De la gracia criolla y otros asuntos

Pedro Pablo Rodríguez
25/8/2017

De la gracia criolla trata este libro, como dice su autor, quien además, desde el subtítulo deja establecido el propósito de la obra. Así que, no se piense usted, amigo lector, que va a encontrarse con un catálogo de curas para muy diversas malezas establecidas por las prácticas populares, aunque sé que en más de un caso usted encontrará remedios conocidos, a lo mejor con variantes, y que quizás ha empleado alguna que otra vez.

foto del escritor cubano Riverón Rojas
"Riverón Rojas sabe como recoger testimonios y como organizarlos y analizarlos
para el conocimiento de las ciencias sociales." Foto: esacademic.com

 

El humor, más que las recetas, es el tema que atrae a Riverón Rojas, decimista, dicharachero, con chispeante ingenio humorístico, y escritor muy, pero que muy en serio. Y estos rasgos de su labor con la palabra oral y escrita, y de su propia personalidad, son la explicación de estas páginas, cuya lectura, por otra parte, abre la mente hacia diversas aristas.

No se busque aquí la humorada, ni el chiste, ni la narración que desea provocar la risa. Este es el humor que brota natural y espontáneo a través de las frases de personas que trasmiten consejos de sanativas, propiedades curativas, y que se valen a menudo de la narración anecdótica para trasmitir ese saber popular.

Por eso, lo primero que agrada y convence es la magia del autor para atrapar la oralidad. A pesar de las limitantes que, desde luego, siempre le impone la escritura, uno siente que está conversando con todas estas personas cuyo testimonio se nos entrega. No son sólo las palabras propias del mundo campestre; se trata también de los giros idiomáticos y de las ideas, pero, sobre todo, de las estructuras del pensamiento que se manifiestan en la voz de los hablantes. Es como si el lector anduviera por aquellos territorios villaclareños y conversara con estos interlocutores mientras toman café juntos en la sala del hogar, o so sientan en una guardarraya o al pie de un árbol para aprovechar su sombra. Porque —y este es otro de los rasgos de estos textos— hay sabor rural y sabiduría campesina en esta escritura, tan fina y pulida al mismo tiempo, que nos revela el indudable oficio del autor.

Claro que el libro es útil para los interesados en el folclore, las culturas populares, la lingüística y la sociología, aunque no pretenda en modo alguno siquiera acercarse a los procedimientos investigativos y expositivos de tales disciplinas. Obviamente, Riverón Rojas sabe como recoger testimonios y como organizarlos y analizarlos para el conocimiento de las ciencias sociales.

Hay un sustrato metodológico detrás de estos textos, pero ello solamente se intuye por el lector avisado en esas materias y sus conductas porque esta obra cumple cabalmente su esencial propósito literario: develarnos el humor de esa cultura campesina y llevarnos a comprender que aquel es un rasgo muy propio de ella.

Se nos demuestra así, una vez más, que no hay pieza menor en la creación literaria. La voluntad literaria del autor se impone, lo cual es una dicha para la lectura, pues es esa habilidad o esa capacidad o ese talento lo que lleva a seguir sus páginas con avidez.

Dos muestras de ese sabroso y brillante ejercicio literario demuestran la agudeza del escritor y la espontánea creatividad de sus hablantes. Uno de ellos dice que con las várices “las venas se ponen fofas por falta de ilusión”. Otro afirma que el dolor está “ahí, en atención, como un recluta”.

Es cierto, como observa Riverón Rojas, que el símil es dueño y señor de esa palabra campesina que él recoge. En verdad, sin embargo, las figuras literarias, con toda su complejidad y riqueza, brotan con naturalidad sorprendente y mueven a la constatación reflexiva acerca del vínculo íntimo y secreto entre la literatura y la expresión oral.

Sé que cada persona verá estos textos desde su propia perspectiva e intereses, mas me atrevo a afirmar que cuando usted llegue a su punto final, amigo lector, se sentirá satisfecho de ese acto incomparable de placer que habrá sido su lectura.

Tomado: Prólogo a la Primera Edición de El Ungüento de La Magdalena, Editorial Centro Pablo de la Torriente Brau.