Carlos Venegas: Testigo presente de una Habana antigua

María Carla Gárciga
25/1/2017

En el año 2012 una obra acaparó la atención de la academia, la crítica y el ámbito cultural cubano: el volumen Ciudad del Nuevo Mundo, que ya venía avalado con el Premio Anual de Investigación (2008).

Sus páginas nos trasladaban hacia los momentos fundacionales de la ciudad de La Habana entre 1560 y 1640. La idiosincrasia, la historia, la cotidianidad y cultura material, el contexto social y el núcleo urbano habanero de una ciudad inimaginable para muchos capitalinos del siglo XXI, se nos revelaban con un lenguaje diáfano y cautivador.


Fotos: Cortesía de la autora

Los reconocimientos no se hicieron esperar: Ciudad del Nuevo Mundo se alzó con el Premio de la Crítica 2013, del Arte del Libro Raúl Martínez 2013, y de la Academia Cubana de la Lengua 2014.

Su autor, el investigador Carlos Venegas Fornias, ha recibido este año la más alta distinción a que puede aspirar un estudioso de la cultura: el Premio Nacional de Investigación Cultural, galardón que, según ha expresado, “te hace ver que has sido útil y te compromete a seguir siéndolo en el tiempo que te queda, aprovechando tu experiencia y el saber que has podido acumular”.

Cuando indagamos acerca de su trayectoria intelectual, nos comenta que ha marchado inseparable de las oportunidades para la superación abiertas dentro de los planes de estudio al comenzar la Revolución. Para entonces, ya contaba con una educación previa y experiencias en su contexto familiar, que le permitieron aprovechar mejor dichas oportunidades docentes.

“La década de los 60 y mi ingreso en la Universidad estuvieron marcados por la agitación social y cultural; había muchos campos nuevos abiertos para elegir una carrera y terminé en la Escuela de Letras y Artes por razones vocacionales. Los cambios se vivieron muy intensamente; aunque estuvieras inmerso en una escuela, no estabas al margen, siempre participabas de algún modo; conocías personas de toda la Isla y de otras partes del mundo, asistías a nuevos espectáculos, leías artículos y libros… todo era muy accesible, y te formabas opiniones críticas sobre los diversos aspectos de la cultura. Fue un tiempo de definiciones y de aprendizaje en la capital”, relata el autor de La urbanización de las Murallas: dependencia y modernidad (1990).


 

Los años 70 abrieron una etapa compleja para la cultura cubana. En lo personal, Venegas comenzó a enfrentarse a una práctica distinta y difícil, en la que había que tomar decisiones, ocupar un lugar en alguna institución y experimentar también muchas incomprensiones o limitaciones sociales. “Pero sobre todo debías medir tus propias capacidades dentro de un ambiente real, no teórico, y demostrar dónde podías hacer algo más útil en el campo de la cultura, para el cual te habías preparado”.

De finales de esta década es su obra Dos etapas de expansión y colonización urbana (1979), con la cual daba inicio a un campo de especialización en la historia cotidiana y cultura material de la ciudad de La Habana, durante el periodo colonial. Dicha indagación se enriquecería posteriormente en los años 80, etapa que califica como la de ejercicio profesional más pleno en la investigación histórica aplicada al patrimonio. En esos años recibe su primer lauro en un concurso de historia nacional, publica El Teatro La Caridad (1983) con Hernando Serbelló y Pilar Ferreiro, y obtiene el Premio del Primer Concurso de Crítica Arquitectónica “Joaquín Weiss” (1988).

Sobre los derroteros que lo llevaron a especializarse en esta área de la cultura, nos explica: “El haber trabajado como alumno en la revista Arquitectura-Cuba bajo la dirección del arquitecto Roberto Segre, me preparó para acercarme a la manera de documentar una población desde todos los puntos de vista posibles, desde la lectura del plano y la imagen, hasta la documentación histórica escrita en sus diversos aspectos.

“Mi trabajo consistía entonces en ser documentalista y me proveyó de muy buenas lecturas. Podía haber actuado desde ese ángulo en otras disciplinas, y tal vez si hubiera tenido otras oportunidades de trabajo, no hubiera continuado este camino en el futuro; pero no fue así y me siento conforme. Mi vocación nunca estuvo cerrada en una especialidad específica de las ciencias sociales, y la preparación universitaria recibida dentro de las humanidades te permitía actuar en diversas áreas de la cultura”.

Lo cierto es que las circunstancias que han llevado al hoy Premio Nacional de Investigación Cultural por los caminos de la historia urbana de La Habana, Ciudad Maravilla del Mundo, le han permitido legar no pocos libros que constituyen referencia imprescindible, como Cuba y sus pueblos, censos y mapas de los siglos XVIII y XIX (2002) y Plazas de Intramuro (2003).

Junto a La Habana, la ciudad de Trinidad también ha marcado su vida y obra. Acerca de ambas urbes, reflexiona: “Son las dos ciudades que he vivido, no tanto investigado, pues no me considero muy capaz de entender y estudiar a fondo una ciudad, convertirla en un medio de trabajo, sin una experiencia vital de trasfondo. Nada hay más interesante para un investigador que entrar en contacto con el resultado material de la historia de una comunidad humana, pasear sus calles, entrar a sus casas, observar el resultado de la organización de su vida pública o privada, en fin, ese espectáculo imborrable que disfrutas como una experiencia emotiva y sensible. Si a eso agregas un conocimiento profundo y personal de su gente, experiencias de familias y recuerdos personales, entras por la puerta grande a disfrutar de una auténtica historia: aquella de la que eres parte, testigo, y sientes un placer extraordinario en trasmitirla. Esa es la dimensión testimonial de una ciudad, la identitaria”.

Para el estudioso, tanto en Trinidad como en La Habana, el pasado, materialmente manifestado en su contexto urbano, tiene una presencia muy fuerte:

“Trinidad es una ciudad de recuerdos, y por razones históricas fue un tanto excéntrica y marginada del resto del país. Como sucede habitualmente para todos los que nacimos y vivimos en un lugar así, deja muchas huellas en nuestra existencia. Tal vez si no hubiera nacido y crecido en una ciudad tan conservada y de costumbres tan propias, mi sensibilidad hacia el pasado hubiera sido otra”.

La Habana, en cambio, es percibida por Venegas como una ciudad de trabajo, y cuando se toma como objeto de investigación, el acercamiento a ella parte de un plano más consciente y maduro. “Es el tipo de ciudad donde uno busca oportunidades de realización, y como todo inmigrante, debe construirse su propia sensibilidad hacia ella de modo consciente”, declara el autor —junto a Enrique Capablanca— de La Habana Vieja y Trinidad, patrimonio cultural de la humanidad (1998).

Desde 2004 Venegas desarrolla su actividad investigativa en el Instituto Juan Marinello, donde ha llevado a cabo un proyecto personal basado en el análisis histórico de contenidos vinculados a la cultura material y las costumbres, no solo en lo referido a las manifestaciones puramente artísticas, sino también las emparentadas con la antropología, la historia urbana y la existencia diaria de una ciudad.

En su obra apuesta por un lenguaje sencillo y atractivo, alejado de vericuetos academicistas, para llegar a un público amplio, con un contenido diverso que busca asentar las interpretaciones sobre un relato histórico bien cimentado, unido a una compilación de imágenes como información testimonial que apoya el contenido textual.

“Este tipo de propósito —señala— se ha convertido en algo bastante común en la cultura, desde las novelas históricas y biográficas, dentro de la ficción, hasta las crónicas periodísticas; se trata de ganar lectores y cada cual lo hace a su modo y con sus posibilidades. Personalmente, me gusta hacerlo sin renunciar a fuentes históricas verificables, y esto lo vuelve más difícil, implica una fuerte entrega al trabajo de información. Además, te obliga a pensar en una organización del texto donde tu relato obedece a límites genéricos precisos, y a una dramaturgia que reelaboras a partir de testimonios, sin alteración subjetiva de los hechos, o sea, no debes fabular”.
 

 

Su más reciente obra, La Habana de la Ilustración, que da continuidad a Ciudad del Nuevo Mundo y explora las transformaciones de la urbe habanera en el periodo de 1762 a 1790, será presentada en la venidera Feria Internacional del Libro. Luego de su cálida acogida por los asistentes en el acto de entrega del Premio Nacional de Investigación Cultural, se avizora que al menos, entre los lectores, ostente la misma popularidad que su predecesora.

Por lo pronto, su autor continúa enfrascado en develar los secretos ocultos de la Ciudad Maravilla; quizás se vislumbre una nueva obra al respecto. Lo cierto es que, como el propio Venegas nos expresa: “La trayectoria de un investigador de la historia nunca es recta; hay que aprovechar lo que has acumulado de saber, las oportunidades de publicación, en fin, a los 70 años los proyectos ya tienen caminos trazados: aprovechar mejor el tiempo y continuar hasta donde puedas”.