Carmina Burana, bienvenida a Cuba

Lázaro Benítez Díaz
19/12/2017

La compañía Danza Contemporánea de Cuba presentó, los días 15, 16 y 17 de diciembre, la obra Carmina Burana. Por primera vez y de manera íntegra la pieza creada por George Céspedes se coloca ante el público cubano. Estrenada en el 2008 en el Auditorio Nacional de México, ahora se acomoda al espacio de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

Pocas son las veces que podemos presenciar un espectáculo de tamaña producción en nuestro país. Por lo general las obras que conforman el repertorio contemporáneo cubano, han reducido la escenografía a un vacío donde el cuerpo transita.  Teniendo solo la oportunidad de ver espectáculos como estos a través de videos que nos llegan o en imágenes de revistas extranjeras.

Carmina Burana obtuvo en el 2009 el premio Luna, otorgado por el Auditorio Nacional de México a las producciones de las artes escénicas. Recientemente volvió a conformar parte de las funciones en este coliseo azteca con una considerable asistencia de público.

Céspedes ha mostrado ser un creador capaz de mover multitudes de bailarines coreográficamente. Es esa habilidad, a mi consideración, uno de los logros fundamentales de este creador. Mambo 3XXI, Matria Etnocentra, Identidad a la -1, entre otras, conforman la lista de obras en el repertorio de este coreógrafo que hablan sobre una necesidad colectiva. Carmina Burana es una mirada sobre esa necesidad de Céspedes, pieza que agrupa en la escena aproximadamente 40 intérpretes.

El escenario es una suerte de iglesia gótica con sus columnas, altos ventanales y rosetón. El rosetón sirve de lente para presentar, de manera simultánea a la coreografía, un grupo de imágenes pensadas como línea histórica, desde la creación y evolución del mundo hasta la actualidad. A través de ese pequeño lente, vemos el mundo de las fábricas, de las ausencias, las pérdidas o de carruseles con niños felices. Un mundo manejado, oprimido, mirado, donde los bailarines se transforman en piezas de una gran maquinaria que se engrana con el coro, la orquesta, los solistas y el reducido espacio escénico del teatro.

Llena de movimientos, diseños, la puesta subvierte los números, los niveles y los cuerpos. Escenas solo de mujeres o de hombres reafirman la necesidad de lo humano en ese espacio ritual. Estableciendo relaciones entre los cuerpos de los hombres y las mujeres como una continuidad de la vida. Es un centro de encuentros y conflictos, tanto es así, que maneja la idea recurrente sobre lo diabólico, lo maligno, dentro de ese espacio de fe religiosa. Creo que esto aboga por una representación real de las sociedades y sus individuos que todo el tiempo se debaten en esas dos zonas.
 

Puesta en escena de Carmina Burana en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso
 

Vale destacar el trabajo de Alejandro Miñoso, joven recién egresado de la Escuela Nacional de Danza, quien ha encontrado un lenguaje propio dentro de la compañía, establece su individualidad ante la formación de cuerpos colectivos. Su calidad como intérprete lo ha convertido en un rostro recurrente en las obras de Danza Contemporánea de Cuba.

Las voces de Ulises Aquino (barítono), Milagro de los Ángeles (soprano) y Harold López Rodríguez (tenor) sirven de frescos ante la fuerza y energía que recibimos. Aun podrían borrarse las divisiones entre los solistas, el coro y los bailarines, permitiendo una masa homogénea y compacta.

En el fondo, el Coro Nacional de Cuba y el Infantil, vestidos como monjes, acompañan con una excelente interpretación la sonoridad de la puesta. Esa imagen dota de jerarquía y fuerza cualquier ejecución que desarrollen los bailarines. Delante, en el foso, la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba; todos bajo la dirección del maestro Enrique Pérez Mesa.

Carmina Burana en Cuba. Una deuda saldada con el público cubano que tanto ha seguido el trabajo de la compañía y de George Céspedes. Buen cierre de año nos deja Danza Contemporánea de Cuba. La inmensidad de los aplausos expresa el agradecimiento de un pueblo que conoce de danza. Es Carmina Burana otra bala que mata al fantasma del desinterés, la vagancia y el no hacer.