Afiliados, de veras, como cronistas crónicos

Omar Valiño
7/7/2017

Cuando Ricardo Riverón me llamó a casa para invitarme a una nueva estación de su proyecto Sin la espuma del olvido, y me explicó las reglas de esta ocasión, sentí el hálito de una enraizada tradición villareña que se prolongaba hasta “Cronistas crónicos”, esta pequeña reunión de cultivadores de la crónica que nos juntó en Santa Clara entre el 20 y el 22 de junio último.

Aunque precisaban ser escritas las tres entregas obligatorias por escritor, en el espíritu volaba el Samuel Feijóo rastreador de historias y hechos insólitos por los senderos de Las Villas, el culto a la riqueza de lo popular de René Batista y los bichos, güijes y figuraciones del grupo Signos, o la estela de la revista homónima.


Foto: Internet

Y es que Riverón es un nexo natural entre esos paradigmas y su continuidad en el presente. Por eso abrió a mediados de 2014 y lo desplegó hasta similar fecha de 2015, Sin la espuma del olvido. Trece recitales que permitieron a los espectadores votar por sus poemas preferidos. Sus resultados se recogen en Por mayoría simple (antología oral de la poesía villaclareña), un libro artesanal en cuya contratapa se señala que el “(…) objetivo consiste en recuperar tres cualidades fundamentales de nuestra dinámica literaria: atraer al esquivo público, renovar los formatos de intercambio oral y propiciar el nacimiento de una nueva línea editorial en la provincia: el libro-arte”.

El concierto de lecturas demostró el caudal natural de la diversidad. Distintas focalizaciones, puntos de vista, exploraciones genéricas, memorias, tonos, estilos.

Idéntico propósito con las adaptaciones de rigor tuvo Cronistas crónicos. Cambió el género literario, el encuentro transcurrió en tres jornadas de lecturas y de nuevo, los asistentes votaron por la pieza preferida de cada autor, que terminarán en un libro similar al arriba citado con 19 textos. El público abarrotó el Salón Agesta de la UNEAC de Villa Clara que, como espacio físico e institución organizadora, rindió una excelente faena logística y de atenciones.

El concierto de lecturas demostró el caudal natural de la diversidad. Distintas focalizaciones, puntos de vista, exploraciones genéricas, memorias, tonos, estilos. Presencia de tres generaciones con orígenes en puntos de todo el país. En fin, otra manera de acercarnos a la Cuba de la historia y de la actualidad, tocada con multitud de instrumentos.

Leemos Laidi Fernández de Juan, Alexis Castañeda, José Alejandro Rodríguez, Alberto González Rivero, Luis Sexto, José Antonio Fulgueiras, Amador Hernández y este servidor. Mientras Sigfredo Ariel pasea Santa Clara de la mano de Teresita Fernández, Eduardo del Llano nos cuenta de su primera visita a Miami, Jorge Fernández Era rememora su papel de falso funcionario en una reunión de músicos, Diana Ferreiro dibuja el fanatismo del abuelo a favor del equipo de Sancti Spíritus en la pelota, Lorenzo Lunar el del padre en un baile de muchas décadas atrás y Riverón el del tío en la bodega mítica de su niñez, Yamil Díaz Gómez nos regala cómo vieron sus ojos el encuentro entre Silvio Rodríguez y Frederich Cepeda, los de Michel Contreras a Conrado Marrero con más de cien años y los de Yandrey Lay a la casa donde murió el Generalísimo Máximo Gómez.

La competencia es un feliz terreno de bromas y la crecida amistad es la coronación más auténtica del concierto. Comenzamos a preguntar por la próxima cita. Nos afiliamos, de veras, a ser cronistas crónicos.