Daniel Chavarría: un muy sentido Adiós, Muchacho

Rafael de Águila
7/4/2018

En La Habana, ciudad en la que vivió, escribió y amó, ciudad que amaba y lo amaba, se nos ha muerto, “como del rayo”, Daniel Chavarría. Nacido en una ciudad del cono sur, una ciudad que reverencia al gaucho y al mate, San José de Mayo, en la República Oriental del Uruguay, hace ya más de 84 años, era un cubano de recia estirpe, un cubano que veneraba el ron y el tabaco, un latinoamericano, un hombre bueno, “un cubano nacido en Uruguay”, como él mismo solía decir.


Daniel Chavarría
 

Arribó a Cuba en 1969, cuando quien esto escribe tenía apenas 7 años. No tuve el privilegio de ser su amigo. Ni siquiera tuve el privilegio de conocerlo. Solo el de leerlo. En una ocasión un amigo común le escuchó decir esto: “cuando ya todo esté perdido, fumaré un puro, beberé un trago de ron y me pegaré un tiro”. Fue un hombre cabal. Un romántico. Un hombre culto. Un hombre capaz de hablar, leer y traducir en cinco idiomas. Un Maestro admirado y querido por sus muchos alumnos. Uno de los escritores más premiados, al tiempo que uno de los más perseguidos y admirados por los lectores cubanos.

Era yo un adolescente cuando tuve en las manos su primera obra, Joy. No imaginaba entonces que, décadas después, evocaría todos sus libros para, ceremonioso y apesadumbrado, escribir estas palabras. Recuerdo, rememoro, como homenaje, como ritual palingenésico y apotropaico que descree y destierra a la muerte, el resto de sus obras, particularmente mis preferidas, la multi premiada y muy alabada El ojo de Cibeles, en 1993; El rojo en la pluma del oro, en 2001, que recibiera el Premio Casa de las Américas; Una pica en Flandes, en 2004, y la última obra suya que tuve bajo los ojos, Príapos, del 2005. En 1984, 1993 y 2001, por tres veces, fue acreedor del Premio de la Crítica. La Mystery Writers of America le otorgó, en el 2002, el Premio Edgar Allan Poe, por Adiós, Muchachos, mejor novela policíaca publicada en USA ese año. En el 2004 obtuvo el Premio Alejo Carpentier de Novela por Viudas de sangre y en el 2010 el Premio Nacional de Literatura.

Muy versado en Platón, su vida pudiera resumirse en una frase del griego: alēthinós logos, historia que es verdadera. Eso fue su vida. Verdadera.

A unas horas de su muerte evoco la ekpurōsis, antigua creencia griega según la cual el cosmos se destruye -y se recrea- en ciclos infinitos. Eso ha sucedido hoy con Daniel Chavarría. De la mano de su alēthinós logos y de la muy sacra ekpurōsis, a lomo feraz de sus libros, gaucho sempiterno amante del mate y cubano inclaudicable adorador del ron, Daniel Chavarría,  hombre de Cibeles, Diosa de la tierra, las cavernas, las montañas, las murallas, las fortalezas y los animales no se nos ha muerto. Es un Eterno Muchacho. Descanse en paz. Parafraseando el título de una de sus obras hoy solo le decimos: Adiós, Muchacho.