Bailar con la cabeza

Yuris Nórido
22/5/2017

Buenos bailarines, lo que se dice buenos bailarines, hace rato que tenemos en Cuba. Hasta el punto de que llevamos años “exportándolos”. Las escuelas de arte gradúan cada año decenas de intérpretes, que (unos más, otros menos) pueden estar a la altura de las exigencias de cualquier coreógrafo.

La mayoría de los que subieron entre el 6 y el 9 de mayo al escenario del teatro Eddy Suñol, en la ciudad de Holguín, demuestran que hay potencial suficiente en nuestras escuelas y compañías: bailarines que podrían ser capaces de asumir casi cualquier pauta física, de amplísimo espectro técnico y expresivo.


Fotos: Juan Pablo Carreras

Claro, hablamos de potencial. Para “hacer” a un bailarín no basta con enseñarle el abecé de la técnica. Y a buena parte de los que se presentaron en la más reciente edición del concurso de coreografía e interpretaciones Solamente Solos les faltan muchas horas-salón-escenario.

Pero se puede decir que cumplieron sobradamente las expectativas de los coreógrafos… que, por cierto, muchas veces fueron ellos mismos (he ahí un tema que ameritaría un análisis: hasta qué punto el bailarín-coreógrafo debería conformarse con montar para sí mismo; hasta qué punto al “auto-coreografiarse” puede llevarlos de verdad a salir de su zona de confort).

No fue difícil en definitiva para el jurado (que integró junto a respetadas figuras de la danza este cronista) determinar los mejores desempeños en el ámbito de la interpretación. Pero a la hora de premiar las mejores coreografías el asunto se complicó, porque en ese apartado reinó la medianía.

La mayoría de las obras presentadas partían de impulsos muy semejantes (hasta el punto de que era difícil encontrar distinciones estilísticas y dramatúrgicas entre unas y otras) y sus concreciones escénicas solían sustentarse en lugares comunes o en “escrituras” demasiado superficiales.

Muchos de los concursantes son muy jóvenes, y esa es una de las razones de ser de este concurso: visibilizar zonas emergentes de creación. Ahí también se va a aprender y a confrontar. Pero la sesión crítica que acompañó la cita demostró que a muchos de nuestros jóvenes coreógrafos les sobra entusiasmo, pero les faltan estudio, investigación, pensamiento…

A estas alturas es difícil sorprender, pero con demasiada frecuencia nuestros jóvenes artistas terminan por descubrir “el agua fría”. Eso sucede porque no se tienen en cuenta (o sencillamente se desconocen) los referentes esenciales, en Cuba y en el extranjero.

Un coreógrafo es, tiene que ser, más que un componedor de pasos. Eso se puede lograr con cierto talento y algunas lecciones de composición. Pero un coreógrafo de verdad tiene que ser primero que todo un artista. Y ante lo que se ve ahora mismo por ahí, esa demanda no es una obviedad.

La coreografía es arte de sentidos, indagación intelectual, vocación metafórica. Lo demás es tabla gimnástica (y no es que tengamos nada en contra de las tablas gimnásticas, pero cada cosa en su lugar).

Como bien decía el lema del encuentro, la danza se piensa… El cuerpo puede (y debe) estar listo. Pero el camino lo tiene que trazar la cabeza.