Cubadisco: sembrando para ti

Emir García Meralla
26/5/2017

Según sus organizadores esta es la edición 21 de la Feria Cubadisco. Mi cuenta personal lo convierte en evento de aniversario cerrado. Revisando viejas fotos, recortes de prensa y otras fuentes documentales —sobre todo la memoria de amigos y allegados—, confirmo lo que ya es un hecho condenado a desaparecer de la memoria colectiva: en marzo del año 1996 lo que ocurrió exactamente fue el traspaso del premio EGREM a la estructura del Instituto Cubano de la Música ante la existencia de más de una casa o sello discográfico en el país, algunos enteramente foráneos y marcados por un mismo origen: fundados a la carrera para entrar con fuerza en el “alocado mercado cubano de la música de los años 90”. El encargado de ejecutar y/o organizar el asunto fue Ciro Benemelis, que a ese fin organizó en mayo de 1996 una “edición piloto” de lo que años después ocurriría con mayor o menor fortuna.

foto de la Gala de la Feria Internacional Cubadisco
Gala de la Feria Internacional Cubadisco en una de sus ediciones pasadas. Foto: Internet

Entonces, atenido a los hechos, se puede afirmar que la primera Feria Cubadisco de real importancia ocurre en mayo de 1997 y la definen tres acontecimientos relevantes: el primero fue la convocatoria a realizar El son más largo del mundo; en orden de importancia le sigue la proliferación de revistas especializadas en música cubana, cada una con un perfil bien definido; y como tercer punto la presencia de todos los involucrados en el asunto música cubana en general dentro de la Isla. Es decir, la presencia en Pabexpo —donde se realizaba la Feria Comercial— de todos los centros de la música del país, de empresas foráneas distribuidoras de instrumentos musicales, y de empresas de comercialización musical y editoras extranjeras, como la SGAE, que trae al evento a importantes socios de su catálogo.

En ese año empiezan a converger determinados acontecimientos que ponen a la música cubana toda —como un sistema— dentro de los grandes circuitos internacionales. En 1997 comienza la leyenda del Buena Vista Social Club; el proyecto Habana Abierta da una nueva dimensión a una zona de la música cubana en la que se fundían el pop, el rock y la canción de autor (algunos de sus integrantes giróvagan en la estética de la Nueva Trova); el fenómeno Orishas como expresión novedosa del hip hop cubano y el asunto timba: el sonido cubano de esos tiempos; y el fenómeno Polo Montañez en el ámbito de Latinoamérica, (Colombia en lo fundamental).

Entonces se podía esperar que la apuesta por una Feria o gran fiesta del disco cubano tuviera no solo una gran acogida, sino también impacto económico, social y cultural. Era el momento en que “la moda Cuba” estaba imponiéndose en muchos lugares del mundo, fundamentalmente en Europa y algunas ciudades de los Estados Unidos, donde comenzó a haber una presencia inusual de músicos cubanos, lo mismo de forma individual —fruto de un proceso migratorio con diversos matices— o cumpliendo compromisos previamente pactados.

Entonces se podía esperar que la apuesta por una Feria o gran fiesta del disco cubano tuviera no solo una gran acogida, sino también impacto económico, social y cultural. A fin de cuentas, la rentabilidad de la música se había puesto a prueba y en primera instancia había obtenido máximos resultados.

¿Qué aportaría al evento, durante al menos unos diez años, cada uno de los elementos antes destacados? He aquí algunos apuntes iniciales.

 

Un son, dos sones… noventa y seis horas de son…

Lo del Son más largo del mundo no es una idea cubana. Se originó en la ciudad de Barcelona en octubre de 1996 y en su ejecución no participó ninguna agrupación netamente cubana, aunque el concierto fue inscrito en el libro de los récords Guinness de ese año. El hecho de alguna manera hirió el orgullo nacional y, curiosamente, fue un empresario español involucrado en la música cubana quien buscó consenso para que desde Cuba —la isla de la música— se pusiera orden en ese tema.


El son más largo del mundo. Foto: Internet

 

Ocho meses después el Salón Rosado de la Tropical recibió por más de 96 horas a músicos de todo el país para sonear hasta el agotamiento. El orgullo nacional se había restituido en el mismo momento en que se estableció la marca necesaria, y si por los músicos y los bailadores hubiera sido, el son no hubiera parado nunca.

El Son más largo abrió las puertas a decenas de agrupaciones de provincias que nunca se habían presentado en la capital; pero el saldo más importante para los músicos cubanos fue el actuar como un gran gremio. Aquella experiencia se volvió a repetir, con menor fortuna, en siguientes ediciones de Cubadisco con otros géneros de la música cubana como la rumba y la música campesina, encadenando ciudades y convocando músicos. Pero para ese entonces eran solo copias maltrechas de una excelente idea. Y es que el nivel de espontaneidad, convocatoria y corazón desbordado que se logró con el son más largo, no se repetirá nuevamente.

El Son más largo abrió las puertas a decenas de agrupaciones de provincias que nunca se habían presentado en la capital; pero el saldo más importante para los músicos cubanos fue el actuar como un gran gremio. No importaba el nivel de popularidad de que se gozara: a quienes eran importantes nombres del momento no les tembló ni la voz ni el instrumento para intercalarlo con quien era totalmente desconocido. El gran ejemplo de ello fue cantar en tiempo de rumba son el himno de Bayamo en el momento de establecerse el récord. Sobre el escenario estaban el Conjunto Chapottín e improvisando cuartetas patrióticas de alto vuelo poético desde una leyenda del son como Raúl Planas hasta un desconocido como Carlos Manuel Calunga, que sería premiado meses más tarde como una revelación del son cubano.

 

Publico, luego existo

La segunda mitad de los años 90 fue el momento propicio para que en Cuba comenzaran a circular algunas revistas de música; hasta ese entonces solamente la revista Clave, del Ministerio de Cultura, y el Boletín Ritmo, de la EGREM, eran las publicaciones que recogían el acontecer de la música cubana.

Clave estaba dirigida al sector más académico dentro de los estudios musicales y musicológicos; mientras que Ritmo limitaba sus páginas a reseñar los intereses de la EGREM —a la sazón la única casa discográfica que existió hasta la llegada de Bis Music, creada dentro de la estructura de ARTEX y de los sellos extranjeros posteriormente— hasta su desaparición por causas económicas a comienzos de esa misma década.

A inicios del año 1996 ya circulaban en Cuba cinco publicaciones dedicadas a la música cubana; de ellas una no era producida en Cuba: se trató de El manisero, fundada en España dos años antes. Además de Clave, dirigida por Laura Vilar, existía Tropicana Internacional, fundada y dirigida por Nestor Milí; Musicalia Dos, dirigida por el musicólogo y editor Radamés Giro, La Revista de Música cubana de la UNEAC, dirigida por el Dr. José Loyola, y Salsa Cubana, bajo la batuta de Amado Córdoba.


Foto: Internet

Cada una de estas publicaciones comenzó a dar sus puntos de vistas, enfoques y análisis bien diferenciados sobre la música cubana, abriendo el espectro de difusión sobre la misma dentro y fuera del país en ese entonces.

Retomando una escena de la película El padrino, de Francis Ford Coppola, los directores de estas publicaciones deciden, de modo consensuado, organizar en el Cubadisco del año 1996 un gran conversatorio o coloquio sobre la música cubana. Para ese fin convocan e invitan a periodistas, músicos, coleccionistas, melómanos, productores musicales, directores de programas de radio y TV relacionados con el tema, partiendo de la pluralidad de opiniones, criterios, estudios y vivencias sobre el tema.

Tal coloquio mantendrá su carácter ecuménico y liberal mientras dure la existencia de estas publicaciones; un proceso que comenzará a ocurrir en el año 2007, cuando se decide el cierre de Salsa Cubana; anteriormente Musicalia y la Revista de Música de la UNEAC habían comenzado a afrontar serios problemas económicos que limitaron su circulación y llevaron a su cierre.

Será Tropicana, de aquellos medio alternativos —no se olvide que Clave era la revista oficial y las otras, las oficiosas—, el único que sobrevivirá al menos dos años; aunque para ese entonces su director había abandonado los ímpetus iniciales.

Desaparecidas las revistas, el coloquio se convertirá en una sucesión aburrida de estudios musicológicos divorciados, en muchos casos, de la realidad musical que se vivía en esos años y los posteriores.

Citando al gran rumbero cubano Gonzalo Ascencio, el Tío Tom: “… los caramelos se quedaron con la fiesta de los bombones… qué es esto…”.

Con el cierre de aquellas revistas el Cubadisco perderá, además de algunas tribunas, la pluralidad de criterios y análisis sobre sus acciones, y sobre todo, una memoria histórica. A los organizadores solo les quedará la existencia de un periódico, muchas veces de mala factura y limitado alcance.


Cubadisco se abrió a una feria comercial a la que no faltó ninguna institución nacional involucrada en la música. Foto: Internet

 

Hay qué bueno, qué bueno… una feria como yo quería…

Los años 90, en su segunda mitad, fundamentalmente, se caracterizaron por un intenso proceso de exportación de música cubana. Los ritmos, sonidos y músicos de esta isla comenzaron a llegar e influir en cuanto país, academia, discográfica y artista fuera posible.

Podía ser desde un desconocido hasta una mega estrella del pop o el rock internacional de alta demanda. Tener un músico o un arreglista cubano garantizaba no solo calidad como ejecutante, sino que daba aires frescos a cualquier propuesta.

Ciertamente había un fuerte flujo migratorio de músicos en esos años, pero también estaba la reserva interna de quienes se quedaron trabajando y viviendo en la Cuba de aquellos años difíciles. Tal vez para mostrar a los interesados ese capital humano, Cubadisco se abrió a una feria comercial a la que no faltó ninguna institución nacional involucrada en la música.

La feria en Pabexpo era toda una gran fiesta, no solo para los músicos y los entendidos, sino para el público en general, que podía valorar y vivir la experiencia de la más importante e influyente manifestación de la cultura cubana de todos los tiempos: la música.

Empresarios de todos los confines comenzaron a visitar esta feria, algunos de forma exploratoria, otros invitados por sus socios extranjeros establecidos en el país. La industria hacía sus apartes para vivir la experiencia de la música cubana en Cuba, con toda la autenticidad que el momento imponía. Buenos negocios se presentaban.

No había figura de la música nacional que no se hiciera presente en los salones de la Feria, lo mismo para asistir a un lanzamiento discográfico, que para confraternizar con sus colegas. La rumba parecía no acabar, y los músicos, la música y la discografía cubana serían los grandes beneficiarios de estos cinco días.

Sin embargo, para el año 2010 las cosas comenzaron a cambiar. Primero la Feria se traslada al Pabellón Cuba; como segundo elemento, se reduce su espacio y la presencia de sellos discográficos y empresarios extranjeros; y algo de suma importancia: los centros de la música tanto nacionales como provinciales se abstienen de participar.

Todas las señales indicaban que la rumba estaba en franco proceso de frenado, o de fenecer, como ocurrirá dos años después.

El Cubadisco había perdido para esa fecha su gran encanto, su aura mística y, sobre todo, el interés de los productores y músicos cubanos.