Abela Torrás: habanero, cáustico y posmedieval

Maikel José Rodríguez Calviño
22/2/2018

Por estos días, la galería Carmen Montilla, sita en La Habana Vieja, acoge No te me estreses, Cristóbal, muestra personal del pintor, escultor y dibujante Eduardo Abela Torrás, una de las figuras más representativas del llamado posmedievalismo cubano. Programada como parte de las actividades conmemorativas por el 19 cumpleaños de la emisora Habana Radio, voz del patrimonio habanero, la muestra incluye varias instalaciones que reflejan parte de las dinámicas cotidianas propias de una ciudad que pronto cumplirá 500 años de existencia.


No te me estreses, Cristobal. Instalación Objetual. Foto: Maité Fernández
 

El humorismo mordaz, en ocasiones cáustico, siempre inteligente y profundamente intertextual que Abela suele desplegar en su trabajo está presente en esta selección de instalaciones, assemblages y bajorelieves de madera policromada que remiten a personajes u obras icónicas de la historia del arte universal, reflexionan sobre el maltrato o la pérdida del patrimonio arquitectónico cubano e ilustra las formas en que la antigua villa de San Cristóbal de La Habana reconfigura sus espacios, se reinventa y sobrevive al paso del tiempo.

Las cartelas de las calles San Lázaro e Infanta enmarcan al santo homónimo, transformado en bicitaxista, que transporta a la menina Isabel de Velazco con el perrito de la RCA Victor acomodado en el regazo. Detrás, la Infanta Margarita aguarda por su correspondiente medio de locomoción. La Fuente de la India se acomoda sobre el techo de un almendrón for rent como parte de un dorado advertisement que promociona recorridos turísticos. Una habanera de pura cepa anuncia a voz en cuello la llegada del agua a la Torre de Tatlin; una “asistencia” espiritual, tan irreverente como tecnologizada, rinde homenaje al Coronel de ingenieros Francisco de Albear y Lara, proyectista del homónimo acueducto, maravilla de la arquitectura cubana. Una comparsa multicolor (Marcelo Pogolotti y Víctor Patricio Landaluze de por medio) toma posesión del Paseo del Prado, león incluido; las orillas de la Grande Jatte, rodeada por las aguas del Sena, han sido transformadas en una zona Wifi ideal para transeúntes puntillistas…


Domingo en el parque de la Wifi 2017
 

Con esta exposición, Abela nos hace sonreír, meditar y procurar referentes visuales que nos permitan captar el sentido general de las piezas. Saltan a la vista la delicadeza técnica de los bajorrelieves (muy parecidos a matrices xilográficas) y el ingenio desplegado en las instalaciones o assemblages. Al final, la gran protagonista es la ciudad y, por extensión, su santo patrón, cuya efigie, con Jesús niño acomodado sobre los hombros, cruza un río invisible de aguas cubiertas por vasijas de plástico, chancletas, tubos de desodorante y demás objetos cotidianos desechados por sus dueños.

No obstante, tras la algazara y la sonrisa, Abela articula un llamado de advertencia, atrayendo nuestra atención sobre el entorno citadino, sus carencias, vacíos y las formas en que lo tratamos o irrespetamos. Así, el humor abre paso a la advertencia; el chiste se trastoca en amonestación que nos conmina a proteger la capital, a preservarla y transformarla, desde nuestro campo de acción inmediato, en un espacio limpio y hermoso, hospitalario y multicultural, orgulloso de sus cinco siglos de existencia.