Cela, cara y cruz

Pedro de la Hoz
13/5/2016

Al cumplir el primer centenario de su nacimiento (Iria Flavia, Galicia, 11 de mayo de 1916), el escritor Camilo José Cela reafirma sus valores como uno de los más relevantes narradores en lengua española del siglo XX, sin que podamos olvidar la nefasta impronta de una personalidad asociada a la traición y la infamia.

Tiene sentido subrayar esa flagrante dicotomía en tiempos como estos, cuando la responsabilidad de los intelectuales exige altura ética y compromiso moral ante las realidades de un mundo amenazado por el rebrote ideológico del fascismo y de prácticas que denigran la condición humana.

En los años 60, como parte del esfuerzo editorial que acompañó los primeros momentos de la política cultural revolucionaria, los lectores cubanos accedieron a La familia de Pascual Duarte, vida y destino de un campesino extremeño, dominado por la violencia, que cuenta retrospectivamente sus avatares mientras espera su ejecución en la celda de los condenados a muerte.

El lenguaje desgarrado, tremendista pero efectivo de la novela, y su arriesgada estructura, sustentan un texto calificado por la crítica como un sombrío aguafuerte de la España rural.

Téngase en cuenta la fecha de su publicación: 1942, en plena dictadura franquista. Si la primera edición, de 1500 ejemplares, pasó el filtro de la censura, la segunda, no. Cela sabía lo que se traía entre manos. Por eso, en la nota del transcriptor ficticio que presenta las memorias de Duarte, advierte: “He preferido, en algunos pasajes demasiado crudos de la obra, usar de la tijera y cortar por lo sano… me pareció más conveniente la poda que el pulido”.

Por esa misma época, el propio Cela ejerció como censor del régimen. Al paso del tiempo trató de minimizar su actuación, diciendo que solo se dedicaba a cribar panfletos y hojas volanderas.

Pero su verdadera catadura moral se revela en un documento firmado por él en 1938, en medio de la guerra, cuando ofreció sus servicios como delator a las autoridades falangistas. De su puño y letra escribió “que el Glorioso Movimiento Nacional se produjo estando el solicitante en Madrid y que por lo mismo cree conocer la actuación de determinados individuos (…), cree poder prestar datos sobre personas y conductas que pudieran ser de utilidad…".

También en Cuba se publicó otra de sus obras cumbres, La colmena. Terminada en 1950 solo pudo ver la luz un año después en Argentina.  Censor censurado. Novela coral, fragmentada, es uno de los testimonios más estremecedores de los traumas de la postguerra.

Cela fue prolífico. Publicó 85 libros de todo tipo. Fue honrado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1987), el Cervantes (1995), y el codiciado Nobel de Literatura (1989). La realeza lo compensó con un marquesado. El crítico Cristóbal García Vera considera que “si Cela se hubiera limitado a escribir La familia de Pascual Duarte, Viaje a la Alcarria (1948) y La colmena, esta aportación hubiera resultado más que suficiente para otorgarle un lugar destacado dentro de la literatura en lengua castellana. (…) Nada de cuanto alumbró más tarde conseguiría igualar la fuerza transmitida en esas novelas”.

Su talante reaccionario nunca flaqueó. Ahí están sus ataques homófobos contra la memoria de Federico García Lorca, y sus desplantes contra todo lo que viniera a airear esa que Machado señaló como “la España de charanga y pandereta”.