Los dos príncipes”, en tanto fenómeno creativo —por demás— protagonizado por jóvenes, reviste significaciones. En primera instancia, retoma desde una óptica novedosa la obra de nuestro Apóstol, trayéndola una vez más a colación. Igualmente, es fruto de la impronta del legado martiano en la juventud contemporánea, a pesar del transcurso de siglos temporales. Su mensaje remueve los cimientos de la condición humana, más allá de fronteras y segmentaciones sociales, en última instancia, ricos y pobres se unen en un abrazo de equidad en cuanto a padecimientos y penurias del alma.