Blas Roca: bondadoso, sereno y apacible

Hassan Pérez Casabona
15/7/2020

Francisco Calderío era el verdadero nombre del pequeño nacido el 24 de julio de 1908, en la ciudad de Manzanillo. Los avatares de la lucha, signada por las constantes amenazas contra su vida, lo obligaron a utilizar varios seudónimos, con el objetivo de burlar la permanente persecución del enemigo.

Fue así que, inmerso por completo en el fragor del combate, artículos, proclamas y llamamientos, elaborados para la movilización y el esclarecimiento de las masas, comenzaron a aparecer bajo la firma de Julio Martínez, Manuel Bueno, Marcos Díaz, Inocente del Campo, Tío Francisco, Claudio y Emilio.

 Blas Roca: primer Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Foto: La Jiribilla
 

Aunque se preparó para maestro, la terrible situación imperante le impidió obtener empleo, por lo que tuvo que dedicarse al noble oficio de zapatero, aprendido junto a su familia. En 1929 ingresó al Partido fundado por Baliño y Mella. Ese mismo año, por sus méritos como organizador, lo eligen Secretario General del Sindicato de Zapateros de Manzanillo. Su capacidad para explicar la estrategia a seguir hace que sea electo en 1930 como Secretario General del Comité del Partido y de la Confederación Obrera de su localidad.

Al realizar un examen de los méritos del extraordinario dirigente, Fidel, durante la despedida de duelo de Blas, refirió lo siguiente acerca de dicho período:

A la pupila insomne de Martínez Villena, entonces máximo dirigente de los comunistas cubanos, no escaparon las brillantes cualidades del joven combatiente revolucionario, al que en el propio año 1933 se le traslada y se le hace responsable de la dirección del Partido en la capital de la república […]. No mucho tiempo después la dirección del Partido lo elige Secretario General del Comité Central, cargo en el que fue ratificado durante la celebración del Segundo Congreso en 1934. De ese modo, a los 26 años, el humilde niño manzanillero Francisco Calderío se había convertido en el jefe del Partido de los comunistas cubanos.[1]

En 1935 es electo miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, en su Séptimo Congreso efectuado en la URSS. Su contribución al proceso constituyente de 1940 resultó decisiva, en que la Carta Magna contemplara importantes reivindicaciones del movimiento obrero. Junto a figuras como Salvador García Agüero y Juan Marinello, libró trascendentales batallas en los escenarios parlamentarios. Desde ese año hasta el cuartelazo de Batista, el 10 de marzo de 1952, fungió como representante en la Cámara.

En 1943 publicó Los Fundamentos del Socialismo en Cuba. Sobre este texto reconoció la destacada filósofa Olivia Miranda Francisco:

Entre los méritos de los Fundamentos del Socialismo en Cuba, está el haberse propuesto su autor la divulgación entre los militantes del Partido Comunista, y en general entre los sectores sociales hacia los cuales dirigía fundamentalmente su labor político-ideológica, de los principios y presupuestos teórico-metodológicos esenciales del marxismo y del leninismo, así como los rasgos caracterizadores del socialismo como sistema. [2]

Al triunfo de la revolución ocupó importantes responsabilidades, entre ellas director del periódico Hoy, presidente de la I Asamblea Nacional del Poder Popular y jefe del Departamento de Órganos Jurídicos del Comité Central. Desde la constitución del Primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba integró el Buró Político.

“Porque la bondad constituye en él lo fundamental”. Foto: La Jiribilla
 

En ocasión de que el Consejo de Estado le confiriera la Orden “Playa Girón”, con motivo de su aniversario 70, el Comandante en Jefe reflexionó en el Palacio de la Revolución, el 24 de julio de 1978, sobre que:

He oído decir que Blas lleva 50 años de militancia revolucionaria. Yo no lo creo, porque Blas —en mi opinión— nació revolucionario. Lleva 70 años de militancia revolucionaria. ¿Y dónde nació? ¿En qué condiciones? ¿En qué cuna? En una cuna muy humilde. ¿Quién lo enseñó? Se enseñó el mismo. Adquirió una cultura propia; fue un verdadero autodidacta […]. Cuando éramos niños —parece que ha pasado algún tiempo de eso— muchos de nosotros ya oímos hablar del Partido Comunista y de su dirigente indiscutible y capaz, el compañero Blas Roca. 

En el acto que le tributara las Fuerzas Armadas Revolucionarias por dicha efeméride, efectuado en la Academia de las FAR Máximo Gómez, el General de Ejército Raúl Castro Ruz señaló:

En su día la burguesía quiso impedir que Blas llegara a la Asamblea Constituyente y pretendiendo humillarlo enarbolaron aquel aberrante slogan “Zapatero a tu zapato”. Hoy es orgullo de nuestra Asamblea Nacional del Poder Popular y de todo nuestro pueblo que quien llevó sobre sus hombros la mayor responsabilidad en la redacción de nuestra Constitución Socialista y presida su parlamento, sea aquel zapatero.

Vilma Espín, Heroína de la Sierra y el llano, en una velada similar organizada por la Federación de Mujeres Cubanas, afirmó:

Cierto que el mundo sería hermoso si todos los hombres fueran como él y sobre todo para las mujeres a quienes Blas ha dado efectivo apoyo con su permanente y arraigado espíritu de justicia. Porque la bondad constituye en él lo fundamental.

“Su modo de mandar era sereno y apacible, pero firme y sin tolerancias”. Foto: Tomada de Granma
 

La intelectualidad revolucionaria reconoció, igualmente, la significación de su figura. Nicolás Guillén, Poeta Nacional, le dedicó estos versos titulados “Décimas arbitrarias para Blas Roca”:

Te conocí cuando eras un joven radiante y fino, / Que nos mostraba el camino / De sus treinta primaveras. / Las palomas mensajeras, / Que de tu mano partían, / Bajo el cielo se veían / Como flechas de oro fino, / Fino y joven como eras, / Joven tú radiante / Con tus treinta primaveras.

Blas Roca es hoy compañero / Que embellece lo que toca, / Así pues quiero a Blas Roca / Cantarle en mí son entero. / No es en la lucha el primero, / Pues el primero es Fidel, / Pero Blas sigue tras él / De tal modo y con la fuerza / Que no habrá fuerza que tuerza, / No habrá quien tuerza la fuerza, / La fuerza que lleva en él.

¿Qué son 70? Setenta / Es edad ya fija y alta, / A la que nada le falta, / O con poco se contenta.

Pero si sacas la cuenta / De lo vivido y luchado / Y de todo lo que has dado / A nuestra patria ya erguida, / Entonces, Blas admirado, / Setenta son una vida.

Enrique Núñez Rodríguez, destacado periodista, escritor y humorista, también le regaló un poema denominado, en apego a su más fiel estilo vernáculo, “Canción para niños de más de cincuenta años”:

“Zapatero, a tus zapatos” / le gritó la burguesía / a aquel joven zapatero / que con el pueblo sentía / (Un pueblo de andar descalzo que al zapatero dolía)

“Zapatero, a tus zapatos” / le gritó la burguesía / cuando se hizo maestro / para el pueblo que sufría. / (Un pueblo de andar sin aulas o con el aula vacía).

Ya no hay niños sin zapatos / —como aquel joven quería— / ya no hay niños sin escuelas / y en el pueblo hay alegría. / (Un pueblo de andar de fiesta porque ya no hay burguesía).

Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí, por su parte, acudió al soneto “Blas Roca” para expresar su admiración por tan destacada personalidad:

Era el mar una fuerza ciega y loca / Y para resistirlo en su faena / El hombre no podía ser arena, / Cocotero, ni concha, sino roca. / Cincuenta años el oleaje choca / Contra la roca sólida y serena / Allí, clavado a orilla de la pena, / Francisco Calderío fue Blas Roca. / Zapatero que obrando de otros modos / Planificó zapatos para todos / Los descalzos del pueblo, con su pura / Chaveta de alto acero y roja fragua. / Nunca del fondo de una piedra dura / Salió tan limpia y repartida el agua.[3]

El 25 de septiembre de 1974, en una velada memorable, la Universidad de La Habana le confirió el Título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Jurídicas. Las palabras de elogio correspondieron a su entrañable amigo Carlos Rafael Rodríguez, quien realizó un exhaustivo recorrido por la trayectoria revolucionaria del homenajeado:

Y creemos no incurrir en error o en injusticia si proclamamos que, antes de que Fidel Castro apareciera en el escenario de nuestra Isla como conductor de este pueblo, no hubo dirigente político de miraje más vasto, penetración de análisis más honda y audacia táctica mayor que Blas Roca […]. Su modo de mandar era sereno y apacible, pero firme y sin tolerancias. Su palabra, lenta, con ese cantar de los manzanilleros que ellos no se reconocen, iba desgranando los argumentos con un don espontáneo para el silogismo, una claridad pedagógica y una sencillez que no le hacía la menor concesión a la retórica. El modo en que entendía el marxismo no era dogmático.[4]

El 21 de julio de 1983, en el Palacio de la Revolución, el Comandante en Jefe colocó sobre su pecho la estrella dorada que lo acreditaba como el primer Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

El 25 de abril de 1987, a las 5 y 40 de la mañana, dejó de existir víctima de una prolongada enfermedad. Cumpliendo su solicitud de ser enterrado “en tierra pelada”, la dirección de la revolución acordó sepultarlo en predios de El Cacahual, con una modesta lápida como única identificación, sitio donde descansaban los restos del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales y de su ayudante, el capitán Panchito Gómez Toro.

Previo a la ceremonia, en la que ocho generales de las FAR escoltaron el féretro hasta que fue depositado en el sitio definitivo, Fidel pronunció la oración de despedida en un acto que congregó a cientos de miles de capitalinos, en la Plaza de la Revolución, el domingo 26 de abril a la 4 de la tarde.

Al valorar su desinterés, en el momento en que se fusionaron las organizaciones revolucionarias, puntualizó:

Los revolucionarios marxistas-leninistas supimos estar por encima de vanidades y ambiciones mezquinas. Y en esto el ejemplo de Blas fue histórico e insuperable. Sin vacilación alguna puso incondicionalmente su partido y su jefatura, su experiencia y su sabiduría a disposición de la nueva dirección revolucionaria.[5]

Notas:
 
[1] Ver en: Granma, lunes 27 de abril de 1987, Tercera Edición, pp. 1-5.
[2] Olivia Miranda Francisco: Carlos Rafael Rodríguez. Tradición y Universalidad, Editora Política, La Habana, 1997, pp. 60-61.
[3] Lucilo Batlle: Blas Roca: virtud y ejemplo. La imagen de un hombre excepcional, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, pp. 5-9; 19-21; 76 y 163-166.
[4] Arnaldo Rivero Verdecia: Honoris Causa. 1926-1996, Editorial Félix Varela, La Habana, 1996, p. 275.
[5] Ver en: Granma, lunes 27 de abril de 1987, Ed. Cit.