Conversando con Lester Hamlet

Octavio Fraga Guerra
4/3/2017

El espacio ajustado para el desarrollo de los personajes; la escenografía austera, minimalista; los desafíos de los muchos ángulos y planos que toca construir en locaciones de poca holgura (un apartamento de pocos metros cuadrados), son algunos de los tópicos de un diálogo que hurga en lo periférico, en lo corpóreo de Ya no es antes, la más reciente entrega cinematográfica del director Lester Hamlet.

¿Cómo fue el proceso de preparación de los actores y de la película? ¿Qué singularidades tuvo esta primera etapa?

Fue un proceso muy largo. Desde el momento en que me propuse hacerla y me aceptaron el proyecto, pasaron seis años. Eso, de alguna manera, alteró un poco el proceso positivamente, porque me dejó mucho tiempo para pensar.

Durante ese tiempo la diseñé e imaginé muchas veces. Las víctimas de esa dilatación fueron los actores que estuvieron en los casting iniciales. Luego, cuando pude filmarla, fue bastante rápido. Era una película que ya me sabía. Le tenía dibujado los planos, los movimientos, dónde ocurriría cada acción. Fue fácil organizarla. Era un espacio, dos actores. En ese sentido, no fue complicado.


 

Por otra parte, no podía tener a dos actores durante 12 horas de rodaje. Era una carga muy fuerte para ellos. Y fuimos viviendo la historia cada día. La misma naturaleza del guión nos permitió filmarla cronológicamente, descubrir acción tras acción. La filmación fue muy viable.  

En Ya no es antes logró reunir a dos actores antológicos. ¿Qué significado tiene para usted este reencuentro?

Es un privilegio para la película contar con ellos. Es un honor porque de alguna manera este hecho redondea la metáfora. Si es cierto que hacía 40 años Mayra y Esteban no se veían, también es verdad que Isabel y Luis Alberto hacía muchos años no actuaban juntos.

Entonces el reencuentro de ellos formó parte de la naturaleza misma de la película. Y le dio, tal vez, un hálito de verdad, más allá de la interpretación. Son dos actores que están en el recuerdo del público cinéfilo cubano. La gente los asocia con memorables filmes. Además, son dos grandes intérpretes y esta es una película que descasa en ellos, en sus verdades. Ese es su soporte principal. Creo que ninguna otra pareja de actores lo hubiera hecho así de bien, ni hubiera provocado esa pasión que despiertan en el público Isabel y Luis Alberto.


Fotograma de Ya no es antes

Dentro de los múltiples retos que tiene un director de cine, se incluye la dirección de actores. ¿Es para usted una experiencia gratificante?

En mí, todo es un pretexto para llegar a esa etapa. El proceso que más disfruto es estar con ellos. No soporto la escritura del guión, aunque es un paso previo necesario. Pero cuando de verdad me siento feliz, a full en mis potencialidades, es en el momento de dirigir a los actores. Lo que más me gusta de la praxis cinematográfica es estar en el set filmando, conversando con los actores, ver cómo vamos armando la película.

Desarrolla el rodaje del filme en un pequeño apartamento pudiendo hacerlo en un estudio. ¿Por qué este desafío?

Porque siempre le tengo miedo a la falsedad que puede tener un estudio. Temo que se note una costura de irrealidad. Creo que el apartamento, con todo lo difícil que fue, contribuyó a esa veracidad que quise lograr. Además, durante años supuse la película en un espacio real.

¿Cómo valora el trabajo de la directora de arte en Ya no es antes?

Fue vital. Vivian del Valle ha participado en todas mis películas. Esta relación facilita el entendimiento entre ambos de lo que ella también descubre en el filme y lo que quiere poner en la pantalla.

Todo ese mundo de los colores, los rosas, los fucsias, los grises, lo que está en las paredes, es resultado de su labor. Creo en el trabajo en equipo, en lo maravilloso que te aportan los compañeros. El cine no puede hacerse solo, porque no eres capaz de tanto. No es igual que escribir un poema o pintar un cuadro. A los especialistas del cine, esa maravilla, hay que darles espacio para soñar. Y ahí viene un proceso de decantación, de conversaciones donde crece la obra.


Fotograma de Ya no es antes

En cuanto al trabajo con Harold López Nussa, ¿le marcó pautas creativas o le dio total libertad?

Harold es un virtuoso, un genio. Por supuesto que conversé con él. Juntos definimos, luego de ver la película, áreas donde intervenir, incorporar notas y acordes. Converso mucho, no soy un director que imponga nada. Creo que la película es un momento de realización de todos y todos tienen algo que aportar a la película.

Es un privilegio contar con Harold en un filme, por segunda vez. Y, según preveo, haré todas las películas con él. Lo adoro, me encanta su música, la manera en que sabe traducir con música lo que está pasando en el filme. A veces como contrapunto, a veces como apoyo, a veces como subrayados.

¿Cómo fue trabajar con el experimentado Raúl Pérez Ureta ante un escenario pequeño, sobrio, de austera escenografía?

Fue un desafío enorme. Raúl Pérez Ureta es un maestro. Él hizo que yo tuviera una película bonita. No me lo imaginaba. Mientras yo me empeñaba en lograr intensidad, dramatismo, Raúl construía la belleza de la imagen.

Durante todo el proceso de la película cambiaron muchas cosas. Iban a ser unos actores que no fueron, iban a ser productores que no fueron, iba a haber una música que no resultó. Pero lo que nunca cambió fue la dirección de fotografía de Raúl Pérez Ureta.


Fotograma de Ya no es antes

Ya en mi tercera película, y justamente por lo difícil que yo sabía que sería esta (la cuarta), estaba convencido de que tenía que hacerla con un maestro de la fotografía. Fue un lujo, porque no hay nada para mí tan importante como querer aprender y con Raúl se aprende todo el tiempo. Tiene más energía y vitalidad que nadie. Es una cátedra del cine cubano.

¿Cómo evolucionó el guión a partir del texto Weekend en Bahía? ¿Cómo fue el trabajo desarrollado por Mijail Rodríguez en la coescritura del texto fílmico?

Yo tenía claro a lo que quería llegar. Fue un trabajo de escritura permanente, sobre todo de relectura y revisión. A veces Mijail y yo lo dejábamos reposar, lo dejábamos de leer por seis meses. Cuando volvía a releerlo, encontraba detalles en la estructura y hacía encuentros esporádicos con Mijail. Fue un proceso orgánico, vivo, hasta la edición.

Cuando entraron los actores, el guión creció. Yo estoy abierto a eso, no soy un director aferrado a una única manera, a una sola intención. Es algo que uno no puede hacer en soledad, y se debe estar abierto a escuchar los aportes de otras personas.

Si llamé a Raúl Pérez Ureta es porque sabía que no me iba a sentir solo. Iban a nacer soluciones, encuadres, posibilidades narrativas. Si llamé a Isabel y a Luis Alberto es porque no solo me quise aprovechar de los actores que son, sino también de sus condiciones como artistas e intelectuales. Sus sapiencias le aportan a la película. Por lo mismo llamé a Harold, a Vivian del Valle y a todas las personas que integraron el equipo de realización: para aprender de ellos.