Al amparo del rocío crecen flores
23/11/2018
Se le llama invisible porque mirándole no se le ve.
Se le llama inaudible porque escuchándole no se le oye.
Se le llama impalpable porque tocándole no se le siente.
Lao Tsé (Tao Te King)
Al inicio del mes de noviembre, la Fototeca de Cuba inauguró la exposición Silencios, secretos, testimonios, de las fotógrafas Flor Mayoral, Amparo Alepuz y Rocío Villalonga. Con curaduría de Nelson Ramírez de Arellano, director de dicha institución, esta muestra rompió el celofán del Noviembre Fotográfico en La Habana.
Tres artistas, tres aristas. Cada una, un sujeto diferente; todas, enfocadas en un mismo objeto. Pero ¿cuál?
Flor Mayoral es una cubana que vive en los Estados Unidos desde hace muchos años. En 2015 presentó en la Fototeca de Cuba la exposición Transgrediendo fronteras. En esta ocasión, nos trae su obra Silencios, la cual consiste en decenas de fotografías impresas sobre papel ubicadas en las paredes del recinto colonial, sito en la Plaza Vieja de La Habana. Cada fotografía muestra a una persona con el dedo índice delante de los labios, cual si fuese una escultura humana del silencio. Entre los individuos registrados por su cámara aparecen seres comunes, fotógrafos famosos, críticos de arte e incluso un Premio Nobel de Literatura. Como expresó la misma Flor Mayoral en su presentación, su propuesta es “una sinfonía del silencio”. Cuando uno calla, nada dice; cuando muchos callan, lo dicen todo o casi todo. En realidad, se trata más bien de una SIN-FONÍA, dirigida por aquel mono sabio que aprendió a callar.
Flor Mayoral propone “una sinfonía del silencio”. Foto: Portal de las Artes Visuales en Cuba
La obra de la española Amparo Alepuz se titula Secretos y está formada por nueve conjuntos de fotografías, en las que aparecen lugares de distintos países, incluida Cuba. En Secretos íntimos, sobre un cartel que dice Écoute-moi (Escúchame), el ángel de la Anunciación susurra al oído de una joven. En Secretos altos, la claraboya de un domo chorrea una luz que dibuja sombras rectangulares. En Secretos a voces, un teléfono se disimula en el tronco de un árbol. Sus instantáneas de viajes son guiños al espectador, quien intenta en vano descifrar el sitio por un cartel, un monumento o cualquier señal que encuentre. Mirando su foto de un edificio que ostentaba un cartel con las letras RILKO, le pregunté si había sido tomada en la República Checa, pensando en Rilke, el poeta de las Elegías de Duino. Amparo sonrió y me dijo: “Cerca: estaba en Polonia. Me llamaron la atención unos hombres bajando por la pared de un edificio e hice esta foto”. De modo que su trabajo viene a desmentir aquello que suelen decir en inglés: to spread news you don’t need a telephone, a telegraph or a television; you only need to tell a woman… El segundo mono sabio se ha tapado los oídos.
Amparo Alepuz nos cuenta sus Secretos. Fotos: Leonor Menes Corona
También proviene de España Rocío Villalonga. Su obra Testimonios da cuenta de lugares impersonales, por donde la gente transita pero no permanece: un puente, una avenida, una esquina… ¿Acaso no es eso la vida? Sin embargo, en la sala María Eugenia Haya de la Fototeca, ella presentó una pieza de naturaleza conceptual: veinticinco placas de acetato fotográfico retroiluminadas ocupan tres paredes en herradura; en el centro de la sala, un pedestal sostiene un libro de 349 páginas, titulado Testimonios, sobre el cual cuelga un bombillo. El prólogo del texto abre con una cita de Rousseau: “Que nadie sea tan pobre como para venderse y nadie sea tan rico como para poder comprar a otros”.
A continuación, el cuerpo del libro está formado por tres capítulos, en los que se reúnen 26 epígrafes, cada uno con su respectivo acetato fotográfico en negro. (Evidentemente en el perímetro de la sala faltó un acetato, quizás por falta de espacio). Los títulos de los epígrafes denuncian lo que la imagen visual silencia: Testimonios interrumpidos, Historias no contadas, Testigos mudos, Voces acalladas, El debate y el grito silenciados, El silencio cómplice, Confidencialidad, Miedo, Temas vedados, Verdades escondidas, La mentira, Anonimato, Estigma, Chivato, etcétera. De este modo ha hablado el tercer mono sabio, el que no quiere ver.
Rocío Villalonga brinda Testimonios de lugares impersonales
Esta expo a seis manos, que ha viajado durante los dos últimos años por varios escenarios, viene acompañada de sendos textos del cubano Jorge Fernández Torres y de la española Lourdes Santamaría Blasco. Esta última nos recuerda que, para Mozart, la música no estaba en las notas sino en los silencios, e insiste en estudios neurológicos que apoyan el criterio mozartiano. Solo discrepo con la Santamaría en cuanto al epígrafe. Ella cita un parlamento de la Escena V del Quinto Acto de Macbeth, que en la edición cubana dice así: “¡La vida no es más que (…) un cuento narrado por un idiota con gran estruendo y furia, que nada significa!”.
Ya hace muchos años que Augusto Monterroso aclaró, en un texto tan simpático como ingenioso, que es un craso error traducir the sound & the fury como el estruendo y la furia. En realidad, dicha expresión inglesa significa: hablar sin sentido, o como decimos en castellano, “bla bla bla”. Por eso el Bardo inmortal añade al final: “que nada significa”. Pero qué le vamos a hacer si ese es un error que repite la excelente edición cubana de las Tragedias de Shakespeare y hasta el mismísimo Borges.
Con Silencios, secretos, testimonios estamos ante una misma historia contada desde tres ángulos distintos. Los Silencios de Flor son el testimonio de un secreto; los Secretos de Amparo, el silencio de un testimonio; y los Testimonios de Rocío, el secreto de un silencio. Flor escucha el inaudible silencio, Amparo roza la inasible memoria y Rocío mira cara a cara a lo invisible. Tres mujeres se inclinan ante el abismo mientras el abismo las contempla a ellas.
Decía Lao Tsé que el Tao es lo invisible (J), lo inaudible (Hi), lo inasible (Wei), o sea, J-Hi-Wei.
La lectura de este pasaje –apunta Hegel– trae al recuerdo, naturalmente, a Jahweh y el nombre real africano Juba, y también el de Jovis. Este J-Hi-Wei o J-H-W significa también, al parecer, algo así como el abismo absoluto o la nada: lo supremo, el origen de todas las cosas es, para los chinos, la nada, el vacío, lo totalmente indeterminado, lo general abstracto, a que se da también el nombre de Tao o de razón.[1]
Recuerdos de la sombra del humo. Discurso del vacío sonoro, visual o corpóreo, del que nacen los sonidos, las imágenes y los cuerpos. Puede parecer insulso. Pero no olvidemos que, en definitiva, el universo está formado por átomos que son, en su mayor parte, vacío.