Centrismo político: ¿por qué no debemos morder el anzuelo?

Paul Sarmiento Blanco
19/6/2017

Se ha generado en las últimas semanas un amplio debate cultural, político y filosófico sobre el llamado centrismo político y la llamada Tercera Vía. Ramírez Cañedo en su artículo “La tercera vía o centrismo político en Cuba. Una aproximación desde la historia”, acude a los hechos históricos que corroboran inobjetablemente que los llamados centristas o partidarios de la tercera vía al final asumen una posición contraria a los intereses nacionales en diferentes etapas históricas [1].

Coincido con el destacado historiador en los puntos esenciales de su demostración. Para la defensa del proyecto nacional cubano —dígase Revolución Cubana Socialista— se debe partir de los antecedentes históricos del fenómeno que se estudia. Hoy propongo analizar el fenómeno del centrismo político desde la perspectiva hacia el futuro del socialismo cubano. Pero tengamos en cuenta algunos antecedentes teóricos e históricos.

Desde la teoría, el centrismo político es un concepto elaborado por los politólogos occidentales que asumen el centro como aquella postura política de un conjunto de partidos políticos y/o organizaciones políticas que se caracterizan a sí mismos por considerarse intermedios en el espectro de fuerzas políticas con respecto a las izquierdas o derechas. Pero desde la perspectiva histórica, todavía no está claro dónde fue que comenzó a usarse el concepto del centro.


Entrevista a Jorge Ángel Hernández. Video La Jiribilla

Albert Mathiez, Albert Soboul y Francois Furet, historiadores de la Gran Revolución Francesa del siglo XVIII, plantean que el centrismo surgió en la época de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente en 1789. Incluso esto coincide, según Soboul, con el surgimiento de los partidos políticos en aquel contexto revolucionario francés de finales del siglo XVIII.

Pero en la propia Francia, durante la Asamblea Constituyente de 1848 cuando se iniciaba otro ciclo revolucionario liberal-burgués, se pudo apreciar la formación de un grupo de diputados que radicaron en el Palacio Nacional y el Instituto, integrado por republicanos moderados. Otro grupo que reunía a los diputados con orientaciones monárquicas radicaba en la calle Poitiers, y en las calles Castiglione y Pirámides se reunían los diputados religiosos.

Atendiendo a la posición geográfica que tenían en el mapa de París estas direcciones, fueron identificados los grupos como el centro, la derecha y la izquierda respectivamente [2]. Estos son algunos criterios del origen histórico. Podemos deducir que en Cuba, en los últimos años del siglo XIX, cuando en el panorama político pujaban los independentistas, los anexionistas y los autonomistas (reformistas), a nuestro modo de ver no había alcanzado una maduración teórica la concepción del centro como postura en la política. O sea, si el concepto empieza a transitar por la Francia de mediados del siglo XIX, es posible que en la Cuba colonial de entre 1868 y 1898, no se haya socializado y arraigado por las diferentes corrientes ideológicas.

En la actualidad, los propios defensores ideológicos del centrismo —desde posturas teóricas— plantean que no se debe confundir el reformismo con el centrismo. Para ellos, los centristas valoran posiciones consensuales, criterio que no comparto, ya que desde una posición política de izquierda o de derecha se pueden lograr consensos en determinados temas. Los centristas abogan por el criterio de la llamada “política del justo medio” que ahora mismo en España, Francia, Noruega y algunos países de América Latina, tiene miles de seguidores tanto en el campo académico como en el político.

Es común en la politología actual alegar que muchos partidos políticos o políticos individuales están asumiendo posiciones centristas, de tal manera que las diferencias entre los principales partidos políticos de muchos países —ya sean de izquierda o de derecha— son pequeñas. En muchos países ambos partidos o grupos de partidos promueven la defensa del mercado y el pluripartidismo con distintos matices o enfoques de regulación. Esto se debe en mayor medida, y según el país, a la falta de compromiso o al oportunismo político [3].

Por tanto, considero que el llamado centrismo político o la tercera opción, como se le llame, no es ideológica. No parte de una concepción científica del ser humano, del estado, de las relaciones sociales, como el liberalismo, el republicanismo, el socialismo. El centrismo es situacionista, puesto que se orienta en función de la posición política de otros. Ese es el caso. Vayamos o intentemos ir a la realidad actual de Cuba y a su futuro.

En el artículo “Centrismo político: Cuba no ha mordido el anzuelo” expuse algunos criterios que retomo ahora para poder justificar mis posiciones [4]. Primero: pensando en el futuro político de Cuba y el ideal de socialismo que debemos desarrollar, sostengo que el llamado centrismo político es asumido por algunos representantes de la llamada “oposición cubana” y por algunos intelectuales salidos del propio proceso revolucionario como una especie de alternativa para la solución de los problemas cruciales de la nación.

Pero, en su mayoría, esta posición centrista no es realmente auténtica ni popular ni está avalada por un consenso nacional, debido al desprestigio moral, cívico, ciudadano y político al cual están sometidos estos pequeños sectores contrarrevolucionarios. Por otra parte, los sectores intelectuales que sostienen supuestas posiciones centristas son —según mi apreciación—minorías que han asumido posiciones confusas, con lenguaje seudoliberal, pero, además, no arrastran grandes masas sociales e incluso muchas de sus propuestas son elitistas.

En cuanto a los grupos pequeños de individuos, que se afilian en la llamada disidencia u oposición, aunque existen en la realidad porque son seres humanos, incluso reconozco que son seres sociales, están asesorados casi públicamente por las principales embajadas occidentales acreditadas en La Habana, o sea, lo que proponen políticamente para el futuro de Cuba no ha nacido auténticamente de sus puntos de vistas ni de su pensamiento colectivo; forma parte del guión —guión situacionista, como dicen los propios teóricos de la tercera vía— que desde la época de la guerra fría elaboran los órganos de inteligencia de las principales potencias capitalistas del mundo. Por eso sostengo que la oposición cubana no existe, no es real, es ficticia, no responde a intereses de sectores importantes de la población cubana. Se mueven en la telaraña de los intereses extranjeros.

Segundo: pongamos un ejemplo concreto para tratar de llevar la teoría a la realidad objetiva que vive el cubano medio. El principal problema nacional a resolver y renovar por parte del pueblo cubano es, en estos momentos históricos, a mi modo de ver, garantizar la continuidad histórica de la Revolución, perfeccionando y actualizando nuestro modelo socialista que es auténtico, soberano, no ha sido impuesto desde el extranjero. Ha sido un modelo revolucionario reconocido internacionalmente, incluso el propio ex Presidente Obama en el discurso ante el pueblo de Cuba destacaba públicamente algunos de los logros de la Revolución.

Voy más allá, aunque a muchos que se dicen ser centristas no les preocupa el futuro modelo de Cuba, la Unión Europea después de varios años de tensión ha reconocido que el modelo es viable —al fin lo ha reconocido— y está negociando con el gobierno cubano, representante legítimo de ese proyecto, acuerdos de cooperación. Y voy mucho más allá, al lado contrario: en el mundo existen políticos y grupos grandes de políticos que se oponen a la Revolución y no la reconocen. Esos ¿son centristas? Está clara su posición. Atacan con todas sus armas culturales, ideológicas y políticas la esencia de nuestro modelo.

Tercero: ¿Qué opciones o qué programa político proponen los llamados centristas cubanos?, pero ¿quiénes en la Cuba de hoy son los centristas o los representantes del llamado centrismo político? ¿Qué alternativas ofrece esa supuesta postura política para resolver el problema nacional cubano en la actualidad? Aquí hay que responder varias cuestiones.

En primer lugar, nuestro problema nacional en la coyuntura actual —y lo sostengo nuevamente— pasa por la solución a la actualización de nuestro modelo socialista, que es la opción que reconoce la mayoría de los cubanos. Perfeccionar la democracia socialista cubana, perfeccionar la gestión empresarial y hacerla más eficiente, son tareas esenciales en la actual coyuntura política cubana. Pero existen diversos criterios y fórmulas que se han puesto en el centro del debate, no en el centro del espectro político cubano, sino en el centro de las polémicas de la sociedad.

Entre los diversos criterios consideramos los que ofrece nuestra vanguardia política, liderada por el Partido Comunista de Cuba, el Parlamento —Asamblea Nacional— y los diferentes sectores de la sociedad civil que en consenso han llegado a proponer la continuidad del socialismo cubano unipartidista desde la dimensión política. Desde el ángulo económico, además, se ha promovido la apertura a las inversiones extranjeras, la coexistencia de diversos tipos de propiedad; y desde la perspectiva diplomática, el proceso hacia la normalización con los Estados Unidos sin ceder en nuestros principios.


Escuela o Modelo

¿Pero qué postura asumen los centristas ante los problemas anteriormente mencionados? Es difícil de contestar si pensamos que desde el centrismo político se promueve estar en el medio o en el “justo medio”. Ahora, en cuanto al problema de la concentración de la riqueza y la propiedad que en este contexto ha renacido. ¿Cuál es la posición del centrismo? El debate en el Parlamento sobre el tema mostró fisuras en el criterio teórico y metodológico del mismo. Por eso hay que continuar ganando en experiencia sobre la cultura del mismo.

Como expresé en mi primer artículo: no temamos al debate, y en este problema en particular, debemos reconocer que ya la concentración de la riqueza y la propiedad existen. Lo que debemos es regularla, normarla, sin mellar los ingresos honestos de miles de trabajadores particulares o cuentapropistas, o dueños de negocios que, de forma responsable, establecen su empresa y contribuyen a perfeccionar la economía, a producir riquezas y no solo concentrarlas.

En este tema no debemos estar en el medio. Debemos reconocer que la actual apertura económica y la implementación de los mecanismos de mercado promueven la concentración de la riqueza y la propiedad, lo que debemos regularla a un nivel justo para productores y consumidores, y evitar por todos los medios que se continúe polarizando algunos sectores de la sociedad.

Este solo tema genera polémica y diferentes puntos de vista. Ya nuestro Parlamento emitió su criterio. Yo acabo de emitir el mío. Debemos seguir debatiendo, pero pienso que no debemos quedarnos en el medio. No debemos titubear. No debemos darle la espalda a la realidad. La realidad hay que transformarla, modificarla en el sentido del concepto fidelista de Revolución. Por eso considero que, si queremos ayudar a nuestro país y perfeccionar el modelo socialista, no es factible quedarse en el medio a la hora de opinar, aunque usted opine que pertenece al centro. Debemos ir a la raíz del problema, resolverlo, pero siempre pensando en los intereses nacionales, no individuales.

Desde esa dimensión y, políticamente hablando, considero que el centrismo político en Cuba no es beneficioso, no es saludable. Y cuando expresé en mi artículo anterior que en el fondo no hay posiciones centristas en la política cubana, me estoy refiriendo a la política autóctona, original, popular, la que nace del debate desde abajo como la que nace desde las instituciones establecidas para formular una política tanto interna como externa. La política cubana, la de la Cuba socialista, internacionalista y humanista, no es centrista, ¡no, que va!, no se queda en esa posición, ¡jamás!

Desde Céspedes, el iniciador, Agramonte, Maceo, Martí, hasta Mella, Villena, Trejo, Pablo de la Torriente, Chibás, Fidel, el Che, siempre se han asumido posiciones profundas. Al final los políticos, los apolíticos, los centristas, los de derecha, los de izquierda, etc., se quedan con una posición política que es la que los llevará a formar parte de la historia.

En Cuba hoy hay un gran debate. Y debemos ayudarnos para redefinirnos; o por el socialismo —perfeccionado, modificado, actualizado, con rasgos nuevos, con rasgos incluso de otro sistema, pero socialismo al fin—, o por el capitalismo. Esas son las dos opciones, creo que no hay tercera opción o tercera vía. No impongo criterios, no escojo los dogmas, pero creo que el pueblo cubano sabrá elegir, y como dijo Martí en el famoso discurso del Steck Hall en Nueva York en 1880: “el pueblo, la masa… es el verdadero jefe de la Revolución”. Y los políticos, o los que sostienen el peso de las decisiones políticas, nuestra vanguardia política, está consciente de esta pauta martiana.

 

Notas:
 
1. Véase a Elier Ramírez Cañedo: “La tercera vía o centrismo político en Cuba. Una aproximación desde la historia”, en www.cubadebate.cu, 31 de mayo de 2017; también puede encontrarse en Periódico Granma, miércoles, 7 de junio de 2017, pág. 8.
2. Albert Soboul: Historia de la Revolución Francesa, 2 tomos, Ediciones Sociales, París, 1962. Véase además a Maurice Duverger: Los partidos políticos, Fondo de Cultura Económica, México, 1957.
3. Eugenio Martínez Rodríguez: Equilibrio y centrismo político.
4. Véase a Paul Sarmiento Blanco: “Centrismo político: Cuba no ha mordido el anzuelo”, en www.cubadebate.cu, 5 de junio de 2017.
 
Paul Sarmiento Blanco es Máster en Ciencias y Profesor Auxiliar de Historia Contemporánea. Dpto. de Historia. Universidad de Holguín.