Cimafunk: ¿Terapia contra el reguetón?
Donde quiera que vaya Erick Iglesias, más conocido en el mundo artístico como Cimafunk, deja su impronta de melómano agitador y terapeuta embriagador sobre un escenario y sus “pacientes” lo gozan y aclaman.
Desde Pinar del Río, este cantante, compositor y productor llegó a la capital en busca de un sueño, que transformó el reguetón inicial y la trova posterior en un virus de funk y ritmos afrocubanos, con prodigiosa fuerza performática.
Como una epidemia, en el capitalino Pabellón Cuba extendió su distintivo flow de cimarrón electrizante, en una presentación afanosa y adictivamente bailable. Títulos como “Paciente”; “Parar el tiempo” o “Me voy”, entre otros, desataron una embriaguez espiritual que se apoderó de los presentes.
Protagonizó, con su voz, la tarde noche. Le cantó al público con desenfreno, a sus coristas con sensualidad, y le otorgó su momento de fama al solo instrumental de los otros talentosos miembros de la banda.
De esa forma, el dinámico espectáculo fue, desde la fusión de los géneros afrocubanos y funk, hasta el histrionismo performático de su protagonista, con un estilo absolutamente fresco y original.
Sí, resulta incuestionable que Erick destila sabrosura y que se ha hecho de un público que lo escucha y sigue su audaz “locura” artística. Él es un showman, y lo sabe. Su grupo ha abarrotado cuanto espacio hay en La Habana, imponiendo récord de asistentes en la Fábrica de Arte Cubano.
La historia se repitió en su último concierto en el Pabellón Cuba, como parte de las presentaciones en el 34 Festival Internacional Jazz Plaza 2019.
Ese día fluyó la energía entre un público heterogéneo, tanto en edades como nacionalidades. Jóvenes, viejos, extranjeros, frikis… todos unidos, apretados, cantando, bailando y disfrutando de una banda exponente de buena música cubana.
Pero ser un showman no resulta su único acierto, y ello amerita reflexión.
Desde hace un tiempo, Cimafunk está acaparando el gusto musical de muchos que optaban antes por otros tipos de géneros muy difundidos hasta el cansancio.
Desde sus inicios, el reguetón ha despertado polémica por sus letras violentas, machistas y que fomentan la pérdida de valores y la denigración de la mujer. Se ha sedimentado como uno de los géneros más populares entre los jóvenes, por sus estribillos repetitivos y rápidos, que incitan al baile hasta a los más escépticos. Y Cimafunk parece alzarse, desde su propuesta y a través de una lograda estrategia de difusión, como una terapia contra el reguetón que tantos “pacientes” había acarreado.
Ese fenómeno musical, guste o no, ha sido una explosión en Cuba, en todo nuestro continente y más allá. En sus inicios, muchos grupos cubanos comenzaron a lograr con el reguetón lo que nunca habían podido con el hip hop y otros géneros. Surgió una epidemia, y todavía se repletan las discotecas. Sin embargo, ahora existe otra sensación que también cierra lugares por capacidad, que resulta altamente bailable: Cimafunk.
Es una maquinaria andante, extravagante y en peligro de extinción, que desencadena las vibraciones del cuerpo, cuando se escucha algo tan pegajoso. Sin dudas, en lo alto de la cima está esa “fiebre” de apodo exótico y que amenaza con volverse indetenible. Desde que emergió, ha originado una euforia musical; osado, y también muy usado, parece cosechar éxitos. Pero la pegunta del millón se impone: ¿se mantendrá o representará algo momentáneo?
Esos mismos elementos artísticos-musicales de Cimafunk, tan peculiares y ricos que atraen tanto al público, en un abrir y cerrar de ojos pueden pasar de moda, como todo, para luego desvanecer, por el hecho de convertirse en un producto muy consumido o gastado.
Cimafunk ha manifestado que persigue, con su singular proyecto —el cual le ha resultado la clave del éxito— escapar de la música que hay en el ambiente. Esa misma originalidad amenaza con ser agotable algún día y, en consecuencia, usada en demasía, lo cual le ha originado ya algunas críticas a su repertorio y actuación.
En su momento conquistó con una sonoridad desigual, no manida; tenía a su favor el factor sorpresa. Sin embargo, podría bien caer en un lugar común, dejar de estar de moda porque toda fiebre, y la enfermedad que la acompaña, pasa. El camino que decidió seguir, puede acabar en sobrexplotar y sobresaturar.
Pero, pese a ello, marcar la diferencia es lo que mejor sabe hacer Erick, y hasta ahora le ha resultado muy bien. Ya se encuentra en la cúspide de la escena musical cubana; y no detiene la marcha de su llamativa sabrosura.
Es diferente a su manera, sin grandes pretensiones, y parece andar por el buen camino en su búsqueda de “ser cada vez más sincero con la música”.
Así él se reivindica, porque “se trata de reflejar y de comunicarte usando las palabras de la gente, de gozarte a ti y a la gente; y estar dispuesto a comunicar desde una experiencia propia y decir la verdad sobre ti, lo único que puede llevarte al éxito”.
Su talento es innato, su música novedosa y contagiosa; y su propuesta artística se sustenta sobre una peculiar identidad cultural. Al final hace música cubana y es, como él, una “locura”.